Hablar de educación en Colombia suele llevar a pensar en matemáticas, ciencias o tecnología. Sin embargo, expertos insisten en que el país necesita dar un paso más profundo que consiste en enseñar a reconocer, expresar y manejar las emociones que muchas veces son reprimidas por distintos factores.
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Rafael Bisquerra, presidente de la Red Internacional de Educación Emocional y Bienestar (RIEEB) y referente mundial en este campo, asegura que el reto es más grande de lo que parece: “Debemos preguntarnos si queremos seguir igual, con altos niveles de ansiedad, violencia y suicidios, o si apostamos por un cambio de paradigma”.
En su mensaje, resalta que la educación emocional no puede reducirse a talleres aislados o modas pasajeras. Es un proceso que comienza incluso antes del nacimiento y debe continuar durante toda la vida, desde la familia hasta la escuela, la universidad y el mundo laboral.
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Para Bisquerra, formar en emociones no es solo tarea de los docentes. Padres, madres y estudiantes también tienen un rol activo. “Es una responsabilidad compartida, porque no se trata solo de enseñar conocimientos, sino de aprender a vivir mejor con uno mismo y con los demás”.
Hacia la reconciliación
En medio de los retos que enfrenta Colombia en su tránsito hacia la paz, la educación emocional aparece como una herramienta clave para sanar heridas y reconstruir la confianza entre los ciudadanos.
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Así lo sostiene Luz Carol González, coordinadora académica del programa de Educación Emocional de la Universidad del Norte, quien resalta que este proceso “es fundamental para la reconciliación personal y social, pues contribuye a la reconstrucción de la identidad, del tejido social y de las relaciones fracturadas por la violencia”.
En un contexto marcado por el posconflicto, la polarización y la desconfianza en las instituciones, González asegura que potenciar las competencias socioemocionales permite más que reconocer las emociones:, ya que, ayuda a comprender nuestras vulnerabilidades, a ser compasivos y a mirarnos a nosotros mismos y al otro desde la empatía.
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“Los conflictos son inherentes al ser humano. Siempre existirán diferencias, pero si desarrollamos competencias socioemocionales entendemos que esas diferencias no tienen por qué separarnos, sino que pueden ser fuente de aprendizaje. Una adecuada gestión emocional facilita ese camino”.
El trabajo, dice, es especialmente importante cuando se trata de víctimas y victimarios. La conciencia y regulación emocional se vuelven esenciales para manejar sentimientos intensos como la ira, la tristeza o el rencor, y para evitar que estas emociones perpetúen ciclos de violencia. Ejercicios de empatía, autoestima y autonomía, añade, pueden ayudar a romper esas cadenas y abrir la puerta a nuevas formas de relacionarse.
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“La educación socioemocional no solo brinda herramientas para sanar el dolor, sino también para resignificarlo.Nos da la posibilidad de perdonar y reconciliarnos con nuestra propia historia, con quienes han hecho parte de ella y, finalmente, con la sociedad”.
La empatía es el camino
Colombia sigue contando sus heridas. Más de 9,8 millones de personas han sido reconocidas como víctimas del conflicto armado, y todo indica que para abril de 2026 la cifra superará los 10 millones. Ante este panorama, surge una pregunta clave: ¿cómo avanzar hacia el perdón y la reconciliación?
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La respuesta, según la doctora en Psicología y experta en inteligencias múltiples, Paola Alcázar, está en la empatía. “No se trata solo de ponerse en los zapatos del otro, sino de reconciliarnos con él”, explica.
La especialista destaca que esta capacidad cumple tres funciones esenciales en la reconstrucción social.
“Hay que reconocer el daño, porque sin aceptar lo que pasó no hay reparación posible. Bajar la hostilidad, dejando atrás el enojo y el rencor que dividen. Facilitar la reparación, creando un terreno fértil para reconstruir la confianza”.
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Desde la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner, la empatía moviliza dos capacidades: comprender al otro y gestionar las propias emociones.
“De esto necesita mucho nuestro país en estos momentos y hay que sembrarla en niños y jóvenes y enseñarla a todos.
La empatía, por tanto, no es ingenuidad ni debilidad. Es una fuerza ética y social que permite reconocer la dignidad humana, incluso en contextos de dolor”.
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Sanar desde la infancia
La psicóloga Lina Jiménez, enfatiza en que la falta de un acompañamiento emocional adecuado durante el desarrollo infantil deja huellas que pueden traducirse en comportamientos violentos o relaciones dañinas en la adultez. Por eso, enseñar desde temprana edad el valor del diálogo y la resolución pacífica de los conflictos no solo mejora la convivencia, sino que también constituye una forma de psicoeducar para la vida.
“El reto está en formar a niños, niñas y adolescentes en la gestión de sus emociones, en darles herramientas para tramitar los conflictos internos y externos de manera sana. Esa enseñanza ayuda a construir relaciones interpersonales más equilibradas, donde exista respeto y una higiene emocional que permita resolver tensiones sin caer en la hostilidad”.
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Reconocer emociones no es de débiles
El mensaje de la doctora en Psicología y experta en Inteligencias Múltiples, Paola Alcázar, para la juventud colombiana es entender que expresar lo que sienten no es un signo de debilidad, sino de inteligencia y fortaleza.
“A los jóvenes colombianos quiero decirles algo muy claro: ustedes tienen en sus manos la posibilidad de transformar la historia emocional del país. Aprender a reconocer y gestionar sus emociones no es solo un tema de bienestar personal, es un acto de liderazgo social”.
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El reto está en que esta generación convierta el “nunca más” en una realidad, entendiendo que el cambio empieza en la manera en que se relacionan consigo mismo y con los demás. Para ello, es clave entrenar tres tipos de inteligencia: emocional, interpersonal e intrapersonal. “Cada historia puede ser la semilla de un país más justo”.