-Buenas, buscamos a la señora Cristina Verbena, de parte de EL HERALDO- le digo al recepcionista de un hotel del norte de la ciudad para que me anunciara con la que sería mi entrevistada de esa tarde lluviosa de domingo.
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-¿Verbena?- me cuestiona el recepcionista.
-Sí, ese fue el apellido que me dieron- insisto.
-¿No será Cristina Pérez, una española?- responde una vez más el trabajador del hotel.
-Sí, ha de ser ella. Solo que me dijeron que su apellido era Verbena.
Al cabo de unos minutos, mientras esperábamos en la recepción del lugar, bajaba ella. Cristina, aún sin saber si era Pérez o Verbena. Lo que si estaba claro es que ahí estaba una mujer que llegaba por primera vez a la ciudad a traer su tradición oral desde Zaragoza, España con El Caribe Cuenta en su edición 28.
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Con una sonrisa amable que era respaldada por más de 25 años de trayectoria, una licenciatura en Filología Hispánica, que así como empezó terminó porque lo suyo eran los cuentos y la interpretación y la emoción de quien sabe que en su apellido tiene una conexión más que cercana con el lugar que acababa de arribar.
“Cristina Pérez es un apellido muy común en España. Entonces, pensé cambiarme o el nombre o el apellido, y con el nombre como que te identificas más. Y verbena en España son las verbenas de los pueblos, que a mí me gustan mucho las fiestas al aire libre con música, que aquí me han dicho que son más con música africana”, dice con una sonrisa dándose cuenta de la relación que hay con los populares bailes que han existido en el Caribe colombiano y que ahora serían amenizados no con música sino con sus cuentos, con su interpretación, con su arte, en la inauguración del festival en la noche del domingo en Luneta 50 y en la Narratón en la tarde del lunes en plaza de La Aduana.
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“La verbena también es un olor, es un una flor y se hace perfume de verbena, que es un cítrico, me gusta mucho. Y la verbena se usaba en Los filtros del amor y todas esas cosas, dije, ya está”.
De la filología al cuento
Cristina estudió Filología Hispánica en Zaragoza, pero pronto entendió que su camino no estaba en la docencia universitaria o en la enseñanza del español –aunque durante un tiempo ejerció esa labor en Italia–, sino en la literatura encarnada y dicha en voz alta. “Como filóloga he trabajado muy poco. Trabajé enseñando español como lengua extranjera, sobre todo en Italia, pero ya acabando filología empecé a investigar sobre tradiciones populares y me dieron una beca para estudiar con una mujer que investigaba tradiciones. Estuve un año con ella y empecé a hacer teatro y cuentos allí. Había empezado ya en Zaragoza, pero en Italia fue cuando comencé de manera profesional ya”.
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En ese viaje formativo no estuvo sola. Encontró en el teatro, en la narración e incluso en la magia, caminos para pulir su estilo. “A mí hubo un mago que me ayudó mucho a ver que esto podía ser una profesión. Y luego, en España, vi a gente que ya empezaba a contar de manera profesional”.

El trabajo con Irene Vallejo
En su trasegar como narradora oral, uno de los proyectos más significativos de su carrera llegó de la mano de la escritora Irene Vallejo, autora de El infinito en un junco. Vallejo la invitó a coordinar un programa de narración en el Hospital Miguel Servet de Zaragoza, con niños hospitalizados en oncología y pediatría.
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“Irene tuvo un problema con su bebé cuando nació y estuvo muy bien atendida en el hospital. Ella quería devolver ese favor y montó este proyecto muy bonito que se llamaba Érase una voz. Quería que fueran narradores profesionales, remunerados, y que yo programara cada sesión”.
Cristina no solo programó, sino que se implicó de lleno en la experiencia durante dos años. “No es lo mismo ir a hacer un espectáculo que ir a ponerte en juego, porque esos niños te ponen mucho en discusión a ti. Tienes que ir con mucho cuidado, no esperar que participen, y darles su tiempo. Fue muy conmovedor”.
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Su primera vez en la ciudad
A Barranquilla, Cristina llegó con un repertorio en el que mezcló lo erótico, lo literario y lo tradicional. “Yo suelo ser bastante política contando también. Me gusta que haya humor, pero también que haya emoción y que se toquen problemáticas sociales”.
