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“El más noble y virtuoso de los Gaiteros de San Jacinto fue ‘Cato’”

Adiós a Catalino Parra, el último juglar de los Gaiteros de San Jacinto.  El creador de éxitos como ‘Manuelito Barrios’ y ‘La vaina ya se formó’ falleció el pasado viernes, a las 7:30 p.m., en la casa de su hija en el barrio San Fernando de Cartagena.

Catalino Parra, uno de los grandes pilares de los Gaiteros de San Jacinto, dijo adiós el pasado viernes a las 7:30 p.m. en la tranquilidad de la casa de su hija Ana Isabel en el barrio San Fernando en Cartagena. “No corran, siempre vayan con calma”, fueron las últimas palabras que alcanzó a decir este colosal cantautor y percusionista.

El creador de éxitos como El morrocoyo, Donde canta la paloma, La vaina ya se formó, Negrito cabeza de cera, Manuelito Barrios, Animalito del monte, Josefa Matías, entre otros, venía afectado por un cáncer que le hizo metástasis en los pulmones y los huesos. “El 25 de noviembre cumplió 95 años, fue un hombre muy fuerte, el año pasado se fracturó la cadera y me dijo ‘mija hasta aquí llegué’. Fue un padre magnifico, maestro de sus 10 hijos y con una nobleza única”, contó a EL HERALDO, quien agregó que el cuerpo del maestro está siendo velado en su natal Soplaviento (Bolívar) y que el sepelio se cumplirá hoy a las 4:00 p.m. en medio de un homenaje que le harán las autoridades.

Pascual Castro, quien tuvo la oportunidad de compartir escenario con esta leyenda de nuestro folclor, sostuvo que ‘Cato’ como le decían de cariño, deja un legado musical que deben seguir defendiendo. “Debo destacar ese cañón de voz que tenía y su genialidad para crear canciones basado en las mujeres y hasta en los animales. Tocaba tambora y llamador al mismo tiempo y de ñapa cantaba (risas), un virtuoso inigualable que en 1978 introdujo a nuestro grupo de gaitas la tambora, antes solo eran gaitas y maracas”.

Pascualito también contó a este medio que Parra fue algo travieso. “Una vez en el teatro Colsubsidio de Bogotá, una muchacha que admiraba su talento lo quería conocer y se le metió al camerino, allí me dijo bueno Pascualito es hora de perderte, porque viene lo bueno. Hoy los gaiteros lloramos a un buen compañero, jamás discutió con nadie, sentimos un vacío muy grande”.

Letras genuinas. Carmen Alicia Caro Ortega, mánager de Los Gaiteros de San Jacinto Nueva Generación y quien también tuvo la oportunidad de laborar a su lado, explicó que  cada una de sus canciones está basada en una historia real. Los animales y sus hábitos, los conflictos de estos con el hombre, la vegetación silvestre, la siembra y la pesca, las congojas del campesino, los amores ariscos, fueron los motivos de sus canciones. “El morrocoyo por ejemplo la hizo debido a que en Soplaviento tenía una cría de morrocoyo en el patio y vio como un perico liguero correteaba a uno de sus animales. Se inspiraba en las situaciones cotidianas y en el entorno en que se desenvolvía. Algo de admirar es que a sus 95 años tenía la mente lúcida, podías sostener una conversación muy cuerda y te entregaba datos históricos muy precisos que podías corroborar al tomar cualquier elepé”.

Caro Ortega reveló que este año estrenarán un documental que en 2018 grabaron en San Juan con el productor David Cobo. “Estuvimos conviviendo con él en Soplaviento para grabar sus anécdotas. Catalino era una persona muy amable, hospitalaria, recibía a uno siempre con cariño y una nobleza única. Este documental tiene ahora un alto valor histórico y se convierte en el homenaje póstumo que le hacemos desde la agrupación”.

