El Etna, el mayor volcán activo de la placa europea y situado en la isla italiana de Sicilia (sur), entró este lunes 2 de junio en erupción con fuertes explosiones, una alta columna de humo y una colada de material piroclástico sobre su ladera sureste.
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Este alud pudo deberse, según los expertos del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología (INGV), a un colapso de una parte del cráter pero no sobrepasó el “foso” del Valle del León, que se encuentra a 2.900 metros de altitud, por lo que no representó un peligro para las poblaciones a sus faldas.
Aunque sí asustó a los excursionistas que, como cada día, subían a las alturas del monte Etna.
El INGV confirmó con sus cámaras térmicas la presencia de flujos piroclásticos, coladas con lava y gases que se movían a nivel de suelo.
La primera notificación del INGV se produjo a las 02.39 hora local (00.39 GMT) del lunes, cuando avisó de “una repentina variación de los parámetros” a una altura de 2.800 metros en este enorme y muy activo volcán siciliano.
Después, constató la actividad de tipo ‘estromboliana’ -explosiva pero que libera una “modesta” energía- en el cráter sureste, así como “un gradual incremento” de los temblores.
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Esta erupción del imponente Etna pudo ser perfectamente observada desde la cercana ciudad de Catania (sur), pero no obligó al cierre de su aeropuerto, algo frecuente dada la frecuencia de estas explosiones volcánicas.
El más reciente reporte del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología (INGV) indicó que la actividad eruptiva ha entrado en “fase decreciente” y que la emisión de cenizas, aunque “débil”, prosigue.
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El director del Observatorio Etneo, Stefano Branca, explicó que ha decaído el nivel de temblor del volcán, que mide la energía presente en sus conductos internos, si bien el control de su actividad es constante.
