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En la cartelera local pocas veces aparece una película que desafíe con tanta claridad los moldes del cine contemporáneo. Sendero Azul (O Último Azul), la nueva obra del brasileño Gabriel Mascaro, llega este jueves a la Cinemateca del Caribe después de conquistar a la crítica internacional con premios en la Berlinale y en Guadalajara. Lo hace con una propuesta que mezcla distopía, fantasía y drama existencial en un viaje fluvial que es, al mismo tiempo, íntimo y político.

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La historia sigue a Tereza, una mujer de 77 años que recibe del gobierno una orden inapelable: debe abandonar su pueblo en el Amazonas para ser reubicada en una colonia para adultos mayores, lugares apartados diseñados para liberar a los más jóvenes de la “carga improductiva” de los viejos. Tereza se niega a aceptar lo que ella misma llama una “eutanasia social” y, en su lugar, se embarca en un recorrido transformador por los ríos amazónicos para cumplir un último deseo antes de perder la libertad.

Mascaro explica que la semilla de la película fue una provocación contra las narrativas dominantes sobre la vejez. “Las historias suelen reducir a los mayores a recuerdos o a la idea de final. Yo no quería hablar del tiempo que ya pasó ni del que está por terminar, sino de un tiempo que todavía está en marcha. Sendero Azul reivindica el potencial de los cuerpos mayores como presencias llenas de energía vital y deseo de vivir”, asegura.

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Una “película de barco” que desafía géneros

El director, nacido en Recife en 1983, tiene un historial de títulos aclamados como Boi Neon y Divino Amor. Sin embargo, en esta nueva película su desafío fue aún mayor: poner en el centro de una distopía fantástica a una mujer septuagenaria y rebelde. “Me parece inusual ver protagonistas de edad avanzada en el cine, especialmente en géneros como la distopía o el coming-of-age. Quise hacer una obra que funcionara como una oda a la libertad, retratando a una septuagenaria que demuestra que nunca es tarde para encontrar un nuevo sentido a la vida”, explica Mascaro.

El resultado es lo que él llama “un delirio post-tropical”. La cinta oscila entre lo lírico y lo lúdico: hay un caracol encantado que deja tras de sí un rastro de baba azul con poderes mágicos, un casino flotante donde Tereza arriesga todo lo que tiene, y hasta peleas de peces en un club de apuestas. “No hace falta mostrar un auto volador para hablar de distopía. Cambios culturales o de comportamiento pueden ser más radicales que la tecnología. Por eso quise construir un mundo único: ni pasado, ni presente, ni futuro, sino un estado intermedio que pudiera ser real”, añade el cineasta.

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Guillermo Garza Desvia/Cortesía Cineplex

El Amazonas como protagonista

Rodada en escenarios naturales, la película convierte al Amazonas en algo más que telón de fondo. Para Mascaro, el río y la selva son un personaje con vida propia. “Quise desafiar la representación romántica que suele verse en el cine. Aquí el Amazonas aparece simultáneamente mágico e industrial, surrealista y político. Es el corazón de las contradicciones del planeta”, comenta.

En ese escenario emergen imágenes poco convencionales: una planta procesadora de carne de caimán, barcos cargados con mercancía ilegal, y un paisaje atravesado por un populismo tropical que coquetea con el fascismo desarrollista. La fábula, aunque imaginaria, resuena con problemáticas reales: el desalojo de comunidades indígenas, el desplazamiento forzado y la expulsión de los mayores de la vida social.

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Denise Weinberg, una protagonista monumental

Para encarnar a Tereza, Mascaro contó con Denise Weinberg, actriz brasileña de larga trayectoria teatral. “Denise aparece en todas las escenas de la película. No hubo un solo día de rodaje en el que no estuviera en el set. Incluso a través de un monitor, era capaz de conmover al equipo una y otra vez, repitiendo la misma escena y logrando que siempre fuera distinta”, recuerda el director.

Weinberg, que en la cinta transmite la fragilidad y la determinación de una mujer que se resiste a ser arrinconada, se convierte en el motor emocional de la trama. Tereza no busca heroísmos espectaculares, sino la dignidad de elegir su propio destino.

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Rodrigo Santoro y los compañeros de viaje

El elenco lo completa un grupo de rostros internacionales y amazónicos. Rodrigo Santoro interpreta a Cadu, un navegante errante con el corazón roto que se convierte en aliado de Tereza. “Quería mostrar a un hombre atrapado por la distancia de su amor, pero no como el típico aventurero libre de responsabilidades. Cadu vive en duelo, y el barco es su prisión”, detalla Mascaro.

El director no esconde la emoción de haber trabajado con Santoro, a quien admiraba desde adolescente: “Tenía 16 años cuando lo vi en persona por primera vez. Haberlo tenido en esta película es un sueño cumplido”.

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Miriam Socarrás, actriz cubana radicada en Colombia, aporta energía desbordante con su personaje Roberta, una mujer que habla en Spanglish y pilotea un barco lleno de biblias y promesas de salvación. “El encuentro entre Denise Weinberg y Miriam Socarrás tiene algo de mágico”, afirma el cineasta.

A ellos se suma Adanilo, actor amazónico que interpreta a Ludemir, un hombre varado en la eterna espera del desarrollo. Su presencia, junto con la de más de veinte intérpretes locales, aporta una capa de autenticidad al universo de la película.

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Guillermo Garza Desvia/Cortesía Cineplex

Una fábula política y esperanzadora

Aunque el mundo de Sendero Azul está marcado por un sistema que margina a los mayores, la película evita el tono sombrío. “Creo que aborda de manera indirecta temas como el desplazamiento forzado, la gentrificación o el trato a los refugiados. Pero también quería hacer una película apasionada por el presente y las posibilidades de vivir. Es una historia sobre una mujer mayor que se niega a quedar atrapada en una identidad fija”, concluye Mascaro.

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En tiempos en que la vejez suele narrarse como declive, Sendero Azul se atreve a imaginarla como un renacimiento. Su protagonista, con un caracol encantado como aliado y un río interminable como escenario, nos recuerda que soñar no tiene fecha de caducidad.