El guayacán es un árbol que se caracteriza por su madera dura y su colorida floración. Genera tantas garantías, que termina siendo usado en el diseño de muebles y en el sector de la construcción. Guayacán también era el apodo de Edwin Enrique Madera Velásquez.
Y definitivamente le caía al pelo esa manera de llamarlo, porque, más allá de su primer apellido, dicho apodo representaba tal cual el espíritu del mánager y propietario de La Troja: un hombre trabajador, incansable y que nunca se vio doblegado, según lo describen familiares y allegados.
El empresario, quien murió el pasado lunes 27 de octubre en la Clínica del Caribe de Barranquilla, era el alma del emblemático estadero y ahí la dejó, después de haberlo posicionado durante 59 años como un centro musical, el “templo de la salsa” de la Arenosa.
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Como coincidencias de la vida, este melómano, oriundo del municipio de Cereté (Córdoba), se despidió en la misma fecha en la que partió Nelson Pinedo ‘El Pollo Barranquillero’.
En todo caso, los gestores de grandes obras se vuelven inmortales, a través de sus legados, y eso sí que lo tienen claro la familia y amigos de ‘Guayacán’, quienes se encargarán de mantener las puertas abiertas de la famosa esquina de la calle 74 con carrera 44.
“La Troja definitivamente nunca fue solo de nosotros, sino que era de la ciudad. Ver cómo papá tuvo una trayectoria de muchos años y pudo forjar una marca, y pudo estar allí para todos nosotros. Agradecidos completamente con la ciudadanía y al ver cómo se pueden unir todo tipo de estratos, la unión fue de la salsa y aquí estamos y seguiremos, junto con mis hermanos sostendremos este legado”, señaló Ana Milé Madera, hija de Edwin, en diálogo con EL HERALDO.
El apoyo de la ciudad
En medio del dolor ocasionado por tener que darle el último adiós a su padre, la mujer se mostró impresionada al ver la cantidad de personas que se agolparon en el Cementerio Jardines de la Eternidad del Norte, sobre la Vía al Mar, para llevar un mensaje de fortaleza y solidaridad.
“Nos demuestran una vez más que La Troja nunca fue nuestra, siempre fue de la ciudad, siempre fue más de todos los que venían a compartir que de nosotros mismos que la trabajamos”.
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Ana Milé confiesa que el ‘trojero mayor’ siempre tenía claro que el día que ya no estuviera era su familia la que se iba a poner al frente de esta organización musical. Y así está ocurriendo: trabajadores y acérrimos amigos de Edwin, como Mauricio Meléndez, lo confirman.
“Demasiadas anécdotas y controversias también, porque era un patrón muy estricto en sus cosas, y decentemente nos decía lo que teníamos que hacer, llegaba: ‘Hagan esto, hagan aquello y sigan para su casa a descansar’. Desafortunadamente lo perdimos, pero La Troja va a continuar adelante”, dice Meléndez.
Este hombre ha sido el DJ de La Troja en los últimos 25 años, teniendo la responsabilidad de animar a hombres y mujeres, veteranos y jóvenes, haciendo uso de más de 10 mil vinilos de salsa, música africana, de carnaval y boleros.
Anécdota de una seguidora
Hasta su última morada también asistió Matilde Salas de Fernández, cliente que frecuenta el estadero con su pareja desde que este se encontraba al frente del Parque Tomás Suri Salcedo, en los 90.
“Asistimos a talleres de carnaval, de balada y todo. Para nosotros La Troja es nuestro club social. Edwin era un hombre íntegro, un amante de la música, entregado a toda su clientela, un hombre que siempre se acercaba cuando uno llegaba”, expresa la barranquillera.
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Haciendo memoria, Matilde cuenta una anécdota especial. Y es que, además de organizar ahí los eventos de su danza infantil Cumbiamberitos de San José, no olvida cuando ‘Guayacán’ Madera le abrió las puertas a su hijo para que presentara sus pininos en la música.“Tenemos un hijo músico que vive en Estados Unidos, cuando Rainer hizo sus pininos en la música aquí en Barranquilla, a la edad de 17 años, ahí Edwin lo acogió, nuestro hijo cantó en salsa el tema Amor no me abandones y fue un éxito en La Troja y posteriormente en las emisoras”, cuenta la ciudadana, quien asegura que estará agradecida toda la vida por este gesto.





















