El Heraldo
Petro intervino por más de una hora el pasado 14 de febrero.
Colombia

La Ley del Montes | Petro: entre la calle y el balcón

¿Qué tan efectiva y riesgosa es la apuesta del presidente de entenderse directamente con el “pueblo”?

Desde la Casa de Nariño, el presidente Gustavo Petro decidió apostarle a dos herramientas inéditas, riesgosas y poderosas para gobernar: la calle y el balcón. Esta semana las puso a prueba. El martes, desde el balcón del segundo piso de la residencia presidencial, pronunció su discurso a quienes asistieron a la Plaza de Armas, luego de marchar para respaldar las iniciativas con las que aspira reformar los sistemas de salud, pensiones y laboral de los colombianos.

El discurso de Petro presidente no difiere mucho del discurso del Petro candidato. Y eso genera incertidumbre y causa nerviosismo en amplios sectores de la población. Petro presidente sigue hablando como Petro candidato. Se trata de un discurso polarizante, divisorio y radical, ajeno por completo al que debería pronunciar un jefe de Estado, que tiene sobre sus hombros la enorme responsabilidad de unir a la Nación. Petro no une: Petro divide. Mientras azuza los “buenos” contra los “malos” y al “pueblo” contra la “oligarquía”, le mete candela a un país cada día más polarizado. Es Petro –no la oposición– quien tiene la enorme responsabilidad de unir a los colombianos.

Pero Petro considera que debe gobernar solo para quienes lo eligieron y olvida la otra mitad de colombianos que no votaron por él, al igual que a los millones de colombianos que no votaron ni por él ni por Rodolfo Hernández.

Preocupa –mucho– que el presidente se aleje de los canales institucionales, aunque se muestre respetuoso de los mismos de labios para afuera. En su discurso desde el balcón de la Casa de Nariño así quedó demostrado. Al referirse al señalamiento de “dictador”, que le endilgan voceros de la oposición, Petro sostuvo que está siguiendo las vías institucionales cuando somete al Congreso la aprobación de sus iniciativas. Pero en ese mismo discurso, hábilmente, les hace saber a los congresistas que si no aprueban sus proyectos entonces el “pueblo” tomará medidas.

Ese tono intimidante no es propio de un gobernante que confía en las instituciones. Todo lo contrario: es propio de un autócrata, un gobernante cuyas decisiones no están sujetas a ningún tipo de restricción legal o política. Solo su voluntad es la que cuenta.

Pero apostarle a la calle también tiene grandes riesgos, porque es el escenario natural para los inconformes. Así quedó demostrado en las marchas del martes y el miércoles. Las primeras para respaldar las propuestas de Petro y las segundas para rechazarlas. A excepción de Barranquilla, en el resto del país los críticos del Gobierno duplicaron a sus amigos. Y cada día que pase el número seguirá creciendo, porque los inconformes serán mucho más. Un gobierno –cualquiera que sea, no solo el de Petro– sufre un proceso de desgaste natural desde el primer día que comienza a ejercer el mandato.

¿Qué tan efectiva y eficaz es la apuesta de Petro por la calle y el balcón?

De cara al “pueblo” y de espaldas al Congreso

El Estado se soporta en tres poderes: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Petro está al frente de uno de ellos por votación popular. La mayoría de los votantes así lo quiso. Cada poder es autónomo e independiente de los demás. Las relaciones entre ellos deben ser respetuosas y armónicas. Así funciona la democracia.

Pero hay gobernantes que consideran que su relación debe ser directamente con el “pueblo”, que es a quien deben rendirle cuentas. Petro es uno de ellos. Su apuesta es por lo que los expertos llaman “la democracia plebiscitaria”, que no es otra cosa que desconocer –de hecho– las vías institucionales para entenderse directamente con “el pueblo”.

De esta forma ejercen una presión indebida sobre los otros poderes –en caso de que se alejen de la voluntad del “pueblo”, es decir del gobernante– al tiempo que avivan la confrontación y la polarización. Cabalgando sobre el desprestigio del Congreso, Petro les hace saber a los congresistas que si no están de su lado allí está “el pueblo” para pasarles la cuenta de cobro.

