El periodismo barranquillero está de luto y no precisamente por la muerte de uno de sus comunicadores sociales o fotógrafos, se trata de la partida de Pedro Acosta Laguna, conocido también como “Aguacate” que durante años laboró en el periódico EL HERALDO como conductor.
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Desde esta casa editorial ayudó en sus labores a todos los redactores, en especial a Gabriel García Márquez, con quien entabló una amistad duradera.
El fallecimiento de Acosta Laguna, de 95 años, ocurrió este jueves en la General del Norte, donde se encontraba internado desde la semana pasada.
Su servicio al volante también lo prestó en el extinto Diario del Caribe. Aguacate debido a su don de gente y habilidad comunicativa se convirtió en hombre clave para la redacción, especialmente del área local y judicial, ya que se conocía todos los rincones de la ciudad y siempre estaba sugiriendo temas a los periodistas. Su misión no solo era llevarlos hasta el lugar donde debían hacer su reportería, también hacía algunas anotaciones valiosas, por lo que fue catalogado como todo un cronista oral.

La periodista Loor Naissir, recordó que la amistad entre Gabo y Pedro fue tan sólida que llegaron a confesarse grandes secretos.
La comunicadora recordó que recordaron que cuando Gabriel García Márquez ganó el Premio Nobel de Literatura en 1982, y meses después regresó a su antigua casa periodística, EL HERALDO, una mañana tranquila, en medio de la ansiedad, y mucha expectativa por la llegada del Nobel, todos los redactores y los trabajadores de todas las secciones aguardaban el arribo de tan ilustre visitante, entre ellos Acosta Laguna, quien se sentó en un sofá y con toda la tranquilidad, empezó a leer el periódico, mientras otros corrían de un lado a otro para terminar de preparar el recibimiento de García Márquez, que escribía su habitual columna ‘La Jirafa’ bajo el seudónimo de “Septimus”.
“Recuerdo que cuando llegó Gabito a El Heraldo, rodeado de directivos y periodistas, vio sentado a Pedro Acosta en el famoso sofá donde se hacían las entrevistas; y se le acercó y lo llamó por su nombre y sus dos apellidos: “Pedro Acosta Laguna… Este viejo sí conoce mi vida, pero tenemos un pacto: ni él habla de mí, ni yo de él”.
Soltó su carcajada y Pedro respondió: “Soy una tumba”.
Duraron cinco minutos riéndose, pero nadie supo de qué.
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“Hace más o menos un mes mi colega Claudia Cuello me llamó para sugerirme hacer un libro de anécdotas contadas por Pedro, nuestro insigne conductor, que pasaba sus días en familia, ya no podía manejar. ¡Ni lo dejaban! Pero seguía lúcido y con la misma gracia de siempre para referir sus historias.“Podemos sorprenderlo”, me dijo Claudia.Pero su viaje a la eternidad estaba escrito y nadie lo sabía qué día. Se nos adelantó. Quedo pendiente en honrar su memoria reuniendo a todos los periodistas que vivieron momentos anecdóticos con sus apuntes de reportero empírico y tapando sus ojos con gafas oscuras.Paz en su nueva morada”, remató Naissir.