'Abdomen dentro, mentón arriba y sonrisa', dijo la maestra. Sharon Ortiz, de siete años, jugaba y reía distraída con sus amiguitas, pero al escuchar la señal adoptó de inmediato una postura erguida e imponente, como una estrella cuando va a ser fotografiada. Sonó la música y desde las más pequeñas a las más grandes ejecutaron una intensa y exigente coreografía.
De repente las niñas parecían las mayores. Sus movimientos sincrónicos, elegantes y artísticos las revistieron de maestría. En los instantes que duró el baile brillaron como profesionales en una arena de prueba. El próximo sábado la faena será la más esperada del año: en la Batalla de Flores.
'Abran paso que llegó el Rumbón Normalista', dijo una de sus bailarinas en un asalto enérgico, las demás respondieron con un grito al unísono.
María Alejandra Borrás, reina del Carnaval del Atlántico 2018, y su madre, Xenia Fernández, dirigen esta comparsa que tuvo su primera aparición en 1997 y desde ahí es una marca indeleble de la Normal Superior La Hacienda, con la que le 'aportan a la ciudad' un semillero permanente de cultura.
'Las comparsas también somos tradición. Estas niñas aman y sienten el Carnaval, año tras año trabajan y se esfuerzan por ser mejores. Aprenden disciplina, constancia y dedicación. No es fácil sacar este proyecto adelante, ya tenemos 22 años y cerca de 180 niñas, los vestidos son costosos, la hidratación de las niñas en el desfile, el valor del tráiler y los músicos. Para nosotros es difícil porque somos una institución oficial. Lo hacemos porque amamos esto', expresó Xenia.
Un derecho ganado
En el Parque Washington ensayaba Fantasía Carioca, una comparsa creada hace cinco años durante el mundial de Brasil.
A pesar de la juventud de este grupo, después de su debut en 2015, rápidamente se convirtió en uno de los favoritos en la Fiesta de Comparsas.
'Nos hemos caracterizado por bailar ritmos del mundo pero llevamos el Carnaval en la sangre', dijo Jorge Pérez, su director.
Dos jóvenes usaban un traje dorado semidescubierto con plumaje y pedrería. El mismo de Carioca el año pasado. Los pasos felinos de los bailarines hacen gala de una poderosa arma de sus integrantes: la sensualidad.
Los chicos de Carioca se esfuerzan mucho. Los ensayos los empezamos desde abril y la preparación es exigente. Ellos cuidan mucho sus cuerpos porque los trajes son bastante descubiertos. No es una imposición ser delgados pero la mayoría de los integrantes se mantienen en forma. Los trajes tienen un costo de alrededor de 650 mil pesos. Sabemos que hay un debate sobre que las comparsas no somos tradición pero el Carnaval es diversidad y nosotros tenemos derecho a estar aquí. En unos años grupos como el de nosotros tendrán una larga trayectoria', recalcó Pérez.
¿Qué dice la tradición?
Adolfo Maury es portador de una tradición de 143 años: El Congo Grande de Barranquilla. Esta danza guerrera recrea tribus de africanos que se asentaron en este territorio. De hecho, nació como una representación de las celebraciones de los cabildos negros en Cartagena durante la Colonia. El golpe de su tambor, su machete, sus turbantes, sus colores, sus versos, su historia, sus rituales relacionados con la muerte y muchas otras de sus peculiaridades hacen de esta danza callejera un emblema de las manifestaciones inmateriales y espirituales que se gestaron en el Atlántico, por lo cual el Carnaval de Barranquilla fue declarado Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, una fiesta única en el mundo.
Maury recibió la bandera de la danza, su más valioso legado, de su abuelo Ventura Cabrera. Estos grupos permanecen inamovibles y sus rituales son los mismos. Eso, según Maury, es darle 'el valor que tiene la tradición'.
'Causa preocupación que muchos grupos de congos hayan desaparecido. Grupos que tenían 60 integrantes hoy tienen 30 y algunas comparsas que bailan en el Carnaval ritmos foráneos tengan 150 integrantes, porque esa es la música que les gusta a las nuevas generaciones. La gente no le está dando valor a las manifestaciones que tienen más de un siglo. Es trabajo de los padres educar a sus hijos en el amor por lo nuestro y en el sentido de pertenencia para que estas expresiones que nos distinguen ante el mundo no se pierdan', enfatizó.
