Sin el estrés que muchas veces produce la cotidianidad y en un acto de total fraternidad, se lograban observar a numerosos sacerdotes que pactaron una cita especial en el Seminario Mayor Juan XXIII. Allí, donde solo se respira serenidad, celebraban un acontecimiento que está a punto de marcar un nuevo capítulo en la historia religiosa del Caribe.
Sonrientes, llenos de abrazos y felicitaciones, los nombres de Dimas Antonio Acuña Jiménez y Edgar Jesús Mejía eran los más buscados en el recinto, y es que son ellos los sacerdotes que hoy recibirán su ordenación como obispos en la Catedral Metropolitana María Reina.
El capítulo lo empezarán a escribir apenas ejerzan sus funciones. Sin embargo, ya han hecho historia. Además de ser de la misma región, Dimas Antonio Acuña Jiménez será el primer obispo nombrado de un municipio del Atlántico para la Diócesis de El Banco y Edgar Jesús Mejía supo labrar su camino desde el barrio Santuario, de la localidad Metropolitana de Barranquilla.

La vocación como misterio
Nacido el 25 de enero de 1972 en el ‘Pesebre del Atlántico’, Dimas Acuña es el mayor de cinco hermanos, hijo de un campesino y de una artesana, que a sus 18 años empezó a construir con ladrillos de fe aquella vocación que para él es todo un misterio.
“Uno inmediatamente no la comprende. Después uno va haciendo como una lectura de fe de los signos en los cuales Dios se va manifestando. Y uno va descubriendo que el Señor lo ha tenido presente. Incluso dice la palabra en Efesios 1, versículo 6: ‘Antes de crear el mundo, Dios nos ha elegido’. Y eso para mí, después que lo comprendí, me maravillaba”.
Recuerda su infancia en Usiacurí. La calidad humana de su gente hizo que este se convirtiera en el escenario de sus primeras iniciativas comunitarias.
“Cuando era niño, organizaba campeonatos de fútbol con mis amigos en el barrio. Había como una inquietud por servir siempre, sin esperar nada a cambio. Incluso nosotros en el barrio realizamos campeonatos de fútbol y nadie nos patrocinaba. Nosotros teníamos que hacer los trofeos nosotros mismos”.
Estas experiencias tempranas, marcadas por un deseo innato de servir a los demás, sembraron las semillas de lo que más tarde sería su vocación sacerdotal.
“Ese querer siempre servir a los demás, después se fue traduciendo en mi vida, hasta descubrir que era un llamado. Eso no es inmediato, sino que va surgiendo a la luz del Espíritu Santo, hasta que uno descubre que Dios lo llamó”. La transición hacia el sacerdocio no fue un camino sencillo ni lineal. Requirió discernimiento, guía y una apertura constante a los signos divinos.
“Ya cuando inicio la etapa de seminario es precisamente porque conozco a un sacerdote que me orienta valiéndose de todo eso, de esos talentos que Dios me había regalado y que yo había puesto al servicio para ayudar a los demás”.
Acuña recuerda con detalle su primera parroquia, el lugar donde sus años de formación se materializaron en el servicio pastoral.
“Tenía 26 años cuando fui asignado a mi primera parroquia en la ciudad, que fue Nuestra Señora de la Gracia de Fátima, en el barrio del Valle. Fue un tiempo de muchos aprendizajes y crecimiento, tanto personal como espiritual”.
Algunas de las iglesias que marcaron este camino de fe fueron: San Carlos Borromeo, San Agustín, Cristo Rey de Malambo, Santa Laura y en Nuestra Señora de la Gracia de Torcoroma.
“Viví cinco años en el seminario siendo formador y administrador, después del seminario fui a estudiar a Roma, regresé y seguí siendo párroco”.

Una gracia de Dios
Con profundo agradecimiento, el sacerdote recibe esta nueva ordenación en la que asumirá como obispo en la Diócesis de El Banco, donde tomará posesión el sábado 10 de agosto.
“El nombramiento como obispo es una gracia que el Señor me concede, me hace partícipe del ministerio de los apóstoles. Realmente considero un regalo que el Señor hace a la Iglesia, a mi familia, a mi pueblo y a la Iglesia Católica de Atlántico”.
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El padre Dimas es consciente de los desafíos que enfrenta en su nueva posición y está dispuesto a cumplir con responsabilidad cada una de las funciones que le sean otorgadas.
“El primer desafío siempre es lograr que el ministerio de El Banco esté en plena comunión, siempre hacer que ellos se sientan acogidos de mi parte”.
Enfatiza la importancia de la unidad y el apoyo mutuo. Además, reconoce la necesidad de responder a las demandas espirituales de la comunidad. “Considero que el Señor nos llama para que nosotros comuniquemos y compartamos su presencia, porque yo también voy a recibir de ellos muchas gracias de Dios y de la comunidad”.
Le cambió la vida
Descubrir la vocación sacerdotal no siempre es un proceso inmediato o evidente. Para algunos, como el padre Edgar Jesús Mejía, el llamado divino llegó después de una serie de encuentros y reflexiones que lograron cambiarle la vida por completo.
“Yo descubrí mi vocación ya un poquito avanzado en mi edad. En mi época de juventud nunca se me ocurrió ser sacerdote. Yo decía que así como el eco que se escucha en una iglesia cuando uno mueve algo y se escucha todo, así iba a ser la vida de oscura o una vida vacía y solo a un loco se le ocurriría ser sacerdote”.
Sin embargo, el destino tenía otros planes para él. Con el tiempo, comenzó a acercarse a la iglesia y a las cosas de Dios, en parte debido a la influencia de los sacerdotes que conoció en su comunidad.
Con 24 años, el padre Edgar ingresó al seminario. Había estudiado en el SENA, Técnico de Entrenamiento Municipal, con el propósito de convertirse en locutor deportivo o profesor de literatura, sus verdaderas pasiones juveniles.

Su primer destino pastoral fue el seminario, donde trabajó como formador tras terminar sus estudios. Su última parroquia fue Santa Laura y ahora será nuevo obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Barranquilla.
“Este nombramiento como obispo significa para mí todo un don de Dios. La gente hoy pide un pastor que sea cercano, un pastor que se escucha mucho en sus realidades, que acompañe, que esté presente. Y creo que hay que hacer eso fundamentalmente, sobre todo sabiendo acoger”.





















