'Fueron 70 años ejerciendo su arte culinario', dice con voz entrecortada mientras encabeza el nutrido cortejo fúnebre y contiene las lágrimas, Jesús Ortega, el menor de los ocho hijos de don Roberto Ortega, artesano de la almojábana campechana, quien falleció ayer a los 83 años.
No sin antes sacar adelante a su familia y brindar educación universitaria a cada uno de sus vástagos, todo gracias a las tiernas y deliciosas rosquillas amasadas con maíz y queso horneadas en la empresa familiar La Campechana, que hoy por hoy contribuyen a darle identidad y a ‘poner en el mapa’ de Colombia y del mundo al corregimiento baranoero de Campeche.
Ortega falleció por complicaciones digestivas surgidas luego de una cirugía, a las 2:30 am., en la Clínica de la Costa, en Baranquilla.
Además de sus ocho hijos, le sobrevive su esposa, Celedonia Escobar o Doña Cele, como la llaman cariñosamente sus familiares, vecinos y fieles clientes.
Algunos han enviado condolencias desde Puerto Rico, México, Estados Unidos y España, según relata Ramiro Moreno Ortega, uno de los nietos de esta unión, visiblemente apesadumbrado por la pérdida. 'Él era el motor, era el jefe, era el guía'.
Parador tradicional. El local de la empresa familiar es uno de los paraderos más tradicionales de la carretera La Cordialidad, y un orgullo del corregimiento de Campeche, en la municipalidad de Baranoa. Muchos campechanos y baranoeros se volcaron ayer a rendir un homenaje al patriarca de la familia Ortega.
Entre ellos , el alcalde Roberto Carlos Celedón, quien estimó que decretar días oficiales de luto por la muerte de Ortega resulta casi redundante en vista de las abiertas demostraciones de dolor y respeto de la comunidad de Baranoa.
Recordó que las almojábanas de La Campechana han sido exaltadas por las autoridades departamentales en varias oportunidades, y que gracias a su poder nutritivo forman parte del contenido las loncheras que distribuye el Distrito de Barranquilla para escuelas hasta donde acuden niños de escasos recursos económicos.
También son fuente de empleos, sobre todo en la cadena de distribución de las 10.000 almojábanas, 750 galletas de coco, 10.000 rosquitas, 1.000 panderos y 4.000 panes de yuca que a diario producen.
'Le recuerdo levantándose todos los días a las 3 de la madrugada a cortar leña con machete, amasar maíz con queso y luego atizar el horno de barro. Así logró que todos estudiáramos y nos convirtiéramos en profesionales con nuestros propios hogares', dice su hijo Jesús.
Añade que a pesar de lo duro de la pérdida, es motivo de tranquilidad para la familia saber que su padre 'contempla con orgullo y en compañía de Jehová todo el bienestar que logró generar en la Tierra', y añade: 'Ese legado no muere. Hay que seguir pa' lante. Es el mejor homenaje que podemos darle'.



















