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El mercurio se puede conseguir en varias formas, está presente de forma natural en el ambiente: elemental (o metálico) e inorgánico (al que la gente se puede ver expuesta en ciertos trabajos); u orgánico, el cual llega al cuerpo humano por los alimentos.

El grado de toxicidad y sus efectos sobre los sistemas nervioso e inmunitario, el aparato digestivo, la piel y los pulmones riñones y ojos varían dependiendo del tipo al que pertenezca.

El proveniente de forma natural en la corteza terrestre, puede venir de actividad volcánica, la erosión de las rocas o la actividad humana.

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La última puede proceder de procesos industriales como la combustión de carbón en centrales eléctricas o la extracción minera de mercurio, oro (el cual se extrae con cianuro) y otros metales.

Cuando el mercurio es liberado, algunas bacterias pueden someterlo a un proceso de transformación a metilmercurio. Es este el que se acumula en peces y mariscos y luego llega a depredadores que se alimentaron de las especies que lo ingirieron.

El consumo de pescados y mariscos o la inhalación de vapores de mercurio por procesos industriales son de las formas más comunes de la exposición al mercurio del ser humano.

Para esta entidad el mercurio es uno de los diez productos o grupos de productos químicos que plantean especiales problemas de salud pública, y como dato adicional mencionan que es un elemento que no se puede destruir.

​Señala además que todas las personas están expuestas a cierto nivel de mercurio, aclarando que en la mayoría de los casos se trata de niveles bajos.

Sin embargo cuando una persona se ve expuesta por un tiempo prolongado a gran cantidad puede tener efectos en su salud, dependiendo de diversos factores que determinan la gravedad de la afectación.

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​Entre los factores que determinan eventuales efectos sobre la salud, así como su gravedad, la OMS destaca la forma de mercurio de que se trate, la dosis, la edad o el estadio de desarrollo de la persona expuesta (la etapa fetal es la más vulnerable), la duración de la exposición y la vía de exposición (inhalación, ingestión o contacto cutáneo).

La afectación en los embarazos

El primer grupo vulnerable a los efectos del mercurio son los fetos, especialmente sobre el desarrollo.

'La exposición intrauterina a metilmercurio por consumo materno de pescado o marisco puede dañar el cerebro y el sistema nervioso en pleno crecimiento del bebé. La principal consecuencia sanitaria del metilmercurio es la alteración del desarrollo neurológico', explica la OMS.

​Dentro de las afectaciones se encuentran las del pensamiento cognitivo, la memoria, la capacidad de concentración, el lenguaje y las aptitudes motoras y espacio-visuales finas del niño.

Otro grupo vulnerable es el de quienes están expuestos de manera crónica a niveles elevados de mercurio, como aquellas poblaciones que practican pesca.

Datos de la Organización indican que entre 1,5 y 17 de cada mil niños que viven en este tipo de poblaciones presentaban trastornos cognitivos (leve retraso mental) causados por el consumo de pescado contaminado.

En Minamata, Japón, entre 1932 y 1936 una fábrica de ácido acético estuvo vertiendo en la bahía de Minamata líquidos residuales que contenían elevadas concentraciones de metilmercurio.

​Esto hizo que los peces y mariscos, los cuales eran el principal sustento de los habitantes, se contaminaran. Esta contaminación hizo que al menos 50 mil personas resultaran afectadas, de esas 2 mil casos fueron catalogados como 'la enfermedad de Minamata', que tuvo afectaciones en el cerebro, parálisis, habla incoherente y estados delirantes.

Por otra parte, la inhalación de vapor de mercurio puede perjudicar los sistemas nervioso e inmunitario, el aparato digestivo y los pulmones y riñones, con consecuencias, a veces, fatales.

'Las sales de mercurio inorgánicas son corrosivas para la piel, los ojos y el tracto intestinal y, al ser ingeridas, pueden resultar tóxicas para los riñones', añade la OMS

​Además, en trabajadores que han sido expuestos durante un largo periodo a niveles atmosféricos de al menos 20 μg/m3 de mercurio elemental se pueden observar efectos en el sistema nervioso central y en los riñones.

Las concentraciones de mercurio en la sangre indican una exposición reciente o actual y pueden reflejar tanto la exposición al mercurio elemental como al metilmercurio. Aunque la OMS determinó que 'la concentración de mercurio en el cabello es unas 250 veces superior a la concentración en sangre'.

El mercurio no solo está presente en peces y maricos o en el ambiente de las poblaciones mineras, muchos productos como las pilas, termómetros y barómetros, lámparas, amalgamas dentales o productos para aclarar la piel lo contienen.

En 2009, una consulta de expertos organizada por la OMS arrojó respecto a que una prohibición mundial y a corto plazo de las amalgamas plantearía problemas de salud pública y para el sector de la odontología, sin embargo coincidieron en la eliminación gradual fomentando la prevención y alternativas a las amalgamas.

En 2013 los gobiernos adoptaron el Convenio de Minamata sobre el mercurio. En el adquieren el compromiso para la aplicación de una serie de medidas, entre ellas acabar con las emisiones de mercurio a la atmósfera y reducir paulatinamente los productos que contienen este elemento.