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Uzbekistán será uno de los rivales de Colombia en el Mundial de 2026, una selección tan lejana en distancia como en tradición futbolística para el público sudamericano, procedente del corazón de Asia Central, una región donde el fútbol ha crecido en silencio, con planificación y disciplina.

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Llega a su primera cita mundialista sin un cartel imponente ni una historia repleta de gestas, pero sí con una identidad definida y una estructura que lo convierten en un adversario incómodo, de esos que no suelen aparecer en los afiches, pero a veces sí en las pesadillas tácticas de los técnicos.

El país, cuyo nombre oficial es República de Uzbekistán, tiene como capital a Taskent y una población cercana a los 36 millones de habitantes. No tiene salida al mar. Se tiene que atravesar al menos dos fronteras para llegar a una zona marítima. Su idioma es el uzbeko, de raíz túrquica, y la religión predominante es el islam sunita.

Es una república presidencial con moneda propia, el som uzbeko, y limita con Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Afganistán y Turkmenistán. Hasta 1991 formó parte de la Unión Soviética, año en el que alcanzó su independencia e inició un proceso de construcción nacional que ha pasado por la modernización económica y el fortalecimiento de su identidad cultural.

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A nivel histórico, Uzbekistán fue una pieza clave de la antigua Ruta de la Seda, esa red de comercio que conectó a Asia con Europa durante siglos, y conserva en ciudades como Samarcanda y Bujará una herencia arquitectónica islámica que hoy es Patrimonio Cultural de la Humanidad.

En la actualidad, su economía se sostiene principalmente en la agricultura, con el algodón como producto emblemático, además de la minería y el gas natural. En paralelo, el Estado ha hecho del deporte una política pública, impulsando procesos de formación y alto rendimiento que han permitido fortalecer disciplinas como el fútbol.

EL ESTILO DEL FÚTBOL UZBEKO

En la cancha, esa lógica de orden se refleja con claridad. Uzbekistán no es una selección de fantasía ni de regates interminables, sino un equipo construido desde el rigor táctico, la fortaleza física y la disciplina posicional.

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Defiende en bloque, se cierra bien, disputa cada balón como si fuera el último y ataca con transiciones rápidas, explotando el juego aéreo y el error del rival. No busca lucirse, busca ganar. Y en ese pragmatismo encuentra su principal virtud: incomodar, desesperar y castigar.

El duelo ante Colombia representa un choque frontal de estilos. De un lado, la técnica, la creatividad y el talento individual de la selección tricolor; del otro, el músculo, el orden y la mentalidad competitiva del equipo uzbeko.

Para Colombia, el reto pasará por mover rápido la pelota, filtrar pases entre líneas y evitar el juego directo, escenario en el que Uzbekistán suele imponer condiciones.

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EL TÉCNICO ES UN BALÓN DE ORO

Uzbekistán, que es dirigida por el italiano Fabio Cannavaro, Balón de Oro y campeón del mundo en Alemania 2006, no tiene estrellas globales ni camisetas históricas en vitrinas de museo, pero llega al Mundial de 2026 como un equipo en crecimiento, con jóvenes que vienen tocando la puerta del fútbol internacional y con una estructura que prioriza el colectivo sobre el brillo individual.

Se busca que la presencia de Cannavaro al mando de Uzbekistán le aporte prestigio internacional, mentalidad europea y una vocación aún mayor por el orden defensivo y la competitividad.

Cannavaro, que fue compañero del samario Jorge Bolaño (q.e.p.d.) en el Parma de Italia de los 90, ha intentado trasladar su experiencia como zaguero de élite a un equipo que ya tenía bases disciplinadas, dotándolo de mayor lectura táctica, fortaleza estructural y carácter competitivo en escenarios complejos.

LOS NOMBRES MÁS REPRESENTATIVOS

El nombre más reconocido entre los jugadores uzbekos es Eldor Shomurodov, delantero de 30 años con experiencia en la Serie A de Italia, donde ha pasado por clubes como la Roma y el Genoa, y considerado el rostro internacional de la selección. Actualmente integra el Estambul Basaksehir, de Turquía.

ASH ALLEN/EFEEl defensor uzbeko Abdukodir Khusanov juega en el Manchester City.

También sobresale bastante Abdukodir Khusanov, del Manchester City de la Liga Premier de Inglaterra. El defensor central joven ha logrado abrirse espacio en el fútbol europeo por su potencia física y solvencia aérea.

Así mismo, se destaca el creativo o extremo Jaloliddin Masharipov, del Esteghlal FC de Irán. Es uno de los enlaces habituales del seleccionado uzbeko. Posee un largo recorrido en competiciones internacionales.

A ellos se suma Otabek Shukurov, volante de contención con presencia constante en torneos continentales, y el arquero Utkir Yusupov, habitual titular, garantía de seguridad bajo los tres palos.

No será un rival mediático, no ocupará portadas antes del partido, pero estará ahí, dispuesto a competir cada minuto. Y en los Mundiales, los rivales incómodos suelen ser, justamente, los más peligrosos.