El inexorable paso del tiempo no ha mitigado el amor que Maritza Rodríguez Araujo siente por el fútbol y por la formación de niños y adolescentes.
Esta experimentada mujer –nacida en Cartagena, pero adoptada por Barranquilla desde los cinco años–, que carga sobre sus hombros una incansable labor social, sigue impartiendo enseñanzas a sus casi 80 años –sí, así como lo lee, 80 calendarios–, entrenando día a día a los niños del barrio El Pueblo o El Pueblito, como cariñosamente se le conoce a este sector del suroccidente de la ciudad.
En 1979 –luego de vivir en diferentes barrios de Curramba, como Rebolo, Las Nieves, San Nicolás, Nueva Granada, Villate, San Felipe y El Bosque, entre otros, –esta mujer alegre y llena de vigor echó raíces en esta humilde morada –El Pueblito–, y desde ese preciso momento empezó de lleno su labor formativa, creando su propio club deportivo –CD Maritza– y construyendo, con las uñas, lo que hoy se conoce popularmente como la cancha de fútbol Maritza, ese rectángulo que le ha arrebatado muchos niños a la violencia y la drogadicción.
Madre de seis hijos, abuela de 17 nietos y bisabuela de ocho bisnietos, Maritza ha sido una mujer ‘camelladora’ y ejemplar. Jamás bajó la cabeza ante las adversidades y esa tenacidad es la que ha llevado a esta entrenadora a seguir vigente a sus 79 años (cumple 80 el próximo 9 de agosto).
Amante del deporte –practicó en su juventud baloncesto, voleibol y sóftbol–, Maritza le entregó su vida al fútbol. Se propuso darle vida a ‘la pecosa’ en El Pueblo y contra viento y marea fue sacando adelante uno a uno los proyectos que se ha propuesto con los niños y jóvenes de ese vulnerado sector, muchas veces, incluso, sacrificando hasta sus propios recursos.
'Hago y vendo lazos, vendo dulces, bailo, soy modista, he canjeado trofeos que he ganado por dinero y toco muchas puertas buscando recursos para comprar uniformes, para financiar una inscripción, para adquirir implementos deportivos. Muchas veces me voy a la cama sin saber si tendré para un tinto en la mañana, pero todo se lo dejo a Dios. No me estreso. Yo creo que esa ha sido la clave para llegar a los casi 80 años con vida y trabajando en esta labor, que es dura, ingrata por momentos, pero muy linda. Siempre digo: Dios resolverá. Así voy por la vida, alegre y llena de optimismo. Y mira, siempre he conseguido lo que me he propuesto. Una vez, incluso, sacrifiqué un dinero que tenía ahorrado para el grado de mis hijas para poder pagar unos papeles que necesitaba para la construcción de la cancha de acá (risas). Este año la inscripción a la Liga está en vaina, porque no hay plata ni tampoco uniformes, pero Dios proveerá, vas a ver tú', dice con nostalgia, pero a la vez con orgullo, rememorando los sacrificios que ha hecho por sus niños.
Mientras dialoga con EL HERALDO, Maritza –que ha trabajado con equipos de Primera C, Primera D, Juvenil, Preinfantil e Infantil– fija sus ojos en el horizonte. Se toma una pausa y evoca el sinsabor que significa para ella ver que el destino y la suerte aún no se han confabulado para llevar a alguno de sus pupilos al profesionalismo futbolístico. Eso sí, no se achanta por eso, porque su verdadera misión–como ella misma lo expresa– es otra, formar personas que, de una u otra forma, le sirvan a la sociedad, dejando atrás los golpes de una difícil niñez.
'Lastimosamente ninguno ha llegado al profesionalismo, pero yo no me muevo por eso. A mí me mueve más el formar buenas personas. Yo les digo a ellos: no sé si llegarán a ser profesionales, porque eso no es fácil, muy poquitos llegan, pero yo lo que sí quiero es que sean grandes personas, grandes profesionales, con valores, con estudios. A todos les exijo que vayan al colegio, que respondan, que aprendan, que traten de destacarse. A las mamás les digo: si su hijo afloja, dígamelo, para no ponerlo a jugar. Que ellos entiendan que las cosas y las oportunidades deben ganarse con esfuerzo, con dedicación. Primero el estudio y luego lo demás', agrega.
