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El Gobierno de Gustavo Petro, que cumple hoy tres años en el poder, se ha rajado estrepitosamente en dos de sus principales banderas de campaña: acabar con los hechos de corrupción al interior del Estado, una estela de estafas al erario público que criticaron ampliamente cuando era oposición, y la puesta en marcha de un programa oficialista claro, plural y organizado que permitiera una mejor sincronización entre todos los cambios del gabinete.

No ha habido ni lo uno ni lo otro. Petro, que fue elegido con la promesa de cambiar las condiciones sociales de los colombianos y las prácticas corruptas que han imperado en la política, ha tropezado con los males que quería combatir, lo que sumado a una alta dosis de improvisación, ha paralizado varias áreas de su gobierno. Además, en medio de las tempestades que ha sufrido, ha dejado al desnudo su problema para liderar el país con funcionarios que se han atrevido a lanzar reparos a alguna de sus intrucciones. En este sentido, el mandatario ha optado por apartalos del Gobierno, caso Cecilia López, José Alejandro Ocampo; Angela María Buitrago, exministra de Jusiticia, o Alejandro Gaviria, exministro de Educación, o por convivir -más por apariencia que por sentir- con figuras como la vicepresidenta Francia Márquez, que ha perdido cualquier ápice de poder dentro del ejecutivo tras el retiro del Ministerio de Igualdad.

Caso Ungrd

El escándalo de corrupción de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo, Ungrd, ha sido uno de los episodios más cuestionados y dolorosos del Gobierno de Gustavo Petro. Olmedo López, un hombre de izquierda, junto a Sneyder Pinilla, ambos exdirectivos de la entidad, llevaron a cabo, de acuerdo con la Fiscalía General de la Nación, un gran caso de malversación de recursos públicos en los que podrían estar involucrados otros miembros del Gobierno, congresistas y políticos de distintos partidos.

Luis Fernando Velasco, exministro del Interior; Ricardo Bonilla, exministro de Hacienda; Carlos Ramón González, exdirector del Dapre, Gloria Inés Ramírez, exministra de Trabajo y Guillermo Jaramillo, ministro de Salud, son algunos de los nombres sobre los que las autoridades indagan para esclarecer su responsabilidad en este nuevo episodio de degradación al interior del Estado.

“Al finalizar el tercer año de gobierno del presidente Gustavo Petro, el balance de la acción pública anticorrupción no es favorable. Las debilidades institucionales, el permanente choque de poderes con el legislativo y la rama judicial, el mínimo avance en sus principales apuestas en materia de lucha contra la corrupción, así como los escándalos de corrupción que involucran a funcionarios de su gobierno nombrados de manera directa, confirman una situación que se empezó a identificar en el primer y segundo año de su gobierno: el gobierno no tiene un compromiso suficiente ni plan ni estrategia concreta para luchar contra uno de los principales problemas que enfrenta Colombia”, aseguró Transparencia por Colombia en su más reciente informe.

De acuerdo con el observatorio, lo anterior se ha registrado “a pesar del discurso anticorrupción que abanderó durante su campaña presidencial”.

En este sentido, Transparencia señaló que la mayoría de las medidas adoptadas han carecido de concreción, alcance y articulación, siendo en su mayoría acciones parciales y descoordinadas.

“Apuestas significativas y que habrían sido fundamentales para la lucha contra la corrupción, como la Estrategia Nacional de Lucha contra la Corrupción (ENLCC), a tres años de gobierno han quedado reducidas a iniciativas limitadas, desarticuladas y poco efectivas para lograr contrarrestar de manera sistémica la corrupción”, concluyeron.

