En una cancha polvorienta del sur de Bogotá, una niña de piernas veloces y mirada decidida perseguía un balón como si en ello le fuera la vida. Se llamaba Ivonne Chacón, y aunque nadie entonces lo sabía, ni siquiera ella misma, ese momento cotidiano en el barrio sería el primer paso hacia una historia que hoy rompe récords en el fútbol femenino colombiano.
Nacida el 12 de octubre de 1997, Ivonne creció entre las montañas y la brisa fría de la capital, rodeada de obstáculos que suelen truncar los sueños de las niñas que quieren jugar fútbol en Colombia. Pero en su caso, la terquedad le ganó al entorno. Con la complicidad de una familia que aprendió a entender su pasión y con el empuje de una generación que empezaba a reclamar su lugar en el deporte, Ivonne se formó en el fuego de la adversidad. Su nombre comenzó a sonar primero en torneos locales, luego en ligas juveniles, hasta que llegó a los grandes escenarios de la liga profesional femenina, vistiendo camisetas de equipos como La Equidad, Atlético Huila, Millonarios y, sobre todo, Santa Fe, donde se consagró campeona en 2020.
Pero la historia de Ivonne nunca se quedó quieta. Lo suyo era correr —siempre hacia adelante—, como si tuviera un gol en la cabeza en cada jugada. En 2022, dio el salto a Europa, al fichar por el Valencia CF, una puerta que no todos se atreven a tocar. Su adaptación fue rápida, su determinación inquebrantable. A punta de goles, asistencias y esfuerzo silencioso, se ganó un lugar. Luego llegó al Levante UD, y allí, en la temporada 2024-2025, explotó su mejor versión: 11 goles, más de 2.700 minutos jugados, el respeto del vestuario y el interés del mundo.
Mientras tanto, con la selección Colombia, vivió momentos de gloria que marcaron a toda una nación. En el Mundial Femenino de 2023, fue parte del equipo que alcanzó los cuartos de final, en una campaña histórica que emocionó al país y posicionó a las jugadoras cafeteras como figuras internacionales. Ivonne, sin discursos altisonantes, dejó que sus pies hablaran.
Y entonces llegó el día que lo cambió todo. El pasado 28 de agosto, el club estadounidense Chicago Stars FC anunció su fichaje, pagando alrededor de 500.000 euros por su pase. En ese instante, Ivonne Chacón se convirtió en la futbolista colombiana más cara de la historia. Superó incluso a Mayra Ramírez, que había marcado la pauta un año antes con su traspaso al Chelsea. Lo que para muchos fue solo una cifra, para Ivonne fue la confirmación de años de lucha, de madrugadas entrenando, de tardes dejando la piel en la cancha, de silencios soportados y oportunidades ganadas a pulso.
No se trata solo de dinero. Se trata de lo que representa: que una mujer nacida en los barrios de Bogotá, criada en un país que apenas empieza a valorar a sus deportistas femeninas, pueda abrir caminos que antes parecían imposibles. Hoy, Ivonne viste la camiseta del Chicago Stars, un club que apuesta por su talento y espera que su velocidad, fuerza y olfato goleador los lleve a lo más alto de la NWSL.
Ella, tranquila como siempre, no hace alarde. No lo necesita. Sabe que aún tiene mucho por dar, por crecer, por conquistar. Pero si uno mira hacia atrás y conecta los puntos, entenderá que este presente era inevitable. Porque desde aquella niña que corría en las canchas de tierra con los cordones desatados y las medias caídas, hasta esta mujer que firma contratos históricos y marca goles en estadios internacionales, siempre hubo una sola constante: Ivonne Chacón nunca dejó de creer.