A mediados de este año, en el mes de julio, la arqueóloga Ruth Shady sorprendió al mundo con el hallazgo de una Ciudad Perdida llamada Peñico. El asentamiento data de unos 3.800 años de antigüedad y cuenta con un gran valor cultural al formar parte de la civilización Caral, considerada la más antigua de América, se estima que su creación data de 1800 y 1500 a.C. Paralela a la época de las primeras civilizaciones en Medio Oriente y Asia.
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En el paisaje desértico se deslumbra muros de adobe, que protegen su histórico interior caracterizados por 18 estructuras, entre ellas templos ceremoniales y conjuntos residenciales. Estos evidencian las bases de una ciudad de integración social, y que fuera centro de comercio entre las regiones de la costa, la sierra y la selva del Perú.
Una civilización sin armas
Lo más llamativo de este descubrimiento arqueológico fue lo que no se encontró : ni armas ni fortificaciones que evidenciaran un suceso de guerra. Los vestigios de Peñico, a pesar del polvo y el pasar de los años, son un testimonio de cómo esta cultura Caral priorizó la cooperación y el comercio sobre el conflicto. Sus plazas circulares, sus rituales musicales y su arquitectura resistente a sismos, reflejan una visión de la vida centrada en la armonía.
Entre uno de los imponentes desafíos de la supervivencia humana, una prolongada sequía obligó a los caral a replantear su condición de vida y adaptarse ante la adversidad. No contaron con la misma sabiduría las otras civilizaciones al responder con guerras o colapsos violentos, ante la adversidad.
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Por su parte, los habitantes de Peñico eligieron asentarse cerca de fuentes de agua de deshielo procedentes de glaciares. Las excavaciones muestran que, incluso en medio de la crisis, se dedicaron a la producción cultural; figurillas de yeso, collares y esculturas pintadas con pigmentos rojos demuestran un pueblo que defendía su identidad como civilización en tiempos de escasez.
Para Ruth Shady, el mensaje es claro: Peñico no es solo un hallazgo arqueológico, sino una lección para el presente. Sobretodo para un país como el Perú, que ha perdido más de la mitad de sus glaciares tropicales, el registro de la civilización caral demuestra que es posible sobrevivir a los desafíos climáticos mediante la cooperación y la resiliencia, dejando de un lado la violencia.
“Entre el polvo del desierto, Peñico revive para recordarnos que el ingenio humano y la paz también pueden ser estrategias de supervivencia”, señaló la arqueóloga durante la presentación del descubrimiento.
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