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Desde su fuero interno reconoce que nació para edificar su propio destino. Aunque la violencia interna del país ha calado en lo más hondo y ha desestabilizado cada factor de su vida cotidiana, con esos estragos construye nuevos caminos y edifica sus propias posibilidades.

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El joven Rafael Sánchez es un constructor. En su historia se refleja una parábola que podría indicar que sus manos tienen memoria: así como elaboraba, de pequeño, figuras de lego que lo obligaban a esforzarse por edificar tamaños cada vez más complejos, con ese mismo esfuerzo —pero multiplicado por mil— le ha tocado erigir su vida.

Aunque sigue escalando los peldaños que lo están llevando a sus sueños, al muchacho de padres barranquilleros ya le está empezando a llegar el fresco que viene de la cima: hace meses, fue admitido en Minerva University con una beca del 93 %.

Cabe resaltar que desde la fundación de esta universidad en 2012, solo siete colombianos han logrado ser admitidos, y la tasa de aceptación anual oscila entre el 1 % y el 3 %. Esta prestigiosa institución ha sido reconocida como la universidad más innovadora del mundo desde 2022, según el ranking Wuri, y cuenta con uno de los programas de pregrado más selectivos de Estados Unidos.

De cientos de miles, un sobreviviente del desplazamiento pudo. Ahora, Rafael está a punto de pisar suelo nortamericano. ¿Cómo lo hizo?

El lego que se desplomó

La pasión por los bloques armables quedó dentro suyo por muchos años. Y se volvió a manifestar cuando fundó el semillero de Lego en su colegio, en Acacías, Meta.

Allí, realizaban prototipos para resolver problemas de la institución y el colegio. Incluso, su primer proyecto fue un dron que medía los gases de efecto invernadero en los rebaños de ganado que había en la región.

Asistió a competencias regionales y locales; con sus compañeros diseñaron distintas soluciones; se enfocaron en la robótica y lo hidráulico; experimentó y vivió su pasión, y, de un momento para otro, la sólida columna de lego fue abatida por una guerra impropia.

“Un día, mi hermano mayor —que ahora vive en Estados Unidos— estaba de vacaciones. Estábamos abriendo el negocio y llegaron unos hombres. De repente, lo pusieron contra la pared con una pistola y lo amenazaron. Dijeron que había que pagar una cuota al dueño del territorio”, relató Rafael las extorsiones que empezaron a vivir.

Su familia se había mudado hace años al Meta, luego de que el asma le imposibilitara seguir viviendo en Bogotá. Fue una época de instantes trémulos: su papá enfermó y perdió el empleo; empezaron a vivir en una casa precaria, y sus padres cayeron en aquella inmensa brecha del desempleo que se simplifica en un dato. Pasaron de tenerlo todo a contar con nada.

“Lo que hicimos fue apegarnos a Dios. Algo curioso fue que, a pesar de la edad mi otra hermana y yo –ella tenía 7 u 8 años y yo 12 o 13—, entendimos la situación. Nunca nos opusimos, nunca nos quejamos. Fue como: ‘todos juntos vamos a salir adelante’”, recordó.

De la necesidad nació un negocio que representaba el origen de su familia: la venta de arepa de huevo y carimañola. Y así volvieron a resurgir y pagaron el arriendo, el colegio y el negocio. Pero fue con el auge de su establecimiento cuando llegaron las extorsiones.

“Nos amenazaron con arma en mano. Y las cosas comenzaron a ponerse aún más tensas. Nos robaron el carro. Y ya estábamos cansados de todo, así que vendimos las cosas que teníamos —literalmente todas: camas, televisores, todo— para irnos a Santa Marta, y de allá sacar un viaje a España. La idea era irnos completamente, porque estábamos agotados de la situación, pero empezó la cuarentena”, indicó el joven.

Rafael reconoce la inestabilidad en la historia de su familia. Ellos huyeron. Huyeron en busca de tiempos mejores. Huyeron de las salpicaduras de una guerra heredada, de un conflicto que estalla a cada instante en las zonas más remotas del país. Lo cierto es que, aunque lograron escapar de ella, el desplazamiento trae consigo la pobreza.

Cuando llegaron a Santa Marta, realizaban domicilios en una moto. “Empezamos a trabajar con Rappi. Mi papá y yo, trabajando en la misma moto. Le expliqué cómo se hacía, y le quedaba muy bien. Y las cosas se dieron. Se dieron lo suficiente para mantenernos”, y así volvió, una vez más, a resurgir la familia Sánchez.

SuministradaRafael, de 20 años, empezará en septiembre su pregrado en Minerva University, con una beca del 93%.

