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“Se está haciendo un video para dejarlo como un testimonio, para cuando yo ya no esté en este planeta (…) para las próximas generaciones (…) Bueno, algún día me tengo que ir”. Así, justo antes de interpretar el éxito Costumbres, en su segunda aparición en Bellas Artes en México, el cantautor ‘manito’ Juan Gabriel demostraba que siempre pensaba en la eternidad.

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Adelantado a todos los tiempos posibles, ‘El Divo de Juárez’, genio absoluto dicho sea de paso, tenía presente que lo visual, acompañado de su magnífico repertorio musical, le alcanzarían ese anhelado deseo de quedar para siempre en la retina del mundo.

Cortesía NetflixEl cantante mexicano siempre se preocupó por documentar sus mejores momentos.

Por ello mismo, desde los años 70 empezó a grabar los momentos más íntimos de su vida porque sabía que, llegado el momento de la masificación del video, sería el momento para que el público conociera a Alberto Aguilera Valadez en su máxima expresión.

Y el momento es ahora en Juan Gabriel, debo, puedo y quiero, una pieza documental de cuatro partes que permite conocer al hombre detrás del mito, estrenada en Netflix.

El poder de la imagen

Juan Gabriel no solo cantó, escribió y compuso; también se filmó, se narró y se preservó. Y lo hizo con una lucidez que pocos artistas alcanzan respecto a su propio legado. “Hay una entrevista que hace Juan Gabriel con Ricardo Rocha en 1984 —recuerda María José Cuevas, directora del documental— en donde le preguntan justo eso, ¿no? De la eternidad, de que si quiere ser eterno. Y él, con una seguridad tremenda, voltea y dice: ‘Yo solo le digo que si yo me muero, en 15 minutos, ya paso la eternidad’. Lo tenía claro”.

Esa conciencia del tiempo, de su paso por la historia y de su papel en la cultura popular latinoamericana, es el eje que atraviesa el documental.

Cortesía NetflixEl cantante mexicano siempre se preocupó por documentar sus mejores momentos.

“Lo que él demostró, a pesar de que hace nueve años murió, es que sigue muy vigente, es omnipresente, se escucha en todas partes. Es un personaje que claramente luchó por tener este lugar y lo logró. Si regresamos el tiempo y pensamos en los años setenta, en el contexto en el que nace Juan Gabriel, un México, así como toda Latinoamérica, muy conservador, muy machista, y que desde tan temprana edad haya logrado vencer absolutamente todos los obstáculos… conquistó todo tipo de públicos. Entonces, creo que ese lugar en la historia, ahora, a pesar de que ya no está, pues es eterno”.

Una odisea técnica

Para lograr este documental, el equipo de producción enfrentó un reto monumental. La cantidad de material era tan vasta que, según Ivonne Gutiérrez, productora ejecutiva, el primer desafío fue simplemente entender lo que tenían entre manos.

“Recibimos más de 2.000 tapes de diferentes formatos. Pensemos que él se empezó a grabar desde los setenta y ochenta, donde el material iba evolucionando: teníamos 8 milímetros, Betacam, Super 8, 16 milímetros, VHS”.

Cortesía NetflixEl cantante mexicano siempre se preocupó por documentar sus mejores momentos.

La labor de catalogar, digitalizar y restaurar fue casi arqueológica. “El primer reto fue saber qué teníamos. Había que inventariar, catalogar todo. Había más de 30 mil fotos, un montón de álbumes, diapositivas, cartas, recortes de periódicos, infinidad de cosas. Lo primero fue saber qué hay. Después, empezar a ver el material, conseguir caseteras de todos los tipos y formatos, y además restaurar, porque el paso del tiempo se nota: cintas que se rompían, que tenían hongos, material que llevaba décadas guardado”, detalla Gutiérrez.

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El proceso total demandó una paciencia fuera de serie: siete meses de visionado y etiquetado, y luego, 21 meses de edición. “Era tal cual navegar por todo esto, generar una estructura y un orden lógico a partir de etiquetas, selecciones y procesos que eventualmente pudieran llegar a María José como directora y a Valeria Valenzuela como líder de edición”.