Distinto pensó Gastón Polo, director de los Diablos Arlequines de Sabanalarga y la Danza de los Goleros, que este año alcanza un siglo de existencia. El hacedor opina que las comparsas sí deben considerarse parte del Carnaval pero no pueden competir con el legado cultural que algunos actores de la tradición le han dejado a las fiestas.
'Las comparsas aportan diversidad pero no podemos olvidar el trabajo que nuestros fundadores hicieron por crear algo propio, que no existe en ninguna otra parte, solo en el Atlántico'.
Para Carlos Sojo, hacedor del Carnaval, las comparsas de fantasía constituyen la 'desfiguración de lo autentico'. 'Las nuevas generaciones se inclinan por estos grupos que muestran coreografías tipo zamba con ritmos musicales parecidos. Es una representación que es válida pero no es autentica. Estamos zambanizando el Carnaval', declaró.
Según la coreógrafa Mónica Lindo, son tradicionales aquellas expresiones que se hacen presentes en una festividad de forma permanente, y son producto de lo que se ha transmitido generacionalmente. En el caso de las comparsas –agrega– también han existido siempre en el Carnaval, en ese sentido puede decirse que son tradicionales como manifestación de un sentir colectivo.
'La crítica está en que las comparsas por lo general emplean temáticas alejadas de la cultura popular local, centrándose de manera reiterada en músicas o manifestaciones corporales propias de culturas como la brasilera o antillana, sin privilegiar las temáticas propias. Esto no tiene nada de malo porque en la cultura y en el Carnaval todo es válido, pero en vista de que nuestro carnaval es Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, los propósitos de salvaguardia apuntan a las expresiones que son tradicionales y se han mantenido de generación en generación hablando de lo que somos , y que por lo general se mantienen invariables, por ejemplo el garabato, el paloteo o la cumbia', opinó Mónica Lindo.
Origen
Maribel Egea, investigadora cultural y autora del libro Las comparsas en el Carnaval de Barranquilla, dice que ninguna es más importante que la otra.
Explica que las comparsas son tan antiguas como las danzas tradicionales. 'En épocas de la colonia existían comparsas que llegaron a la ciudad por los clubes sociales'. Pero las comparsas –señala– no se consideran de tradición porque no se transmiten de generación en generación, no tienen un legado, un portador, unos rituales, unos parámetros', lo que sí pasa con las danzas.
Egea señala que en 1886 el Carnaval comenzaba a tener una connotación importante y desde esa época las comparsas se fueron institucionalizando como espacios de encuentro de las manifestaciones culturales del Caribe colombiano con sus muestras coreográficas y musicales.
'Eran practicadas por la clase social alta porque eran quienes tenían la posibilidad de viajar al extranjero y traer las canciones de moda a sus clubes'.
La investigadora recalca que la declaratoria como patrimonio protege a las danzas por ser manifestaciones puras de la cultura que convergen en un espacio antropológico y necesitan planes de salvaguarda, a través de investigación promoción y divulgación.
'Las danzas son inamovibles, no se pueden transgredir, por ello necesitan ser protegidas. Las nuevas generaciones se inclinan por la innovación de la comparsa y los temas musicales modernos. A pesar de que en el mundo existen otras comparsas, las nuestras tienen características que las hacen únicas'.
Pasión y talento
En el Colegio Colón ensayaba África Mía, una comparsa que hace 20 años participa en el Carnaval y en palabras de su director, Juan Cerpa, se destaca por su disciplina, vestuario de lujo y montajes coreográficos.
Son 55 jóvenes los que en dos días desfilarán para mostrar el producto de su esfuerzo. La recompensa es solo una: el aplauso de los barranquilleros.
En el barrio Cevillar, jóvenes uniformados con trajes de licra le daban las últimas pinceladas a sus coreografías. 'En Dacaná formamos bailarines, no bailadores', dice Angélica Ortega, quien hace 20 años se encarga de formar a los integrantes de esta escuela. 'Sí le aportamos a la tradición. Lo interesante es que hay espacio para todos, hay diversidad'.
A pesar de las diferentes posiciones sobre la fantasía y la tradición, cuando golpee con fiereza el sol de mediodía en la Batalla de Flores, se atizará una vez más ese peculiar fenómeno que pervive en el Carnaval. Congos, garabatos, cumbiambas, marimondas y comparsas se mezclarán en el júbilo de la fiesta que arde en el espíritu barranquillero. Ese día todos serán uno.