Partida de ajedrez con la vida

—Tienes que despertar, mirar para atrás y darte cuenta lo que estás haciendo— le exigió su padre en una de sus épocas más depresivas. Rafael había quedado en universidades prestigiosas de Colombia, pero no tenía los recursos económicos para solventar la matrícula, y en el Icfes le faltaron 10 puntos para ganar una beca.

Entonces, hizo caso, y recordó lo activo que fue en el colegio: su temporada siendo personero, las actividades sociales en las que participó, sus exposiciones llenas de elocuencias, las labores que beneficiaron a su comunidad. Rafael reconoció su valor, y su esperanza empañó los obstáculos y sus sueños apaciguaron los daños de la violencia.

“Entonces me dije: si yo pude hacer todo eso estando tan chiquito, ¿cómo ahora no voy a poder seguir adelante y buscar algo mejor que esto?. Me puse a investigar y me di cuenta de que tanto en Europa como en Estados Unidos dan becas bastante grandes que cubren casi todo. Y, pues nada, el simple hecho de estar en el exterior ya me libraba de esa preocupación o de ese miedo constante de persecución. Así que dije: Listo. Aquí fue. Hagámosle”, rememoró Sánchez.

Debía superar un reto: aprender inglés. Pero como no tenía dinero para pagar un curso formal, aprendió en Duolingo, veía videos en Youtube, leía libros y conversaba con gente en aplicaciones. Cada día le dedicaba entre 10 y 12 horas diarias, y a los 5 meses se convirtió en C1. Y esa fue la primera victoria. Jaque mate.

La pieza del rompecabezas

La partida aún no había acabado. Debía encontrar la universidad que le pagara todo, o casi todo. De esa forma, inició el exigente y costoso proceso de aplicación a universidades en EE. UU, en el que se requieren documentos académicos, cartas de recomendación y ensayos.

Para financiarlo, trabajó en un call center, en el que buscaba también mejorar su inglés conversacional. Rafael aplicó a decenas de universidades: el primer año fue admitido en 5, pero ninguna ofrecía beca completa.

De esa forma, el joven se esforzó por mejorar su perfil, así que se ganó una beca para ir a un congreso internacional de jóvenes en Hungría y representar a Colombia. Además, realizó una investigación sobre inmunología y ocupó el segundo lugar en la competencia internacional.

Con su hoja de vida mejorada, aplicó a 30 instituciones el siguiente año, y fue cuando quedó en Minerva University con el 93 % de la beca, un estímulo que cubre matrícula, alojamiento y alimentación.

Desde septiembre estudiará con doble titulación Ciencias Computacionales con Biología Molecular en San Francisco. Luego, seguirá cursando la carrera en Tokio, Buenos Aires y finalmente Berlín, antes de regresar a San Francisco para graduarse. Es un programa único y selectivo.

“La idea era estudiar Ingeniería Biomédica. Eso es lo que hacía en la Uniautónoma, por ejemplo. Allí ayudé a un profesor a hacer una prótesis ocular con materiales sostenibles y en 3D. Pero Minerva no tenía esa carrera. Entonces me fui por la parte de Ciencias Computacionales con Biología Molecular”, explicó.

Rafael confesó que pudo haberse quedado atrapado en una mentalidad pesimista. Pero no lo hizo. El joven entendió que era cuestión de ser fuerte y luchar por lo que uno quiere. Dijo que si uno no lucha sus propios sueños, nadie más lo hará, porque es su vida y son sus ambiciones.

La pieza para resolver el rompecabezas es el esfuerzo. Es no rendirse. Es la supervivencia y adaptarse al cambio. Para Rafael, es mejor intentarlo que morir sentado.

Esfuerzos por cubrir el 7 % faltante de la beca

Tal como se mencionó, la beca que se ganó cubre el 93 %, e incluye alimentación, matrícula y hospedaje. Para cubrir el 7 % que queda, Rafael ha estado gestionando recursos por su cuenta para cubrir los costos relacionados con su ingreso a la universidad en EE. UU.

No ha recurrido a créditos; en cambio, ha organizado rifas, actividades de recaudación de fondos y ha recibido apoyo de amigos, familiares y conocidos.

El joven tuvo la idea de crear una campaña en GoFundMe (una plataforma que permite recaudar fondos para diversas causas) y ha logrado reunir 1.770 dólares promocionándola por LinkedIn. En total, necesita 12 mil dólares para cubrir el 7 %.

Con las donaciones que le han hecho, ha pagado el cupo de admisión en la universidad, el trámite de la visa y los tiquetes a Bogotá para asistir a la cita consular.

Sin embargo, aún no tiene la visa, ya que no ha logrado agendar la cita debido a la suspensión temporal del sistema de asignación de turnos.

Aseguró que todo el proceso previo está completo y solo está a la espera de que se habilite el agendamiento. Él confía que podrá obtenerla pronto.