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Fue un partido de colección, de leyenda. De esos que se archivarán en la memoria para siempre. No solo por la victoria de Junior 2-1 frente al Nacional, algo que se ha vuelto costumbre en el último tiempo (ya van diez juegos consecutivos sin que los verdes puedan derrotar a los rojiblancos), principalmente por la fiesta que se vivió antes, durante y después en un estadio Metropolitano que se llenó como en los viejos tiempos.

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“Hasta las banderas”, “no cabe un alfiler”, “no cabe un alma” y la redundante “lleno total” son frases que se descongelaron para esta cita en la cual las tribunas del ‘Metro’ se poblaron desde bien temprano.

La gente acató las recomendaciones del club y ‘madrugó’ en su arribo al escenario. Desde las 2 de la tarde los alrededores ya estaban teñidos de rojiblanco y ya había gente haciendo fila a la espera de que abrieran las puertas.

A las 4 p. m., faltando dos horas y media todavía para el inicio del encuentro futbolero, el parqueadero de occidental se encontraba repleto y cerradi, al igual que todos los establecimientos y tiendas que se ubican enfrente.

El parqueadero del estadio Metropolitano se llenó rápido y fue cerrado.

Ahí comenzó la angustia y el trancón para los que apenas estaban llegando. Todas las calles aledañas comenzaron a convertirse en estacionamientos, una situación en la cual los moradores del sector se rebuscaron unos pesos.

‘La previa rojiblanca’ se vivía en medio de cerveza, alegría, ‘chuzo radioactivo’, música a todo volumen, butifarra, pan de yuca, pólvora y emoción. La pasión juniorista totalmente activada en las afueras del Roberto Meléndez.

Muchos llegaron y de inmediato, cuando dieron luz verde en los torniquetes, entraron al estadio, otros se quedaron ‘calentando’ en las inmediaciones, compartiendo y gozando con los amigos.

Josefina Villarreal/El HeraldoDesde tempranas horas, muchos aficionados de Junior se tomaron los alrededores del estadio Metropolitano y compartieron en medio de un ambiente festivo y agradable.

Era un ambiente de Carnaval. Solo faltaba la espuma y la maicena para que fuese la espera del desfile de la Batalla de Flores o La Guacherna.

ESTADIO TOTALMENTE ROJIBLANCO

La prohibición de acceso a los hinchas de Atlético Nacional se hizo respetar al punto de que personal de la logística y de la Policía no permitían el ingreso de personas con camisetas blancas o negras, algo con lo que no estuvieron de acuerdo algunos seguidores de Junior que no llegaron con la rojiblanca puesta.

Hubo diálogos y explicaciones y finalmente permitían la entrada de los aficionados, pero les advertían que debían tener distintivos del club tiburón por prevención.

A los que desacataron la restricción y se atrevieron a presentarse con la camiseta del cuadro paisa (muy pocos), no les permitieron el ingreso. Una seguidora verdolaga que llegó desde Santa Marta pudo entrar a occidental luego de cambiarse.

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Era una medida de seguridad que se había tomado por la violenta rivalidad entre las barras bravas de ambos equipos en el último tiempo, y por las agresiones sufridas por supuestos hinchas rojiblancos en el reciente partido en Itagüí, donde los barristas verdes pedían cédula y revisión de celular para evitar ‘infiltrados de Junior’, y los que descubrían, eran víctimas de despiadadas y salvajes golpizas. A algunos, después de propinarles toda clase de puños y patadas, los lanzaron al campo.

Josefina Villarreal/El HeraldoLas barras de Junior encendieron la fiesta en la tribuna.

Aunque hay reportes de que en las graderías de oriental y occidental del ‘Metro’ algunos barristas de Junior hicieron recorridos tratando de cazar a algún infiltrado, afortunadamente no se dieron situaciones para lamentar. Al menos no fueron evidentes ante todo el escenario.

