'Se me erizan los vellos'. De esa manera tan tajante Luis Acosta un tomasino de pura cepa que no deja morir la tradición del Viernes Santo en su municipio cuenta lo que siente al ver pasar a los penitentes en el caño de Las Palomas.
Como todos los viernes Santo en el municipio de Santo Tomás, los flagelantes pagan su 'manda' por los milagros recibidos y esta Semana Santa no fue la excepción. Más de 20 flagelantes partieron desde este punto hasta caminar por la Calle de la Amargura o Calle de la Ciénaga siendo observados por centenares de personas que veían cómo las siete bolas de cera, llamadas disciplina, golpeaban una y otra vez en la espalda baja.
Además, otras penitencias como la copa de la amargura en la que una mujer vestida totalmente de blanco sostiene con su brazo derecho erguido una copa de vino. Así, caminando hacia atrás va cumpliendo su promesa.
Desde bien temprano los penitentes salieron para cumplir su promesa, acompañados por un sol que, a diferencia de otros años, estuvo más contemplativo que agobiante. La brisa iba de un lado a otro para refrescar el mediodía tomasino y ser un alivio para aquellos que caminaban descalzos por un camino destapado hasta llegar al casco urbano de Santo Tomás.
'Siempre vengo aquí hasta el caño. La brisa sopla más aquí y uno puede acompañarlos a ellos. Mucha gente critica esto pero ya hace parte de la tradición y venir a verlos es darles un apoyo, aunque ya no es como antes', explica Luis.
Y es que Santo Tomás se ha convertido en una parada obligatoria para los feligreses en la temporada santa con los penitentes que ya hacen parte de la idiosincrasia de los tomasinos.
Por ello, para adentrarse en este celebración de la Semana Mayor EL HERALDO estuvo en el municipio atlanticense para vivir de primera mano lo que fue este viernes de penitentes.
5 años de flagelo finalizados
Un lustro de flagelación fue lo que culminó este viernes Santo Adalberto Ariza, un hombre de 53 años que decidió pagar su manda por dos razones que significan mucho en su vida: la primera, una pareja que tuvo anteriormente estuvo a punto de perder un ojo. La otra, su pequeño hijo de escasos dos años, estuvo internado con neumonía y puso su fe para salvarlo.
'Primero me piqué 3 años por una muchacha con la que yo viví, se fregó un ojo y el médico dijo que si el ojo se salvaba era un milagro, yo pedí la manda y el ojo se salvó, yo pague 3 años. Luego mi hijo que también se me enfermo, lo tuve hospitalizado con neumonía, pedí la manda también que si mi hijo se salvaba, yo pagaba la manda. Dios me lo salvó, aquí estoy, gracias a Dios ya termine', dijo.
Por ello, se levantó bien temprano el viernes. A las 6 de la mañana ya estaba en pie de lucha para culminar su manda. Acompañado de sus familiares, que le daban ese apoyo, logró terminar el recorrido en la Calle de la Amargura o Calle de la Ciénaga.
'Me siento agradecido, agradecido con Dios, me siento bien, gracias a Dios. Me acompañaron mi hija, mi hermana, mi hermano, mi esposa, mi yerno. Un apoyo, un apoyo bien grande que le dan a uno fortaleza. Hoy no hizo casi calor porque sopló brisa, pero otros años ha sido peor. Este año ha sido más calmado porque ha soplado buena brisa y ha soplado. Pues más o menos, este año no sufrí tanto con el calor'.
Un penitente veterano
18 años han pasado desde la primera vez que Álvaro Jiménez decidiera tomar la disciplina y golpearse la espalda en un acto de fe y amor a su familia.
'Llevo 18 años. Primero la pagué por mi papá. Lo tenía internado. Decía que se me moría o no. Me aferré a eso. Salió hacia adelante. Pero ya después me dejó solito y seguí pagando manda por otro hijo mío que afortunadamente lo tengo vivo'.
Él, a sus 56 años, se preparó desde el jueves. Aprovechando que es reciclador y que día a día está en la calle caminando, recorriendo las calles de los municipios supo poner en práctica esa labor en pro de su manda.
'Me quité mis chancletas, caminé descalzo, para prepararme y que hoy (viernes) no me saliera ni una vejiga. Esta mañana me levanté a las 5 y media de la mañana. Salí un rato a caminar. Después llegué a la casa. Salí a las 9:25 a la casa y terminé el recorrido a las 12:50'.
Pero si hay algo por lo que este viernes Santo fue diferente para Álvaro es que demostró que aún en los momentos más complejos la solidaridad sale a relucir. Al ver en el camino que otro penitente no había podido salir a cumplir su manda pues no tenía las bolas de cera llamadas disciplina, optó por prestarle unas que llevaba extras.
'Aquí en Santo Tomás le pidieron 60,000 pesos por la disciplina. Y como uno es penitente uno no debe dejar atrás al compañero sino que debemos ayudarnos entre todos, por eso se la presté'.
El público llegó a Santo Tomás
Abarrotada de lado y lado estaba la Calle de la Amargura o Calle de la Ciénaga por dónde caminaron uno a uno los diferentes flagelantes que cumplieron su manda en Santo Tomás.
Uno de esos que llegó fue José Caballero quien aunque oriundo de Santo Tomás pero viviendo en Soledad nunca deja de asistir hasta el caño de Las Palomas para ver pasar a los flagelantes.
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'Yo diría que son mandas que ellos piden por algún familiar que han tenido enfermo. Entonces ellos piden eso y se les recupera la persona y ellos por su creencia, que es respetable, hacen esto'.
De igual forma explicó que la razón de llegar hasta el caño de Las Palomas es para ver primero que todos a los penitentes.
Por su parte Ilse Meza, quien acompaña a su esposo José dijo que aunque ya se ha vuelto una tradición seguir llegando hasta Santo Tomás los Viernes Santos para ella ya no deberían hacerlo.
'Para mí ya no deberían seguir haciendo esto aunque sea una tradición. No es bueno que se peguen de esa manera'.
La alcaldesa de Santo Tomás, Paula Hun Badillo, explicó a EL HERALDO que esta es una práctica que viene de muchos años atrás. 'Santo Tomás se muestra tranquilo como siempre. Tenemos varios eventos simultáneamente. Tenemos una exposición junto con la universidad en Magdalena. Una exposición de fotografías relacionadas con los flagelantes'.
De igual forma explicó que 'hubo presencia policial. Allá en el caño de Las Palomas estuvo nuestro inspector y está la comisaría de familia verificando que no haya ningún menor con estas prácticas'.





















