La industria piscícola del departamento del Atlántico y la región Caribe enfrenta retos ligados a la crisis climática mundial. La mortandad de peces en la Ciénaga Los Manatíes, reportada el pasado 29 de septiembre, expuso posibles efectos del calentamiento global sobre los sistemas de pesca y riego. Según la Corporación Autónoma Regional del Atlántico (CRA), el arroyo León transportó residuos orgánicos que, al degradarse, habrían reducido el oxígeno y causado la asfixia de los peces.
Otro desafío es un brote de la bacteria Streptococcus agalactiae, serotipo 1A, asociado a las altas temperaturas. Desde 2022 afecta los cultivos de la tilapia en todo el país y ya fue declarado emergencia sanitaria por el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA). En el Atlántico, la mortalidad en los estanques ha alcanzado tasas hasta del 80 %.
“Son dos problemáticas aparentemente distintas, con un factor común: la crisis climática”, dice Dayan Lozano Solano, investigadora del Centro de Investigaciones en Ciencias de la Vida (CICV) de la Universidad Simón Bolívar. De un lado, la falta de lluvias genera sedimentación y acumulación de residuos biológicos.
“Por otro lado, los picos de temperatura experimentados en los sistemas de cultivo provocan brotes agudos de estreptocosis en tilapia, lo que antes no sucedía”, explica.
En el CICV trabajan en tratamientos basados en bacteriófagos o fagos, un tipo de virus que solo infecta bacterias específicas sin afectar a otros organismos.
“Es una alternativa biotecnológica limpia, ya que los métodos tradicionales con antibióticos dejan residuos en los pescados que pueden ingerir los humanos y generar cepas resistentes”, complementa el profesor Germán Lozano Beltrán.
En China, el uso de fagos para el biocontrol de Streptococcus agalactiae ha reducido la carga bacteriana en peces y mejorado la supervivencia en ambientes de cultivo.
La experiencia fue conocida por el equipo de trabajo de Unisimón durante la visita de Hsiang Pin Lan y Zhou Enhua, expertos en patología piscícola y modelos de piscicultura intensiva, quienes dictaron un taller sobre tilapias sintomáticas y aislamiento de bacterias.
Jairo Amézquita, representante del Consejo Americano para la Exportación de la Soya (USSEC) en Latinoamérica, recalca que la cadena productiva progresará en la medida en que lo hagan los productores. “La industria piscícola ha sido un ejemplo de resiliencia; es muy pertinente que la academia y la ciencia se involucren para brindar soluciones”, dice Amézquita, quien acompañó a los especialistas chinos.
Ejemplos de otros países
La experiencia internacional ofrece otros referentes en Chile, donde la industria salmonera ha enfrentado crisis por sobrecarga de nutrientes, uso intensivo de antibióticos y el calentamiento de las aguas. En respuesta, centros de investigación y empresas de ese país han implementado controles más rigurosos sobre la calidad del agua, la densidad de cultivos y tratamientos con fagos. Estas medidas han permitido reducir las afectaciones y avanzar a un modelo productivo más sostenible.
“Este episodio no es aislado y único de Colombia: en distintas zonas, la reducción de lluvias ha favorecido la acumulación de sedimentos y disminuido la profundidad natural de los cuerpos de agua”, indica la profesora Lozano Solano.
También sostiene que “cuando el intercambio entre el agua dulce y el mar se altera, la renovación del oxígeno se hace insuficiente y los peces sufren estrés respiratorio, afectando su crecimiento y supervivencia”.
El caso chileno y la propuesta local comparten una visión: mitigar los efectos del clima mediante soluciones biológicas y sostenibles que ayuden a la piscicultura, uno de los sectores de más crecimiento de nuestro país. La aplicación de bacteriófagos podría ofrecer a la piscicultura colombiana una herramienta para enfrentar las enfermedades emergentes y las consecuencias ecológicas de la crisis climática.
“Son necesarias las medidas que ayuden a los piscicultores del Atlántico, grandes y pequeños, que han sido afectados y han tenido pérdidas económicas a causa de esta problemática”, advierte Lozano Beltrán.