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El estadio se comenzó a llenar rápidamente. Faltando una hora para el inicio del partido ya estaba difícil la ubicación de una silla, y faltando 30 minutos ni siquiera se veían las escalinatas. Allí y en las entradas de las tribunas se acomodaron muchísimas personas que no hallaron puestos libres.

VOLVIÓ ‘LA OLA’ Y ‘LA MECEDORA’

Mientras los que entraron de último buscaban ubicación, los sentados se levantaban para desempolvar ‘la ola’. Comenzó en oriental baja, pero bañó a todo el estadio. En sur alta quisieron resucitar ‘la mecedora’, pero no pasó de ahí. Dos formas añejas de ambientar la fiesta que hacía rato no se veían.

A esa hora, el Metropolitano era un hervidero, un escenario que latía con la pasión de toda una región, una mole de cemento que, literalmente, se movía cuando todos los asistentes saltaban coreando al unísono: “Pooronponpón, Pooronponpón, el que no salte es un cachaco…”.

Con tribunas temblando, pólvora estallando y el ‘Metro’ vestido de rojiblanco, el marco era de una final. Ni hablar de la salida del equipo a la cancha. Minutos antes de que se produjera, en la grada de norte activaron los extintores con humo rojo y blanco, mientras en sur prendieron al mismo tiempo un montón de bengalas rojas que le dieron un espectacular colorido al estadio.

Josefina Villarreal/El HeraldoLa barra Frente Rojiblanco de Sur prendió tantas bengalas que la grada parecía incendiada.

Cuando los equipos saltaron al campo de juego la visibilidad era reducida en el escenario por los extintores y el humo de las bengalas. Detrás de todo eso la algarabía, los habituales cánticos, el grito de “¡Junior! ¡Junior! ¡Junior!”, y toda esa fiesta inolvidable que se multiplicó con el resultado del partido, que mantiene al equipo con la primera opción de llegar a la final.

UN ALIENTO VICTORIOSO

El gol de Dairon Asprilla fastidió, enfadó y golpeó a más de uno, pero la mayoría de la hinchada se mantuvo en pie de lucha y empujó al equipo hacia la remontada.

“Una parte del triunfo es de la gente. Íbamos perdiendo y habíamos fallado en algunas jugadas, y no se sintió el abucheo, por el contrario, seguían alentando. Entramos en el segundo tiempo y tenían confianza, tenían fe. Gracias a Dios que los pudimos mandar a casa con una gran alegría. Seguramente los que vinieron y se quedaron en su casa viéndolo por televisión en toda la región, tendremos un día más feliz para ir a trabajar”, reconoció Alfredo Arias, técnico de Junior, en la rueda de prensa posterior al partido.

El éxtasis de la hinchada y la explosión de júbilo en el estadio se sintió más fuerte en el momento de los goles. Canchimbo, Canchimbo, Canchimbo… ¡Canchimboooom!

Josefina Villarreal/El HeraldoJoel Canchimbo celebrando su gol con Guillermo Paiva y Lucas Monzón.

Estalló la felicidad con el empate anotado por el juvenil, que después se terminó de convertir en figura del partido al asistir al ‘Tití’ Rodríguez para que marcara, en la agonía, el gol de su vida.

Andrés Steven ‘Tití’ Rodríguez celebrando su anotación en la agonía del partido. El final más feliz para tremenda fiesta.

El Killer de los últimos minutos’, que ha logrado 22 de sus 24 goles en Junior después de que el cronómetro marca 80 (15 pasado el minuto 90), tuvo que poner en pausa su festejo y esperar una dramática revisión de VAR, en la que el cuerpo técnico y los jugadores suplentes de Junior cantaron el gol antes de que el árbitro Andrés Rojas finalmente señalara que la jugada fue lícita y no hubo fuera de lugar.

Lo que sí hubo fue final feliz, una fiesta para tatuar en la memoria, un inolvidable carnaval juniorista.