Se trata, sin duda, de un mensaje tan peligroso, como antidemocrático. La pregunta es: ¿Qué hará mañana en caso de que la Rama Judicial rechace sus iniciativas por no cumplir con los requisitos exigidos por la ley? ¿También acudirá al “pueblo” para que ejerza presión contra las altas cortes?

El “pueblo” que sale a protestar también merece respeto

El escenario natural para tramitar y aprobar las leyes es el Congreso de la República. Así funcionan los sistemas democráticos. Colombia no será la excepción. Pretender –como quiere Petro– que sea la calle la que defina la suerte de las iniciativas es desconocer las vías institucionales. Punto. Son los congresistas los llamados a hacerse respetar. No es un asunto de mermelada, sino de valores democráticos. Los congresistas, también por voluntad del “pueblo”, llegaron a ocupar sus curules.

Ellos están ahí en representación y por voluntad del “pueblo”, es decir sus electores. ¿Es que acaso este “pueblo” es distinto al “pueblo” que respalda a Petro? ¿Es más “pueblo” el “pueblo” de Petro? El “pueblo” que sale a las calles a expresar su inconformidad por las medidas de Petro merece el mismo respeto y tratamiento que el “pueblo” que sale a las calles a respaldarlas. Y aunque a algunos petristas les cueste creerlo, Petro debe gobernar para ambos.

La fascinación del balcón en los gobernantes

Desde sus tiempos de alcalde de Bogotá, Gustavo Petro se ha valido del balcón para dirigirse a sus gobernados. Mientras el entonces procurador Alejandro Ordóñez lo sancionaba, Petro se defendía desde el balcón del Palacio Liévano, desde donde se dirigía a sus votantes, quienes lo escuchaban por horas.

Ahora decidió valerse también del balcón de la Casa de Nariño que da a la Plaza de Armas para hablarles a los colombianos, en compañía de su esposa, Verónica Alcocer, y de una de sus hijas. Juan Domingo Perón, en Argentina, también se valió del balcón de la Casa Rosada para hablarle al “pueblo”.

Desde el balcón tanto Perón como Evita, su esposa, se dirigían a los “descamisados”, es decir al “pueblo” excluido por las clases dominantes y la oligarquía. En sus tres mandatos, Perón encontró en el balcón su mejor escenario para transmitir sus mensajes a la multitud que asistía a la Plaza de Mayo a escucharlo. Hugo Chávez también se valió del balcón del Palacio de Miraflores para hablarles a los venezolanos, igual que Nicolás Maduro lo hace hoy.

Verónica Alcocer, primera dama protagonista

Contrario a lo que Petro piensa, el balcón no lo acerca al “pueblo”. Todo lo contrario: lo aleja, distancia y separa. El balcón también atenta contra el discurso de igualdad que tanto promueve, pues es pronunciado desde una condición de superioridad. El balcón se convierte para Petro en una especie de púlpito, desde el cual puede dirigirse a quienes esperan ansiosos sus órdenes y mandatos.

El balcón también obliga a centrar las miradas en quienes tienen el privilegio de acompañar al gobernante, que en el caso de Petro son su esposa y una de sus hijas.

La figura de Verónica Alcocer adquiere cada día más protagonismo y mayor importancia. Será una primera dama con un rol protagónico durante el mandato de Petro, como lo fue Evita durante los gobiernos de su esposo, Juan Domingo Perón.

 

Facebook
Twitter
Messenger
Whatsapp
Convierta a El Heraldo en su fuente de noticias
X
COMO REPORTAR A WASAPEA
1. Agrega a tu celular el número de Wasapea a EL HERALDO: +57 310 438 3838
2. Envía tus reportes, denuncias y opiniones a través de textos, fotografías y videos. Recuerda grabar y fotografiar los hechos horizontalmente.
3. EL HERALDO se encargará de hacer seguimiento a la información para luego publicarla en nuestros sitio web.
4. Recuerda que puedes enviarnos un video selfie relatándonos la situación.