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De la Calle, Fajardo y Robledo anunciaron su voto en blanco para la segunda vuelta. Archivo
Política

Ley del Montes | Tiro al blanco

El voto en blanco podría convertirse en el hecho político de la segunda vuelta presidencial. Ni Duque ni Petro lo tenían entre sus planes.

Los anuncios de Sergio Fajardo y Humberto de la Calle, en el sentido de que el próximo 17 de junio, cuando se lleve a cabo la segunda vuelta presidencial, votarán en blanco, dieron inicio a una gran controversia acerca de su utilidad y su conveniencia. Amigos y adversarios de los dos excandidatos se han pronunciado a favor y en contra de la decisión, pues consideran que un “guiño”, ya sea por Iván Duque o por Gustavo Petro -los finalistas-, serviría para llevar una buena cantidad de votos a sus arcas. 

En el caso de Fajardo, se trata de 4.588.299 y en el de De la Calle son 399.100. Aunque ninguno de esos votos es endosable, es indudable que un pronunciamiento favorable a Duque o a Petro hubiera caído muy bien en esta época donde todo voto cuenta. Eso no ocurrió y por esa razón, tanto Fajardo como De la Calle son objeto de todo tipo de reclamos. De los tres candidatos perdedores, el que sí tomo partido fue Germán Vargas Lleras, cuya votación en primera vuelta fue de 1.407.495 votos, quien anunció que respaldará a Duque.

El más inconforme de los inconformes es Petro, quien se despachó en Twitter en contra de la decisión de Fajardo y De la Calle: “El voto en blanco solo es un voto por Uribe/Duque”, escribió inicialmente y luego complementó la declaración con otro trino: “Si tres millones de colombianos votan en blanco, eligen a Duque. Duque gana con sus votos y con los votos en blanco”. Pero Petro fue más allá al expresar su malestar, al asegurar que si “Fajardo, Robledo, Mockus o De la Calle hubieran sido los candidatos en la segunda vuelta contra Uribe/Duque, no lo dudo un segundo, voto por ellos”.

Llama la atención -sin embargo- que en la segunda vuelta presidencial de 2010, cuando fueron finalistas el entonces candidato uribista Juan Manuel Santos -el Duque de la época- y el candidato de la Ola Verde, Antanas Mockus -el Petro de hoy- el mismo Petro que hoy cuestiona y critica el voto en blanco, lo respaldó y hasta justificó su proceder, siendo entonces candidato presidencial del Polo Democrático. “Un voto en blanco es un voto menos para Santos y para Mockus, pero puede demostrar futuro”, escribió Petro en su cuenta de Twitter el 6 de junio de 2010. Posteriormente se preguntó: “¿Desde cuándo el voto en blanco es antidemocrático?”.

Otro protagonista de las elecciones de 2010 que aprovechó la ocasión para pasarle cuenta de cobro y de paso refrescarle la memoria a Petro, fue el senador del Polo Democrático, Jorge Robledo, quien declaró: “En las elecciones de 2010, el Polo hizo consulta, yo estuve con Carlos Gaviria, pero una vez ganó Petro, yo lo apoyé, como lo hizo el Polo. Lamentablemente, una vez Santos ganó en la segunda vuelta, el doctor Petro, sin consultar al Polo, hizo un acuerdo con Santos”.

Sergio Fajardo justificó su decisión al afirmar que “en campaña dije una y otra vez que ni Duque ni Petro y no lo hice como una artimaña estratégica. Lo dije porque pienso que ninguno de los dos representa lo que nosotros queremos para Colombia”, mientras que De la Calle sostuvo que “en mi caso, votar en blanco es lo que me dicta mi conciencia”.