Cancha Maritza
Esa es, precisamente, una de sus mayores satisfacciones. Muchos de esos muchachos hoy, ya adultos, le agradecen a esta veterana de mil batallas por todo lo que ha hecho por ellos y por el barrio. Su gran logro, la construcción de la primera cancha del sector.
'Reuní recursos, toqué puertas, recopilé materiales, recibí muchas manos amigas en este proceso y por fin logré que se construyera un lugar donde los niños de El Pueblito y de los barrios aledaños, porque acá vienen de todos lados, puedan quemar energías, pulir su talento y alejarse de los vicios que rodean a este sector. Esta cancha es el tesoro de este barrio, ojalá le sigan metiendo mano. Hoy queremos que nos la encierren, porque eso evitaría que personas inescrupulosas se metan a hacer sus fechorías. Ahí entreno día a día, con las mismas ganas que tenía hace 46 años cuando empecé esta linda labor', afirma, mientras recibe el cariño de sus vecinos, que al ver que está siendo entrevistada por esta casa editorial le maman gallo.
'Ajooo, Maritza', le repiten una y otra vez, mientras pasan por la puerta de su humilde hogar, una casa enrejada donde recopila miles de recuerdos, como los trofeos ganados que aún guarda de los torneos interbarriales y de la Liga de Fútbol del Atlántico –donde su equipo, Club Deportivo Maritza, ha sido tres veces campeón–, las fotos que adornan sus paredes con niños de las escuela y la máquina de coser en la que le ha tocado crear sus propios uniformes, porque a veces la ayuda solo alcanza para comprar la tela de los mismos.
Premio a su ardua labor
El año pasado recibió un premio a su ardua e incansable labor. Fue designada asistente técnica de la selección Atlántico sub-23, dirigida por el exjugador del Junior William Fiorillo. Ese combinado rojiblanco terminó tercero en la fase final del torneo nacional de la categoría, que se realizó en el departamento del Caquetá, y Maritza estuvo ahí, como protagonista de lujo, poniendo en práctica todo lo aprendido en estos largos años, en los que se ha capacitado profesionalmente en su labor como entrenadora.
'Ha sido una de las experiencias más lindas que he vivido. Me llena de orgullo ser la primera mujer entrenadora de fútbol y la primera mujer asistente técnica de una selección Atlántico desde el año 1924, que fue fundada la Liga. Y mira, me llega la oportunidad a los 79 años. Hicimos un gran torneo, los muchachos se gozaron la experiencia y yo hice nuevos amigos. Esos pelaos sí me mamaban gallo, me molestaban mucho, pero ahí estaba yo, feliz, cumpliendo un sueño. Le agradezco mucho a Francisco (Sánchez) –presidente de la Liga–, que valoró y premió mi trabajo durante todos estos años, regalándome esta oportunidad', expresó.
Maritza, que también se enorgullece de que a su edad sigue bailando cumbia en cada carnaval –en la comparsa Los Rumberos de Soledad– y cumpliendo con sus labores de modista, siente que le ha aportado mucho a la sociedad barranquillera.
'Le he regalado mi vida y principalmente mi tiempo, hasta el que no tengo (risas). Todo se lo he entregado a la gente, a mis muchachos. Por ellos estoy viva y por ellos seguiré en esta profesión hasta cuando el cuerpo me diga basta. Hoy me siento fuerte, llena de energía. Mis hijos me dicen: ‘mamá, ya descansa, deja ya de andar de una lado pa’ otro con esos pelaos (risas)’, pero no. Yo le agradezco a Dios por haberme puesto aquí, porque si no muchos de mis pelaos se hubiesen perdido. Algunos me dicen: ‘Maritza, por ti es que no soy marihuanero o ratero, por ti estoy trabajando, por ti estoy estudiando, por ti he llegado lejos’. Esa es la muestra de que el deporte es vida, es salud y te aleja de los malos caminos. Yo no tengo plata es porque toda se la he dado al deporte (risas), pero soy feliz así y así seguiré hasta el fin de mis días', concluyó.
Por las manos de Maritza Rodríguez Araujo han pasado miles de niños y todos guardan un lindo recuerdo de esa madre, abuela y bisabuela incansable, que ha entregado alma, vida y corazón al fútbol juvenil de Barranquilla.






















