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Un diminuto grano de arroz, las ramas de los árboles, las espinas de un bocachico, las flores, e incluso las estrellas son la principal inspiración para Luz Marina Pernía Domicó, artesana de la etnia Emberá Katío, una raza indígena que con sus diseños pasó de lucir sus coloridos collares en los resguardos en el Alto Sinú, para recorrer las pasarelas más prestigiosas a nivel nacional.

Más que un emprendimiento y un bello objeto decorativo, se trata de una labor ancestral utilizada como contenedor de la memoria de una cultura, de una lengua, de un modo de vida, y de una estética que le ha permitido trascender los límites geográficos de su entorno y de su propia imaginación.

Con 1.50 metros de estatura, piel trigueña, cabello liso, largo y oscuro, de rostro serio pero de carácter afable, Luz Marina Pernía Domicó es dueña de unas manos capaces de convertir las artesanías en finas ‘joyas’, ya sea en la elaboración de collares, okamas, pectorales, aretes, anillos, brazaletes, recamados en prendas de vestir o calzado, entre otros productos con los que se resumen los fragmentos de su vida y de sus sueños.

'Esas artesanías salen de nuestra inspiración, representan nuestra cultura, lo que nosotros somos como indígenas, es una forma de no olvidar de dónde venimos por eso las hacemos, las usamos y las mostramos al mundo', dice en castellano, su segunda lengua.

Además de utilizar sus manos para enfilar las mostacillas y trazar líneas con el poliéster, Pernía Domicó, de 36 años, también pila el arroz, desgaja los racimos de plátano, rebana la carne y prepara los alimentos que ofrece a sus cuatro hijos y a su compañero de vida Luis Ángel Domicó, para quienes además fabrica amorosas caricias.

'Hoy en día a las personas les llama la atención los diseños que nosotros hacemos, y nos piden por encargo', señaló.

Si bien se requiere cierta maestría para ser un artesano consagrado, para el caso de los miembros de la etnia Emberá Katío del Alto Sinú se trata de un proceso que se aprende desde casa, como si de modales se tratara.

'A los menores se les enseña en medio de la cotidianidad, yo le pido que me hagan una cosa y les explico la forma cómo tienen que hacer, y ahí van cogiendo la técnica hasta que ellos mismos comienzan a hacer sus propias artesanías. Mis dos hijas mayores terminaron los estudios, son bachilleres. Ahora faltan los dos menores para terminar. Por ellos yo quiero salir adelante a través de mi inspiración', indicó.

El oficio presenta grados de dificultad, de tal manera que en la elaboración de artesanías, la maestría se alcanza cuando se es capaz de diseñar utensilios grandes.

'Lo más fácil de aprender son las manillas y algunos aretes, incluso algunos collares. Una manilla de 10 líneas lleva una hora y media en fabricarla. En un solo día podemos hacer unas 4 manillas, porque nos toca dedicar el tiempo también a las labores de la casa. Lo más difícil son los monederos, los bolsos, los aretes y los collares grandes, eso lleva más o menos 15 días cada uno', señala.

Resiliencia. Pasar de los resguardos a las pasarelas y tener la atención de los diversos públicos no ha sido fácil, pero tampoco un imposible para las comunidades de artesanos Emberá, quienes a pesar de los innumerables problemas a causa de necesidades básicas insatisfechas y altos niveles de pobreza, se destacan por su capacidad de resiliencia y de resistencia, lo que les ha permitido adaptarse a las dificultades del clima y de la cruenta guerra que se padece en el sur de Córdoba.

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'Yo soy desplazada desde el año 1995, me vine a vivir al casco urbano de Tierralta, entonces desde allí quedé rodando por algunos sectores, ahora tengo una casita donde cuento con una zona verde para poder sembrar algunas cositas. Ahí estamos viviendo, tras llegar del Parque Natural Nudo de Paramillo. Sobrevivimos mis cinco hermanos y mi mamá Nora Domicó, pero mi papá, Jorge Eliécer Pernía desapareció en esa época', recuerda con tristeza.