Hasta magistrados del Consejo Nacional Electoral (CNE) opinaron sobre la controversia. Armando Novoa sostuvo que la casilla del voto en blanco no debe ser considerada en el tarjetón de la segunda vuelta, pues las que deben estar son las de los dos candidatos que obtuvieron la mayor votación. Novoa -que llegó al CNE con el respaldo del Polo Democrático, la Alianza Verde y el Mira- afirmó que las expresiones de inconformidad deben hacerse dentro de lo que contempla la Constitución.

El crecimiento de la opción del voto en blanco terminó por darle mayor interés a la segunda vuelta presidencial, que para muchos sería muy aburrida, puesto que daban por hecho que la pelea de Duque contra Petro era entre un tigre y un burro amarrado, o entre un toche y una guayaba madura. Con el voto en blanco tomando mucha fuerza, más de un “votante huérfano” (cuyo candidato no pasó a la segunda vuelta) o indeciso (ni Duque ni Petro lo convencen), podría inclinarse por votar en blanco, como forma de expresar su rechazo a los dos candidatos. A ellos podrían sumarse aquellos abstencionistas de la primera vuelta que ahora -motivados por esta especie de voto castigo- decidan acudir a las urnas para votar por el “Señor Blanco”.

¿Qué pasará en la segunda vuelta con el voto en blanco? ¿Quién gana y quién pierde con el voto en blanco? ¿Para qué sirve el voto en blanco?

Sin voto en blanco se fomenta el abstencionismo

Contrario a lo que piensan algunas personas, entre ellas el magistrado Armando Novoa, del CNE, el voto en blanco no se puede medir como si se tratara de un candidato más en la contienda electoral. Esa apreciación es un esperpento. En un sistema democrático el voto en blanco es una opción que tiene el elector para expresar su inconformidad por cualquiera de los candidatos, sea en primera o en segunda vuelta. Nadie -mucho menos la Constitución Nacional- puede obligar al votante a tener que escoger entre solo dos opciones.

Debe existir siempre la posibilidad de que el elector exprese su rechazo a los candidatos. No ofrecerle esa oportunidad es llevarlo al abstencionismo, que es uno de los enemigos a vencer en un sistema democrático.

Dicho rechazo se materializa con el voto, no con la abstención. En el caso de Colombia, ¿qué sentido tiene que nos definamos como una democracia participativa, si atentamos precisamente contra la participación de los votantes? ¿O es que la obligación es votar por uno de los dos candidatos? ¿Qué pasa si ninguno de ellos satisface las expectativas de millones de colombianos que quieren ejercer su derecho a votar? En una democracia participativa, los votantes participan, y participan votando, no absteniéndose. Punto.

El votante pasivo no existe: todo votante es activo. El proceso transformador en una democracia se da mediante la participación directa de los electores y el voto en blanco se los permite. 

Petro modelo 2010 vs Petro modelo 2018

No es fácil entender el cambio de postura de Gustavo Petro con respecto a la utilidad y conveniencia del voto en blanco. En 2010, cuando fue candidato presidencial del Polo Democrático y ocupó el cuarto lugar en la primera vuelta, promovió el voto en blanco para la segunda vuelta con el fin de no tener que respaldar ni a Juan Manuel Santos ni a Antanas Mockus, quienes dirimieron la contienda electoral.

“Un voto en blanco -escribió Petro en Twitter en 2010- es un voto menos para Santos y para Mockus”. Es decir, en ese momento sí era un recurso válido y útil, porque servía para rechazar unas candidaturas que a Petro no le gustaban.

Pero ese mismo voto en blanco ahora es perverso y antidemocrático, sencillamente porque en esta oportunidad a Petro no le conviene. En un sistema democrático el voto en blanco tiene una razón de ser, independientemente de la conveniencia coyuntural que tenga para uno de los candidatos. Esos atajos son los que terminan debilitando los sistemas democráticos.

En 2010 también existía una polarización electoral en Colombia, entre un candidato uribista (Juan Manuel Santos) y un candidato con muy buena aceptación en movimientos y partidos de centro-izquierda (Antanas Mockus). Es decir, ese escenario era muy similar al actual.

