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Al reseñar recientemente el triste fallecimiento del músico y compositor venezolano Hugo Blanco, los medios de ese país y las agencias internacionales de noticias limitaron la importancia de su obra musical a solo a dos temas: Moliendo café, que data de 1960; y el Burrito sabanero, la pieza infantil navideña compuesta en 1975, que desde entonces hace parte de la banda sonora de todos los diciembres.

Aunque las dos composiciones son de notable impacto en el pentagrama latinoamericano; en Colombia, y concretamente en Barranquilla y el resto de la región Caribe, la creación de Hugo Blanco va más allá de estas canciones emblemáticas. En la segunda mitad de la década de los 60, tras el boom internacional de Moliendo café, el caraqueño consolidó su nombre en nuestro medio.

Barranquilla vivía una época esplendorosa en el plano musical, invadida por una pluralidad de ritmos tropicales que como granizada llegaban de toda la cuenca del Caribe para el deleite de los melómanos.

La radio, los picó de entonces, y las verbenas en su papel de epicentro masivo de esa receptividad musical, consintieron y situaron la producción de Hugo Blanco como un gran referente bailable. Así que mientras en Venezuela, su país natal, acuden apenas a Moliendo café y el Burrito sabanero para hacer alusión y reconocimiento a su trabajo, aquí podemos recordar con vasto conocimiento una diversidad de canciones que aún se bailan y se gozan como éxitos de actualidad recién salidos al mercado.

La Rinconada, La Chispita, Agua fresca, Si te vas te vas, El Marranito, Corazón de fresa, Calla corazón, El Avispón, Siruma, El Cigarrón, El Turpial, Seis Chorreao, Simón no tiene trabajo, Acuarela del río —magistral versión de esta pieza del folclor paraguayo—, hacen parte de nuestro cancionero popular como si fueran autoría de compositor costeño.

Donaldo García, veterano picotero que estuvo al frente de las tornamesas del Latin Soul, El Solista y El Isleño; e investigador acucioso de todo lo que tiene que ver con los ritmos caribeños, recuerda que los temas de Hugo Blanco se programaba en las verbenas como una especie de pausa musical para moderar el ritmo de los bailadores luego de una tanda de salsa dura.

'Era una música que se ponía para atenuar, para hacer un cambio de swing sin bajar el ambiente de goce. Lo curioso es que la gente que estaba bailando salía a descansar, porque ese era el objetivo, pero al mismo tiempo llegaba otro tropel de bailadores a disfrutar. En ese break la música de Hugo Blanco era ideal', manifiesta. El también investigador y melómano Rafael Bassi Labarrera, director del espacio radial Concierto Caribe de Uninorte Estéreo, considera a Hugo Blanco un explorador musical creador de nuevas sonoridades apoyado en un instrumento bien singular, como es el arpa.

'Creo que es un pionero en la implementación del arpa en la música latinoamericana, se cuenta entre otros grandes arpistas de la talla del uruguayo Roberto Pereira y el colombiano Edmar Castañeda', señala.

El coleccionista Óscar Pájaro recuerda que tal vez el primer disco de Hugo Blanco que ‘pegó’ en Barranquilla (a mediados de 1965), luego de Moliendo café, fue La Chispita, un instrumental bailable de 3 minutos.

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Imagen de Hugo Blanco en su juventud, siempre al lado del arpa.

'La música de Hugo Blanco es difícil de definir como género, pero yo la ubico entre la guaracha cubana que lleva la clave, y el golpe llanero autóctono venezolano. Música eminentemente tropical bailable que es la que le gusta al barranquillero', asegura.

Sin embargo, en Venezuela llamaron el estilo de Blanco como ritmo orquídea, una mezcla de música criolla y el nuevo sonido que le imprimía este músico, compositor, intérprete y arreglista.

Pájaro también hace mención a la faceta de Hugo Blanco en el cine. 'Recuerdo que en el teatro Apolo del barrios Las Nieves vi una película en la que actuó al lado de Simón Díaz y Lila Morillo, la cinta se llamaba La Isla de sal (filmada en 1964)'.

Hugo Blanco actuó igualmente en las cintas Lujuria Tropical (1962), Twist y crimen (1963); y musicalizó los filmes El Raspao y El rostro oculto.

