En Altos del Rosario, un pequeño municipio del sur de Bolívar, un hecho poco común ha llamado la atención de los usuarios.
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Y es que el subintendente Jhon Ramírez, agente activo de la Policía Nacional, aseguró haber tenido un enfrentamiento directo con lo que él describe como una figura femenina “fantasmal”.
Ramírez contó que el incidente ocurrió durante una ronda de vigilancia nocturna. Según relató Ramírez al diario El Universal, fue atraído por un extraño lamento mientras patrullaba un tramo rural.

Al investigar, se encontró con una silueta femenina vestida de blanco, de cabello desordenado que cubría su rostro. La figura, entre llantos, le suplicaba ayuda para encontrar a sus hijos.
La situación dio un giro inesperado cuando, según su testimonio, la mujer lo acusó de haberle arrebatado a sus hijos y se abalanzó sobre él. El agente resultó con heridas visibles en el rostro.

Explicó que alcanzó a huir del lugar en su vehículo y reportó lo ocurrido esa misma madrugada. Aunque el caso no ha sido clasificado oficialmente como paranormal, la gravedad de las lesiones y el estado emocional del agente generaron preocupación entre sus superiores.
El hecho fue documentado internamente, sin atribuirlo a un fenómeno sobrenatural. Sin embargo, en la comunidad, los detalles coinciden con un relato bien conocido en América Latina como ‘La llorona’.
¿Cuál es la leyenda de ‘La llorona’?
La llorona es una de las leyendas más arraigadas en el imaginario popular de América Latina. Con versiones que varían de país en país, el relato central gira en torno a una figura femenina fantasmal que deambula por las noches, llorando desconsoladamente por la pérdida de sus hijos.
Aunque no existe una versión única, los orígenes de la Llorona se remontan a la época prehispánica y colonial.
La versión más difundida cuenta la historia de una mujer que, tras ser abandonada por su pareja o descubrir una infidelidad, ahoga a sus hijos en un acto desesperado y, al darse cuenta de lo que ha hecho, se lanza a un río.
“Desde entonces, su alma quedó atrapada entre el mundo de los vivos y los muertos, condenada a vagar eternamente, buscando a sus hijos y lamentando su destino. Grita: “¡Ay, mis hijos!”, señalan las historias.