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No le alcanzó a la selección Colombia sub-20 para jugar la final del Mundial de la categoría, al caer derrotada (1-0) frente a Argentina. Disputará este sábado el partido por el tercer lugar ante Francia.

Los equipos de fútbol, en general, luchan por encontrar la armonía entre el talento individual y la fuerza colectiva. Un equilibrio inestable, pero deseado por todos. Esta selección Colombia sub-20 prefirió darles el protagonismo a los individualistas. A sus delanteros. Se apoyó en ellos para sentirse segura. Confió en esa capacidad de desequilibrio que los acompaña, en sus gambetas y en su velocidad. El resto acompañó, no les ayudó a que se integraran. Ellos tampoco hicieron mucho esfuerzo.

La idea táctica no priorizaba la circulación del balón, especialmente en el campo del rival, sino el pase directo y lo más pronto posible para sus delanteros. Era su fortaleza y se los hizo sentir a sus rivales.

Con altibajos en la cohesión grupal en el trámite de los partidos, muchas veces fue peligrosa en ataque. En fase defensiva también careció de la necesaria coordinación colectiva, sobre todo en los regresos de los volantes y los movimientos del manejo de espacios del central Mosquera y el lateral Arizala, esto último quedó en irrefutable y dolorosa evidencia en el gol del triunfo de Argentina.

Se vio mejor y muy fuerte físicamente en momentos de la disputa individual. En medio de una buena participación, con sus virtudes y sus debilidades, esta sub-20 hizo un buen Mundial y tiene buenos jugadores. Esta vez les faltó recordar lo que pregonó hace muchos años Alfredo Di Stéfano, uno de los más grandes futbolistas de todos los tiempos: “Un futbolista no es tan bueno como todos juntos”.