Este 7 de agosto, fecha cargada de simbolismo histórico para Colombia, se estrena en las salas del país ‘Adiós al amigo’, el nuevo largometraje del director santandereano Iván David Gaona, producido junto a la boyacense Mónica Juanita Hernández.
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La película, rodada en el Cañón del Chicamocha y ambientada en 1902, en los últimos días de la Guerra de los Mil Días, es una propuesta poco habitual: un western rural profundamente colombiano que se apropia de los paisajes, acentos y memorias de Santander para contar una historia de amistad, pérdida y territorio.
La cinta narra el viaje de Alfredo Duarte Amado, un soldado revolucionario que recibe un telegrama con la noticia del embarazo de la esposa de su hermano. Decidido a encontrarlo, emprende una travesía en compañía de un fotógrafo aficionado que busca al asesino de su padre. Ambos atraviesan un país marcado por la violencia y el abandono, entre campesinos, fantasmas y silencios que hablan de heridas aún abiertas.
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Para Gaona, la película es también un experimento sobre cómo reconectar el cine colombiano con su público. “Después de estas dos décadas de producción nacional fuerte, en donde cada autor y autora sacaron sus inquietudes y sus demonios, la siguiente pregunta es de qué manera generar un diálogo horizontal con el público”, explica.
Y añade: “Cuando el público empieza a sentir la película y se genera como una gracia frente a ella y hay un diálogo… yo creo que se genera una confianza bonita, de pensar que sí hay un camino de encuentro con el público. Que no necesariamente las plataformas son el camino para discutir el audiovisual y que el cine se reafirma como un espacio masivo de encuentro en la plaza pública”.
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Un reto de verosimilitud
Ambientar la historia en un momento tan puntual como la Guerra de los Mil Días implicó un desafío técnico y narrativo. La película demandó una investigación exhaustiva para recrear vestuarios, espacios y, sobre todo, el lenguaje de la época. “Vienen como los retos de verosimilitud, ¿no? El diseño de vestuarios con telas de la época, la recreación de espacios, y uno muy especial: la jerga. ¿Qué se hablaba en ese momento?”, cuenta el director.
Parte de esa investigación vino de la mano del escritor Daniel Ferreira y su novela El año del sol negro, así como de un libro que recopila cartas enviadas por soldados a sus familias. “Leyendo esas cartas uno alcanza a dimensionar las preocupaciones del tiempo, que no son muy distintas a las de ahora: la familia, la subsistencia, pagar arriendos, financiar la comida… Y en esas formas de redactar, uno encuentra cosas afines con la jerga campesina de nuestros pueblos”, explica Gaona.
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La elección del elenco, en su mayoría actores de la región, también respondió a esa búsqueda de autenticidad. “Era necesario que quienes actuaran fueran parte de este proceso que hemos hecho en la región de preparación actoral, para que hubiera una verosimilitud en las voces y formas de expresión”.
El retrato como memoria
En Adiós al amigo, la figura del retratista y la petición de un soldado moribundo por tener su imagen pintada son ejes centrales. Para Gaona, ese detalle conecta con su propia inquietud por la memoria audiovisual. “Se vuelve al mismo tiempo la razón de ser de la película: cómo nos estamos retratando en una región del país, de qué estamos hablando, de qué manera nos vemos y nos contamos”, reflexiona.
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El director recuerda que, al estudiar cine en Bogotá, percibía que las narrativas nacionales estaban concentradas entre Bogotá, Medellín y Cali. “Yo empecé a añorar relatos con otros acentos, escuchar películas con el acento propio, con cuentos más cercanos a uno. La película habla en sí misma de lo que hacemos como contadores de historias”.
Esa apuesta incluye un trabajo consciente sobre la construcción sonora de los territorios. “Incluso siendo de Santander, yo no sabría cómo habla un boyacense, a no ser que sea el cliché del campesino. Creo que hay una tarea del cine que es construir esa memoria sonora y esas polifonías más cercanas a la realidad”.
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Un estreno con fecha simbólica
El 7 de agosto no fue una fecha escogida al azar, aunque tampoco fue un plan calculado desde el inicio. “Cuando hablamos con Cineplex sobre la fecha, salir a mitad de año era imposible para no competir con Superman. Pero sonó como coherente estrenar el día de la batalla de Boyacá, diferente al trabajo que hacemos desde un cine independiente y lejos de las capitales”, recuerda Gaona. La coincidencia con el origen boyacense de la productora terminó de darle sentido.
Tras su paso por los festivales de Varsovia y Tokio, y su debut en Colombia en el 64° Festival Internacional de Cine de Cartagena y en el 11° Festival Internacional de Cine en las Montañas —donde en ambos obtuvo el Premio del Público—, Adiós al amigo llega a las salas como una invitación a ver, escuchar y sentir un país contado desde sus márgenes. Un país donde el cine puede ser, otra vez, una plaza pública.
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