Los hijos de Sancho, una cocina compartida a la mesa

Una explosión de sabores, sensaciones y texturas, así es la vida de José ‘El Chato’ Barbosa, un cachaco costeñizado que aprendió a cocinar mientras vivía de manera ilegal en Europa, y que ahora se dedica a llevar lo mejor de la tradición de la gastronomía del Caribe a una mesa en la que todos son invitados a compartir.

Algunos de los recuerdos que le permite su memoria son los de la infancia, en la cual siempre tuvo una inclinación particular por las artes y la cocina, esta última la exploraba, pero no tenía certeza de todo lo que podía hacer a través de ella.

Tanto así que cuando egresa del colegio ni siquiera sabía que era posible estudiar y vivir de cocinar, por ello y otras motivaciones más decide hacer estudios en Periodismo y Literatura.

Allí su pasión por encontrar historias lo llevó a especializarse en Conflicto, y aunque escribía de todo un poco, su gran habilidad con las letras y el mundo de las ideas le permitió irse a Londres.

Debía durar una semana en territorio inglés, pero allí permaneció casi una década. En ese tiempo tuvo varios trabajos informales, de alguna forma debía sobrevivir. Sin embargo, el que más conectó con él fue el de la cocina, comenzó en un restaurante hindú, luego en un mexicano y terminó profesionalizandose en Cocina en Barcelona, España.

'Pasado el tiempo ya había estudiado, pero las cosas se pusieron muy complicadas para los que no teníamos papeles y decidí regresar a Colombia a volver a hacer periodismo y comencé a descubrir el país'.

‘El Chato’ comienza a trabajar con Señal Colombia haciendo reportería de conflicto, por lo que le tocó conocer los lugares más apartados del país. Ahí no solo comenzó a descubrir las historias de las víctimas, sino también las de la gastronomía colombiana.

'En ese proceso me enamoré de los sabores de Colombia y con el conocimiento que ya tenía en Cocina, quise comenzar a explorar posibilidades, de lo cual surgió un primer proyecto en Bogotá que abandoné luego de un tiempo'.

Tras esto se convirtió en asesor gastronómico, viajaba visitando restaurantes y ayudándoles a mejorar, hasta que en una de esas asesorías en Barranquilla lo tomó por sorpresa la pandemia y lo obligó a quedarse en la capital atlanticense.

En esa creación ‘El Chato’ encontró valor a través de los elementos gastronómicos tradicionales del departamento del Atlántico, pero también en los haceres de la informalidad barranquillera.

Con una carta muy bien estructurada se conforma ‘Los Hijos de Sancho’, una cocina para compartir con toque local. Cócteles con base de corozo y tamarindo; carnes en cocciones lentas; puré de millo y yuca, y embutidos artesanales, son solo algunas de las delicias que se roban el corazón de los comensales.

'Con Los Hijos de Sancho hemos creado toda una experiencia alrededor de la cocina tradicional, exaltando los sabores del Caribe. Nuestros platos cuentan historias buscan reivindicar los saberes'.