No son los mejores días de la democracia. Ni los del capitalismo. La gran recesión la sufrieron, la sufren ambos. Propusimos a Jairo Parada Corrales, economista con estudios de maestría en la Universidad Nacional de aquí y la de Illinois, allá, y además PhD en economía de la Universidad de Missouri-Kansas, un diálogo sobre las incertidumbres políticas y los peligros económicos del Occidente contemporáneo. De alguna manera, de todo el planeta. 'De nada sirve que votes y elijas si tu situación no mejora', dijo Parada durante el interrogatorio. Y agregó: la historia 'progresa a tientas, ensaya, se equivoca, se devuelve' (…) Y algo más rotundo: 'el capitalismo moderno solo funciona para el 5% más rico.' Esta fue la conversación.
Pregunta: El formidable tamaño de la crisis financiera de 2008 no provocó interpretaciones imaginativas sobre lo que había ocurrido. A lo sumo descubrimos que Keynes no había muerto a pesar de todo. Y que sus fórmulas de ajuste a la economía seguían siendo la receta para sobrevivir al delirio neoliberal. ¿Qué nos pasó?
Pregunta: Esa misma crisis demostró que el Estado, convertido en un leviatán capaz de estropear la vida de las naciones, tampoco había muerto. Hoy ya sabemos lo que sabíamos de siempre: que no hay mercado sin estado, sin instituciones y sin instrumentos. ¿Podemos pensar en un olvido intencional de saberes elementales?
Pregunta: La caída del muro de Berlín era solo la caída del muro de Berlín. Un acontecimiento, sin duda, que, sin embargo, no servía para inferir el fin de la historia, el triunfo definitivo del capitalismo ni la ilusión de un mercado perfecto. Era el fracaso del comunismo Stalinista, no el advenimiento de paraísos y nirvanas. ¿Qué estimuló esa desmesura peligrosa?
Pregunta: Le leí hace poco a Stiglitz que el Chief Economist del Fondo Monetario Internacional demoró 3 años en admitir que había subestimado los efectos depresivos de las medidas de austeridad. Le leí también que utilizaron multiplicadores equivocados, y que los patrones paradigmáticos (niveles del déficit, de la deuda y de la inflación) fueron caprichosos y sin fundamento. Habida cuenta de que el resultado generó pobreza, migraciones desesperadas, desempleo, populismos peligrosos, etcétera, ¿no hay una manera de trabajar por una no repetición de estupideces ostensibles?

Pregunta: Es un hecho que los temas que impactan a la gente en su propia subsistencia ya no hacen parte de la política. Es decir, no hacen parte de la democracia. Hoy la política es un menester de tercera clase de unas maquinarias partidistas vacías que compiten sin diferenciarse. Ante ese panorama no solo la social democracia perdió el rumbo. También los grandes partidos conservadores de Europa parecen cercados por un populismo extravagante y con mal de rabia. ¿Ya no es necesaria la democracia para el capitalismo?
Pregunta: Vivimos una fractura democrática de gran alcance. En países de Europa se hacen elecciones en que la gente vota unas políticas públicas que los organismos europeos desconocen. Pero desde mucho antes y en los cinco continentes, los que deciden no son elegidos y los que sí no deciden. Incluso no deciden asuntos de empleo. ¿Hay todavía una posibilidad de soñar que las opciones de la democracia no son ya funerarias?
Pregunta: Permítame, para concluir, ir un poco más allá de lo puramente económico. Desde hace años, la filosofía, la política y la teología, parecen conmovidos por un pequeño fragmento de Walter Benjamín titulado ‘El Capitalismo Como Religión’. Una religión 'que no expía la culpa sino la engendra'. Según el autor, el 'cristianismo de la Reforma no propició el ascenso del capitalismo sino que se transformó en el capitalismo'. La deuda económica como la gran culpa mítica de esa religión del dinero. Una culpa que no se puede expiar con reformas ni revoluciones. Muy precisamente, la crisis de 2008 fue una crisis provocada por la 'culpa' de unos préstamos otorgados a quienes no podrían pagarlos. ¿Está familiarizando con estas reflexiones? ¿Es el capitalismo una religión?





















