Las marcas que quedan en el alma y la mente son todavía peores que las cicatrices que permanecen en la piel. Hace exactamente un año al comerciante Luis Alfonso Llanos el desplome de un sector del puente Simón Bolívar, en la calle 30, en el municipio de Soledad, le infringió las marcas de un profundo trauma que no solo han debilitado su salud física, sino que han desgastado su estado mental.
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En medio de la penumbra de la madrugada del 31 de mayo de 2024, un grupo de automotores cruzaba el puente vehicular en la calle 30, en sentido sur-norte, con dirección a Barranquilla, la mayoría en procura de llegar a sus puestos de trabajo, a ganarse la vida con el trabajo honrado.
De pronto, sin anunciarse, como es característico en ella, se presentó la tragedia.
Una parte del puente, en el sector cuando la rampa ya va de bajada, se desplomó dejando un enorme cráter, con fango y lodo en el fondo, donde se precipitaron dos automóviles y una motocicleta.
“Sonó como una explosión. Uno de los carros cayó primero y el otro no alcanzó a ver el hueco, por eso se fue al vacío. Escuchaba voces de auxilio, yo acababa de pasar en mi moto por el sector”, manifestó un conductor a EL HERALDO, unos cuantos minutos después de la tragedia.
El saldo fue terrible: perdieron la vida Juan Bautista Caraballo Rivera, Ómar José Martínez Solís, Israel Rodríguez Pereira y Joel Alfonso Meriño Torregrosa.
Resultaron heridos Brenda Lizeth De las Salas Jiménez, Freddy Manuel Lalinde y Luis Alfonso Llanos Ferrer. Este último, uno de los más afectados, tuvo un trauma craneoencefálico severo. Desde ese momento su vida quedó llena de aquellas cicatrices que parecen irreparables.
“Quedaron muchas secuelas de ese accidente no solo físicas, sino también emocionales, son más devastadoras que las físicas. No ha sido un buen día para mí”, compartió a este medio la doctora Tatiana Cueto, esposa de Luis Alfonso, quien además es psicóloga y que ha visto el padecimiento de su esposo, en lo físico, pero sobre todo en lo espiritual y mental, en el primer año del siniestro.
Solo recordar la fecha provocó cierta incomodidad para Luis Alfonso, que prefirió no hablar de la experiencia. Todavía es muy reciente y esas brechas en el alma siguen abiertas. Sin embargo, Tatiana abrió su corazón para compartir lo que ha tenido que enfrentar desde hace un año.
“Mi esposo ha bajado de peso, tiene una lesión en la columna, en una rodilla, ha tenido dificultades a nivel emocional, tiene dependencia emocional mucho, no se sabe desenvolver solo, no le gusta estar solo, siente pánico de estar solo, ya está diagnosticado. Tiene ansiedad, depresión, en fin”, enumeró.
La afectación en su vida ha sido evidente para los dos. De su unión hay cuatro hijos, los dos menores terminando sus carreras universitarias. Ella apenas se reportó a trabajar nuevamente en un centro de formación técnica del Estado hace un par de meses, mientras que su esposo apenas y pudo volver muy esporádicamente a su negocio.
“Mi esposo era mayorista, él trabajaba en el Centro, tiene un puesto en el mercado, precisamente la noche que sucedió la situación él iba camino a su trabajo, en la madrugada, cuando pasó el siniestro allí, y pues claro que no ha sido igual, no ha sido igual. Yo apenas empecé a laborar, imagínese, todo este tiempo en la lucha, porque usted sabe que las necesidades están ahí”.
El silencio y la soledad
La madrugada del desplome del puente y sus posteriores horas encontraron a muchos héroes, gente valiente que se dedicó a tender la mano para tratar de rescatar a los heridos.
Wilder Rafael Monsalvo Osorio fue uno de los ciudadanos que se vistieron de rescatistas esa madrugada. En su momento le contó a esta casa editorial que tras el desplome asomó al cráter y “estaban los dos carros tirados ahí. Escuché voces pidiendo auxilio, como de una niña y otro señor que estaba afuera y otro señor de la moto también pidiendo auxilio”.
Los Bomberos de Soledad respondieron a la emergencia y pudieron ir rescatando a la gente. Sin embargo, ya habiendo pasado un año, aquellas voces de solidaridad se disiparon muy rápidamente. Las familias de los sobrevivientes no han escuchado nada más, todo se tornó silencioso, a tal punto que ni siquiera ellos conocen el motivo del desastre.
“No, de eso todavía no. Han salido reportes, uno que ha dicho que es una tubería de aguas residuales y no sé qué, pero nadie, o sea nadie, no han venido más nunca a decirnos nada. Nadie nos ha dicho: ‘este, mira, esto fue así’. Ni siquiera se han preocupado y así yo me imagino que por los otros sobrevivientes tampoco”.
EL HERALDO consultó con la Sociedad de Ingenieros del Atlántico sobre el informe que se generó unas semanas después de la tragedia, pero estos manifestaron que por acuerdos de confidencialidad no se pueden pronunciar sobre el tema, ya que el reporte, elaborado en conjunto con la Sociedad Colombiana de Ingenieros, ya fue entregado al Ministerio de Transporte y al Invías. Pero, ya pasado un año, no ha habido información nueva ni relevante, tampoco un pronunciamiento reciente de parte de estas entidades y tampoco se ha avanzado en el proceso de responsabilidad para reparar a las familias.
A la espera de una respuesta
Desde la Alcaldía de Soledad, el pasado 6 de mayo, se envió una misiva al Invías en la que pide “la intervención urgente para el mantenimiento del puente de la calle 30, frente al centro comercial Plaza del Sol, el cual evidencia un preocupante deterioro progresivo, lo que pudiera convertirse en situaciones de riesgo para la población”.
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A la fecha del cierre de esta publicación, desde la Alcaldía expresaron: “Continuamos esperando y confiando en que el Gobierno nacional, a través de sus entes de competencia en esa infraestructura, recupere esa malla vial trascendental para la región”. Trascendió que desde la oficina del Invías en Atlántico se solicitó a la entidad central la asignación de los recursos para la intervención del puente, sin respuesta aún.
Sigue preocupando el estado del puente

Este medio visitó nuevamente el puente Simón Bolívar, en la calle 30 en Soledad, para verificar el estado. Además de que es preocupante el deterioro de las orejas y retornos del mismo, lo cierto es que se evidencia un desnivel en el sector donde se desplomó la vez anterior y conductores han manifestado su temor a que un incidente pueda suceder nuevamente.
Por otro lado, la temporada invernal está por intensificar sus precipitaciones en el Caribe, por lo que la comunidad espera una intervención al mismo por parte de las autoridades nacionales a modo de prevención.