Las cifras de quemados e intoxicados por pólvora que, el Instituto Nacional de Salud ha venido informando, hasta ahora, sigue siendo preocupante dada las afectaciones que estas generan, hacen deducir que, gran parte de la sociedad civil, han estado sordos, ciegos e indiferentes a la tarea de la campaña de prevención y sensibilización, en donde se alerta a cerca de los altos riesgos que representan la manipulación de pólvora.
Y queda por esperar lo que puede suceder el día 31 de diciembre en donde el uso de la pólvora se incrementa y representa uno de los mayores retos para el sector salud dado las lesiones que causa.
Hay que recordar que existen disposiciones constitucionales que salvaguardan a los niños y a los ciudadanos en general, que está el código del menor, que existen decretos que contienen normas que protegen a los menores de edad por el uso de artefactos pirotécnicos o fuegos artificiales, delito que cometen quienes no cumplen a cabalidad la responsabilidad de proteger el derecho a la vida y la integridad de los ciudadanos, sobre todo los adultos que usamos pólvora y que dejamos que los menores de edad la manipulen, cuando tenemos la corresponsabilidad de protegerlos, que como dice la Iglesia “es un pecado que los adultos entreguen pólvora a los menores para que se quemen y se intoxiquen”. Hay que recordar además que “en Colombia está prohibida toda venta de artículos pirotécnicos o fuegos artificiales y globos a menores de edad y a personas en estado de embriaguez”. Y este es uno de los aspectos que resultan de difícil control en dicha campaña ya que están ligados a las condiciones o situaciones sociales de alcoholismo, así como las condiciones culturales influyentes. Hay que seguir realizando esfuerzos como opinan los secretarios de salud, para cambiar los comportamientos culturales que nos llevan a utilizar este producto peligroso. Hay que seguir desarrollando estrategias de cultura ciudadana que, además de fortalecer el control legal, fortalezca el control social (cultural) e individual (moral) sobre el uso de la pólvora entre los ciudadanos. Es necesario que todos nos involucremos para que el 31 de diciembre, no tengamos que registrar como siempre niños quemados, con rostros desfigurados, con extremidades amputadas o intoxicados con pólvora.
Que las normas no solo incluyen el decomiso y captura para los expendedores, sino también sanciones civiles para los adultos que permitan que sus hijos manipulen pólvora, hasta cárceles para estos malos padre, por que dejar que los niños quemen pólvora es atentar o es dejar que ellos atenten contra su vida, o en el mejor de los casos por las secuelas que deja, someterlos a traumas psicológicos por el resto de su existencia. La felicidad que despierta en los niños las festividades decembrinas no debe verse opacada por la irresponsabilidad de dejarlos que jueguen con estos artefactos pirotécnicos.
Agustín Guerrero Salcedo



