Es la tercera de cinco hermanos, y por cuestión de la violencia que los persiguió, no acudió a la escuela; sin embargo, su instinto creativo le permite trazar triángulos, circunferencias, y líneas con gran exactitud.

'Yo creo que eso es por la práctica, nosotros no tenemos regla ni nada, las mediciones las hacemos según el número de mostacillas que se requieren y las ponemos en orden para que quede nivelada y recta', dice con humildad.

El municipio de Tierralta está ubicado a 81 kilómetros de Montería, incrustado en las faldas del Nudo de Paramillo, allí creció Luz Marina Pernía Domicó, lejos de las pasarelas y catálogos de la moda convencional; sin embargo, fue influenciada por sus raíces y el espíritu ancestral de su cultura que nutre su creatividad a través de la flora y la fauna.

La artesanía originariamente es una labor femenina, pero con el paso del tiempo comenzó a ser un conocimiento casi que de obligatorio aprendizaje para los hombres, ya que la artesanía constituye la principal o quizás la única fuente de ingreso.

'Esta es una comunidad que fue afectada por los grupos armados; entonces, en el año 2015 varias familias indígenas en calidad de desplazadas pensamos en asociarnos, tanto las mujeres como los hombres, para mostrar y vender nuestra cultura', rememora Wilson Domicó, representante legal de Ebera Neka, una marca de artesanos que agrupa a 28 asociados, seis hombres y 22 mujeres.

{"titulo":"La comunidad que ‘domó’ el agua en la Ciénaga del Bajo Sinú","enlace":"https://www.elheraldo.co/cordoba/la-comunidad-que-domo-el-agua-en-la-cienaga-del-bajo-sinu-875589"}

'Empezamos a trabajar con las diseñadoras, algunas son cordobesas y otras son del interior del país. Eso nos ha permitido estar en pasarelas de moda en Montería, Bogotá, Cartagena, Medellín, Cali e incluso hemos hecho envíos con muestras para los Estados Unidos y para España', enumera el empresario.

Los Emberá utilizaban inicialmente semillas para la elaboración de las artesanías, pero debido a la época de la violencia muchas de esas técnicas quedaron en el olvido.

'Nosotros actualmente utilizamos la mostacilla, no es nuestra, pero ya estamos tratando de recuperar la tradición cultural que era el uso de semillas; es algo que queremos producir en nuestro propio resguardo, pero toma tiempo porque las nuevas generaciones han perdido algo del conocimiento de los indígenas anteriores', asegura.

Ebera Neka no solo busca preservar la forma de producción tradicional, sino proteger su cultura e impedir que otros se apropien de ella, especialmente en recibir por sus piezas artesanales el valor justo; es decir, que las ganancias lleguen a los artesanos y no las acaparen los intermediarios.

'Nosotros nos encargamos de vender los productos de cada diseñadora, y a ella se le entrega el 90 por ciento y el 10 por ciento es para la administración. Y cuando hay pedido, se reúnen a los 28 socios y las ganancias se reparten en partes iguales', manifestó.

Los artesanos Emberá han contado con el apoyo de la empresa Urrá y del Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial, Pdet, que les ha permitido realizar con éxito cursos de recamado, bordado, diseño, patronaje, joyería, creatividad e innovación que los mantiene a la vanguardia del mercado.

'Actualmente tenemos una parcela productiva donde las mujeres que trabajan las artesanías; además, pueden producir alimentos. Por lo menos estamos tratando de producir cachama, pero también hemos previsto elaborar el concentrado alternativo para el alimento de los peces. Nosotros contamos con la empresa Urrá, los mismos 28 socios hacen parte de este proyecto, pero también tenemos otras personas que se han vinculado desde diferentes asociaciones', puntualizó.