Murió en París, lejos de su Barranquilla natal, el 5 de junio de 1995, dejando sobre la mesa las primeras líneas de un cuento titulado Un amor de mi madre. Era su última batalla contra el lupus, pero también contra el olvido. En ese acto final, Marvel también dejó un mensaje. Como si, incluso desde el lecho de muerte, insistiera en contar lo que nadie más se atrevía.
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Hoy, tres décadas después de su partida, muchos recuerdan a esta barranquillera como una autora que fue silenciada en vida y abrazada por la historia demasiado tarde. Fue mujer, escritora, feminista antes de que la palabra se instalara en la conversación pública. Fue voz incómoda en un país que, durante años, prefirió a las “mujeres bonitas, calladas y complacientes”.
Sin duda, leer a Moreno es descubrir que muchas historias no han cambiado. Así lo enfatiza Mercedes Ortega, profesora de Literatura de la Universidad del Norte, quien por más de 20 años ha estado sumergida en las páginas escritas por la célebre autora. Ortega ha dedicado parte de su vida a estudiar su obra, cuya mirada aguda y sin adornos sobre la sociedad caribeña aún sacude conciencias.
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“Me llamó muchísimo la atención su obra porque de alguna manera me sentía conectada con lo que estaba ahí narrando sobre estas mujeres que se parecían mucho a la historia de todas nosotras, de mi familia, de mis amigas, de las personas de mi entorno y sobre todo de las mujeres que yo nunca antes había visto plasmadas en otras literaturas”.
Esa conexión fue tan profunda que decidió convertir a Marvel Moreno en el eje de su tesis doctoral en Francia, la cual más adelante se transformó en su libro Cartografía de lo femenino en la obra de Marvel Moreno.
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Marvel, quien fue reina del Carnaval de Barranquilla en 1959 y la primera mujer admitida en la Facultad de Economía de la Universidad del Atlántico, fue también una mujer adelantada a su tiempo. “Como ella había muchas mujeres, pero tuvo el tesón de dedicarse a lo que amaba, que era la literatura”.
En sus textos retrató sin filtros una sociedad marcada por el machismo, la hipocresía y el silencio, especialmente dentro de la élite costeña.
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Esa mirada crítica, dice Ortega, no ha perdido vigencia. “Al leer su obra uno se maravilla con su forma de escribir, pero también puede ser agridulce porque uno se da cuenta de que esas historias siguen sucediendo diariamente. No hemos avanzado tanto como creemos”.

No nació para la farándula
Marvel Moreno no fue una reina común. Aunque llevó la corona del Carnaval de Barranquilla en su juventud, su destino no estaba en las pasarelas, ni en las portadas. Así lo afirma la poeta e integrante del Club de Narradoras de Luneta 50 Silvia Miranda, quien no duda en recordarla como una mujer profundamente inteligente, lúcida y crítica del entorno que la vio nacer. “Ella no estaba destinada solamente a figurar como una reina, sino como una intelectual, como una gran escritora. Su destino no estaba definitivamente en la farándula, estaba en la literatura”.
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Moreno se movió entre las figuras más destacadas del pensamiento y el arte en el Caribe colombiano. Fue amiga de Alejandro Obregón, compartió espacios con Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio, Germán Vargas Cantillo y otros integrantes del Grupo de Barranquilla. Sin embargo, como muchas mujeres de su tiempo, su nombre no figuró con la misma fuerza en la historia, y fue silenciado, en parte, por su género, por las convenciones sociales y hasta por su entorno más íntimo.
A pesar de haber vivido en París, ciudad que marcó su estética y su forma de narrar, nunca dejó de evocar a Barranquilla como el paisaje emocional y literario desde el cual partieron muchas de sus historias.
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Su obra más emblemática, En diciembre llegaban las brisas (1987), es prueba de ello.
“Ahí se retrata esa ferocidad y esa denuncia abierta a la sociedad barranquillera. Es una obra desgarradora que muestra la perspectiva femenina en una sociedad que prefería silenciarla”.
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Merece ser más leída
Con la publicación póstuma de El tiempo de las amazonas, su segunda gran novela, el país empieza a descubrir a una autora que durante mucho tiempo fue ignorada. En parte, porque era mujer. Y en gran parte, porque se atrevió a narrar con crudeza los mecanismos ocultos de una sociedad que prefiere no verse al espejo.
“Lo que ella retrata no se queda en Barranquilla, aunque la ciudad esté ahí como telón de fondo. Es una crítica que desborda lo local. Son temas profundamente sociales que se sienten en muchas partes del mundo, incluso hoy. Marvel vive en cada mujer que ya no se calla”, dice Miranda.
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Y es que lo que Marvel denunció con su admirable pluma sigue vivo. Temas como el machismo disimulado, la hipocresía de las élites, el silencio impuesto a las mujeres, el dolor íntimo de quienes no encajan en moldes preestablecidos.
Aunque los tiempos han cambiado y los movimientos feministas han hecho avances enormes, su obra aún cobra vigencia.
La profesora de literatura de la Universidad del Norte Mercedes Ortega recuerda que el hábito de la lectura se tiene que crear desde pequeños y es por ello que deben tener acceso a todos los mundos posibles: los de autores hombres, los de escritoras mujeres, los que vienen de las costas, de los llanos, de las islas, de las montañas.
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“Si ella estuviera viva, le agradecería con todo el alma esa obra tan maravillosa que nos dejó, que nos permite cuestionarnos aún sobre tantos fenómenos que siguen ocurriendo”.