Mala relación

El presidente Petro ha desgastado parte de su capital político tensando cuerdas, de manera innecesaria, con el Gobierno de Estados Unidos, a raíz de las nuevas políticas migratorias, o con Irael, con quien cortó relaciones debido a la actual conflicto con Palestina. Sin embargo, lo que más ha generado un deterioro en su mandato han sido las crisis originadas constantemente con su equipo de Gobierno, que quedaron en evidencia de manera pública en un consejo de ministros televisado. Esa noche la molestia de Susana Muhamad y Francia Márquez contra el aterrizaje de Armando Benedetti y el poder que albergaba Laura Sarabia terminaron de abrir las costuras en un gabinete inconexo y en el que, hasta ahora, solo tiene voz y voto el presidente.

“Cualquier balance de este gobierno debe reconocer que Petro se ha equivocado en varios frentes. No hacerlo, con el único objetivo de ‘preservar la unidad’, es llevar a la izquierda a un suicidio político”, manifestó la socióloga Sara Tufano.

Con relación al futuro, de acuerdo con la académica, “Duque dejó la barra tan baja que ahora cualquiera quiere ser presidente. El panorama en la izquierda es desolador, no solo por la falta de cuadros, sino por la falta de propuestas para el país. Algunos creen que solo basta rendirle pleitesía y decirle te amo a Petro para ser el ungido”.

Por su parte, la analista política Sandra Borda considera que uno de los problemas de gobernanza de Petro ha sido su insistencia en centrarse en temas que no necesariamente son urgentes y claves para el país, como la actual crisis desatada con Perú por la soberanía de la isla Santa Rosa.

“Esa estrategia de Steve Bannon, implementada por Trump y por Petro en Colombia, que consiste en dominar el ciclo de noticias practicamente a diario, generando debates alrededor de propuestas e ideas que pocas veces se concretan en política pública, tiene un problema grave que estamos experimentando hoy en Colombia. Cuando realmente se trata de un asunto importante y que debe ser tratado con seriedad y cautela, el presidente no es efectivo a la hora de enviar un mensaje de urgencia y de manifiesta relevancia. Le pasa lo del pastorcito mentiroso: todo el mundo cree que es el intento del día por desviar la atención y por hacer política”, señaló la experta.

“La paradoja es clara: en su intento por monopolizar el ciclo de noticias y la atención a diario, se queda sin el enorme poder de convocar alrededor de las cosas realmente importantes, y ello lo inhibe de construir consensos alrededor de temas que no deberían generar polarización. Es decir, la estrategia le arrebata dosis importantes de liderazgo”, agregó.

Un año más difícil

La luna de miel de Petro con el poder duró menos de un año pues el 25 de abril de 2023, cuando llevaba solo ocho meses en el cargo, en un mensaje en la red social X, que ha convertido en su tribuna, dio por terminada “la coalición política pactada como mayoría” y pasó al choque frontal con el Congreso y la Rama Judicial.

“El Congreso de Colombia no tiene que encerrarse temeroso a nada, porque el Congreso de Colombia lo que tiene es simplemente que dialogar con su propio pueblo”, exclamó Petro el pasado 1 de mayo en un discurso ante miles de trabajadores en el que criticó duramente al Poder Legislativo por la oposición a su Gobierno.

Con ese panorama comienza hoy su último año en el poder, una etapa que estará caracterizada por un Congreso más pendiente en hacer política que en legislar, la ley de garantías y la férrea oposición de la derecha más radical tras el encarcelamiento domiciliario de Álvaro Uribe Vélez.

Opinión de Pares

De acuerdo con la Fundación Paz y Reconciliación, Pares, la llegada del primer gobierno de izquierda ha dejado al descubierto “las fracturas estructurales del sistema democrático: la persistencia de redes de corrupción, la sobrevivencia de alianzas antes condenadas, la adaptabilidad de los clanes políticos tradicionales”.

“Desde la Fundación Paz y Reconciliación entendemos que la palabra que mejor define al primer gobierno de izquierda en Colombia es transición. Pero esta transición ha sido inconclusa: su legitimidad social convive con una fragmentación política; su mandato electoral enfrenta resistencias institucionales ; y su programa de reformas choca con inercias administrativas, bloqueos normativos y tensiones internas”, señalaron.