Su talento lo llevó a recorrer el mundo y en 2004, el Ministerio de Cultura lo homenajeó con el Premio Nacional Vida y Obra. Junto a otras leyendas como Juan Chuchita, El Goyo, los hermanos Juan y José Lara, fueron los fundadores de Los Gaiteros de San Jacinto. Luego hubo una separación de Catalino y los hermanos Lara debido a que el director Toño Fernández era una persona con un carácter fuerte y había muchos choques.

Junto a Juan y José Lara hicieron una nueva agrupación Los Gaiteros de San Jacinto, canta Catalino Parra y su álbum debut fue Te voy a dejar un recuerdo.

El decimero Lisandro Polo, Rey Momo 2016 y organizador de La Noche de Tambó, dijo que es tanta la importancia de este músico que en su evento, el cual se realiza el viernes como antesala a los cuatro días de Carnaval, le dio la distinción de invitado vitalicio. “Aún en convalecencia me dicen sus hijos que estaba pendiente del evento y que anhelaba cantarle a los carnavaleros, esta fue una fiesta en la que se consagró. En el 2.000 fue nuestro homenajeado y de ahora en adelante lo seguiremos tributando por ese vasto legado que nos dejó”.

Polo lo despidió a su mejor estilo con una décima: “Ha partido un gran juglar/ Al Cielo se ha marchado/ Hoy Dios lo tiene a su lado/ Quiere escucharlo cantar/ Acá nos queda el pesar/ Con honda tristeza estamos/ Junto al Folclor te lloramos/ La pena que se desgarra/ Adiós Catalino Parra/”. Su amor por la música. Gregorio Goyo Almeyda, mejor conocido como Goyo y quien también nació en Soplaviento se refirió a los inicios musicales de su entrañable amigo. “Cuando tenía nueve años ‘Cato’ hizo una guitarra con varios pedazos de alambre dulce y una plancha de madera, de esa manera se acompañaba para cantar boleros de la época. Esa supuesta guitarra si era fea, parecía un bate de béisbol al punto que uno de sus hermanos decidió jugar con eso y la dañó (risas). Le dolió mucho eso, creo fue su única decepción musical, porque al año siguiente descubriría que los boleros no eran lo suyo, sino nuestra música autóctona”.

La gaita la descubrió según cuenta Goyo a los 10 años. “Al pueblo llegaron unos músicos llamados Los Pileles, de Repelón (Atlántico), con un ritmo que arrebataba cualquier cuerpo. Eso fortaleció su pasión por la música y fue determinante para que se inclinara por lo folclórico, al punto que hizo un guacho con checas de cerveza y una tabla. A ese rústico instrumento con sus manos le sacaba unas melodías muy buenas. Ese tipo si era necio y esa necedad lo llevo a ser un grande”, concluyó Goyo.

Por su parte el periodista y escritor Alberto Salcedo Ramos, quien tuvo la oportunidad de entrevistarlo en varias ocasiones, dijo que “fue un músico extraordinario, pescador orgulloso y padre ejemplar. Catalino recorrió más de 50 países en los años 60. Se daba el lujo de cantar sin micrófono y su chorro de voz lo cubría todo, pero jamás se sentía estridente.

Cuando yo era niño veía a Catalino Parra con su atarraya de pescador y sus abarcas campesinas. Me parecía tan corriente que no creía que pudiera ser extraordinario, como decían los mayores. Después entendí que esa vida sencilla era sólo coherencia, sólo grandeza”.

Paz en la tumba de este grande de nuestra música costeña que hoy hace que los Montes de María se estremezcan cuando suene cada una de las canciones que escribió e inmortalizó con su poderosa garganta. Catalino Parra se va en medio de la temporada carnavalera, esa a la que siempre le cantó y que jamás se cansó de vivir. Hay luto entre los amantes de la música folclórcia y también entre quienes alguna vez se dejaron contagiar por su propuesta que era capaz de mover hasta al más tosco para el baile.

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