Según el experimentado conocedor de ritmos de música popular, Didier Ariza, Hugo Blanco revolucionó el mercado con un sonido distinto, muy particular, y de notable calidad artística.

'Involucró el arpa, ese fue su gran aporte, su originalidad, lo que no había hecho nadie hasta ese momento en música tropical de baile. Hubiese sido un excelente protagonista en el Carnaval de las Artes. Lástima que nunca lo invitaron', agrega. La base instrumental del grupo que él presentaba como Hugo Blanco, su arpa viajera y su conjunto; la constituía arpa, guitarra, cuatro, güiro, quijada, cencerro, percusión, bajo y guitarra eléctrica. En algunas interpretaciones le incluyó trompeta y violín.

Didier Ariza añade a manera de anécdota, que la primera grabación de Moliendo café registraba como autor del disco a José Manzo Perroni, tío de Hugo Blanco.

'Parece que en ese tiempo (1960), en Venezuela los menores de edad no podían devengar honorarios, y por eso figuraba en el crédito su pariente. Luego hubo una polémica y se aclaró que era Hugo Blanco el autor de la pieza. Blanco contaba 20 años en ese entonces', explica Ariza.

Donaldo García asegura que los discos de Hugo Blanco llegaban a Barranquilla de contrabando, pues ninguna disquera nacional tenía licencia para grabar y difundir su música en el país.

'Muchos comerciantes iban a San Antonio del Táchira (Venezuela), compraban los LP y los traían a Barranquilla a través de Maicao. Su música se conoció en la ciudad a través de los picó, luego la programaron las emisoras', remata.

En el medio picoteril el tema El Cigarrón, éxito de Hugo Blanco, es un tema codiciado y de difícil consecución, afirma Óscar Pájaro. Fue un disco que a principios de los 70 impuso en las verbenas el picó El Sicodélico del barrio El Bosque, de propiedad de Miguel De Moya, cuando era su picotero el consagrado Luisito Salazar. Simón no tiene trabajo y Seis chorreao, fueron dos temas que Hugo Blanco grabó a ritmo de salsa pura, aporta también Donaldo García.

El fallecimiento de Hugo Blanco representa para Latinoamerica la pérdida de uno de sus grandes maestros, un artista que supo dejar una marca profunda con su vasta y fructífera creación.

En Barranquilla y el resto de la región Caribe tuvimos el privilegio de disfrutarla en su momento de mejor brillo.

Ahora lo despedimos con el recuerdo alegre de su música, que permanecerá por siempre para felicidad de quien la escuche.

Su vida

Hugo César Blanco Manzo, su nombre completo, nació en Caracas (Venezuela) el 25 de septiembre de 1940. Estaba próximo a cumplir 75 años. Falleció la madrugada del pasado domingo 14 de junio en la clínica Loira de Caracas, víctima de una hipoglucemia derivada de la diabetes. En 2007 sufrió un infarto y desde entonces su salud comenzó a deteriorarse. A los 12 años aprendió a tocar el cuatro y luego experimentó con el arpa, hasta convertirlo en su instrumento vital. En 1978 se casó con Ana Isabel Aranguren con quien tuvo tres hijos: Hugo David, Hugo César y Hugo Raúl.

Su música

Moliendo café, su pieza emblemática, la compuso en 1958, a los 18 años, pero fue grabada el 19 de diciembre de 1960. La primera versión fue de Mario Suárez. Hugo Blanco hizo la propia en 1961, y fue éxito total.

Es considerada la obra musical venezolana más difundida en el mundo entero, y ha sido adaptada a ritmos como la salsa, rumba flamenca, dance. Tiene muchos intérpretes de la talla de Xiomara Alfaro, Joe Quijano, Pérez Prado, Javier Solís, José Feliciano, Julio Iglesias, entre otros. Hugo Blanco también fue productor de artistas como Tania (Calla corazón) y de las Cuatro Monedas (Buena suerte).

Con este grupo y el tema Yo creo en Dios, ganó el Festival Barcelonista de la canción. En 1968 emprendió junto a Simón Díaz su proyecto humorístico de gaitas; con la Gaita de las locas, la de los borrachitos, los velorios.

A continuación cinco temas para recordar: