Sofista, del griego sophistes, une sophía, sabiduría, con sophós, sabio. A los sofistas se les consideraba hábiles en conocimiento y elocuencia, más no sabios. Como los filósofos cobraban por sus servicios, los acusaban de buscar victorias a través de métodos embaucadores, crítica formulada por personajes como Sócrates. Desde el siglo V a.C., sofista comenzó a usarse como farsante o charlatán, y sofisma, como un argumento que parece válido, pero es incorrecto.

El debate sobre energía abunda en frases seductoras, pero escasea en gente que realmente entiende cómo funcionan los sistemas energéticos. Cuando Dan Yergin, historiador de la energía y analista respetado en el tema, afirma que la narrativa del petróleo y el gas “está cambiando”, no es un comentario al aire: es una advertencia. Tras décadas estudiando el sector su obra más conocida, The Prize, es la biblia moderna del petróleo. Ni activista ni detractor, es un observador riguroso del comportamiento de mercados, geopolítica y tecnologías. Su tesis reciente es difícil de digerir para los que creen que la transición energética es un acto de voluntad política pues él plantea que, en vez de transición, el mundo está viviendo una “agregación energética” (Colombia debería estar ya en esto pues, sin chances de escoger, debe sumar cualquier energía disponible). Las renovables crecen, pero no reemplazan a los fósiles a la vhelocidad prometida. La demanda eléctrica global sigue aumentando (digitalización, urbanización, suministro para IA) y frente a esa presión, el gas natural y el petróleo siguen siendo pilares del sistema porque su reemplazo exige tiempo, inversión, estabilidad política y coherencia regulatoria. No defiende al sector fósil, pero resalta el abismo entre retórica y realidad. Afirma que varios países desarrollados ya admiten que una transición acelerada y políticamente diseñada, pero no técnicamente viable, puede generar crisis de precios y vulnerabilidades de seguridad. Ha estudiado por décadas cómo se comportan los mercados en situaciones de escasez por lo que su advertencia no es teórica. Esa claridad está ausente en las discusiones locales. En América Latina, y en Colombia en particular, se confunde visión con dogma y deseo con capacidad; y la física y la economía no obedecen a discursos si no a realidades técnicas. Yergin no pide abandonar la descarbonización; sugiere guiarla con seriedad, con datos y con una comprensión real del sistema global para evitar graves errores. Su opinión pesa porque es respetado por petroleras, gobiernos y analistas climáticos; cuando pide replantear la narrativa debemos escucharlo y cuestionar, con rigor, si las metas de 2030 o 2050 que los gobiernos anuncian son alcanzables sin riesgos.

La transición no se pregona en discursos colmados de sofismas de distracción; se gestiona sin afectar a la sociedad que pretende proteger. Diseñada desde la ilusión generaría una crisis que afectaría el ya frágil equilibrio de nuestro sistema energético.

@achille1964