La única diferencia es que Mockus polarizaba menos de lo que polariza Petro en la actualidad. Pese a ello, Petro promovió el voto en blanco. A la postre ganó Santos, quien -¡vaya paradoja!- una vez ganó la Presidencia, hizo un acuerdo con Petro, como se lo recordó en estos días el senador Robledo, quien -tanto en 2010 como en 2018- siempre ha sido promotor del voto en blanco en la segunda vuelta.

¿Qué papel jugará el “Señor Blanco”?

El verdadero papel del voto en blanco en la segunda vuelta presidencial no es legal, sino político. Es decir, su importancia y trascendencia dependerá de la votación que alcance, puesto que el artículo 190 de la Constitución establece que “para la segunda vuelta será declarado presidente quien obtenga el mayor número de votos, independiente del voto en blanco”.

En otras palabras, el presidente no saldrá de Duque o Petro, ni siquiera en el hipotético caso de que el próximo 17 de junio gane el voto en blanco. Y ello es así porque los efectos del voto en blanco no son vinculantes. Por esa razón es que la apuesta de quienes lo promueven es política y no jurídica.

¿Qué pasaría si el voto en blanco es la segunda votación del país? ¿Cuál sería el mensaje al nuevo presidente por parte de millones de electores empoderados y vigilantes del nuevo gobierno? Convertir el voto en blanco en un hecho político sin antecedentes en Colombia es hoy por hoy el gran reto de los votantes de Fajardo y De la Calle, quienes han decidido no votar por Duque o por Petro. La Alianza Verde dejó en libertad a sus votantes para que lo hicieran por Petro o votaran en blanco, al tiempo que les prohibió hacerlo por Duque.

Ello significa que el respaldo de los verdes a Petro no es unánime, como tampoco lo es el del Polo Democrático, donde Robledo dijo que votaría en blanco, mientras que el también senador Iván Cepeda anunció su respaldo al ex alcalde de Bogotá. Es decir, “verdes y polos” -que hacen parte de la Coalición Colombia, que apoyó a Fajardo en la primera vuelta- acudirán divididos a la segunda, pero no enemistados.

¡Vámonos pa’ el centro!

Tanto Duque como Petro pensaron pescar votos en el centro con atarrayas. Por eso apenas pasaron a la segunda vuelta se desmarcaron de sus posturas extremas y matizaron su discurso. La idea es tratar de persuadir en el menor tiempo posible los más de 5 millones de votos que representan Fajardo y De la Calle.

Esa “subienda” de votos es un verdadero “boccato di cardinale” para los dos candidatos finalistas. Pero se les fue la mano: mientras Petro al día siguiente de la primera vuelta adjuró del socialismo y abrazó con pasión desbordada su hasta ahora oculta vocación capitalista, Duque retomó su discurso de joven libertario, que había quedado sepultado por cuenta de su cercanía con Alejandro Ordóñez.

Todo ese sacrificio tiene un nombre propio: los votos del centro, que son los que les faltan para ganar la Presidencia. Pero con el anuncio de votar en blanco de Fajardo y De la Calle, es muy probable que la mayoría de sus votantes los acompañen y sean solidarios en esa nueva empresa. El centro terminó convertido en el gran elector, pero no puede endosar sus votos. Y no puede hacerlo por la sencilla razón de que no son endosables.

Quienes votaron por Fajardo lo hicieron porque lidera las causas que ellos promueven: la lucha contra la corrupción, el clientelismo y -claro- “el voto amarrado”. Por esa razón tuvo respaldo entre sus electores la propuesta de votar en blanco, porque ni Duque ni Petro los representan. Así las cosas, tanto Duque como Petro deben desmarcarse de los extremos para tratar de acercarse al centro, pero sin mayores ilusiones de poder “pescar” unos votos que se caracterizan por su rebeldía.

 

 

 

 

 

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