Su primera cartelera de boxeo fue un fracaso. Al menos desde el punto de vista económico. Ya eran más de las 7 de noche en aquel 15 de noviembre de 1991 y en la Monumental del Caribe, la plaza de toros de Barranquilla (ya desaparecida), Julio Torres Roca no veía todavía las 5 mil personas que llenarían las tribunas y le significarían multiplicar el dinero invertido, según los cálculos de la persona que lo animó a incursionar en el pugilismo.
'Si entraron 50 fue mucho', recuerda Torres Roca con tono jocoso, en diálogo con EL HERALDO.
Joaquín Cuesta, un viejo amigo de Julio en el barrio San Isidro, le habló de la necesidad que tenía de poner a pelear a su representado en ese entonces, Jorge Eliécer Julio, para que no fuese desplazado de los primeros lugares del ranking de la categoría gallo de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB).
'Le decía: ‘yo no sé de esa vaina, ‘Joaco’. Déjame quieto’. Pero me echó un poco de ‘carreta’: ‘metemos 5 mil personas cobrando a 5 mil pesos y tu recuperas tu plata y tal', relata Julio sin lamentos.
Ya seducido y convencido con las palabras y guarismos que planteaba su amigo, Julio Torres Roca se convirtió en promotor de boxeo. Como no tenía ni idea de lo que representaba el montaje de una velada, buscó la ayuda de un experto.
'Me presentaron a Jesús Agresott, que venía de trabajar en ‘Boxing de las Américas’, y me ayudó con toda la parte logística. Yo no tenía experiencia', rememora.
Aunque perdió 'un millón de pesos de ese entonces' en la organización de cartelera, el nuevo promotor sí ganó deportivamente. Jorge Eliécer Julio, que había sido medallista olímpico en Seúl-1988, salió airoso en un difícil combate ante Manuel Ariza, a quien esa noche bautizaron ‘Cuchilla’ porque le cortó una ceja con sus puños al pugilista que años después se convirtió en campeón mundial gallo.
'Perdí plata, pero gané experiencia y una actividad a la cual dedicarme durante 30 años', resalta Torres con gratitud.
'En la plaza perdí un millón, ya en el segundo programa solo 300 mil. Yo dije: ‘ajusto un poquito y ya no pierdo más’. Aunque en el boxeo no se gana con las taquillas. Es una inversión que uno hace para que el boxeador pueda competir', explica.
Julio Torres comenzó ahí una historia que ya completa tres décadas. La primera etapa fue con el boxeo profesional y luego pasó al pugilismo aficionado, donde se anidó hace muchos años e impulsó grandes satisfacciones y éxitos como las medallas olímpicas de Yuberjen Martínez e Íngrit Valencia en Río de Janeiro-2016.
Los dos estuvieron el sábado pasado en el hotel Suites Continental, donde el dirigente organizó una fiesta y celebró sus 30 años en el mundo de las narices chatas y las orejas de coliflor.
'Tengo dos medallas olímpicas, medallas panamericanas, conmigo Colombia fue tercero en la Serie Mundial en 2018, tercero detrás de Cuba y Uzbekistán. Hemos sido el único país que le ha ganado a Cuba en una Serie Mundial, lo hicimos ese año en Soledad. Hay medallas en Sudamericanos, Bolivarianos, en todos los Juegos. También conseguimos elevar al boxeo a la categoría de deporte prioritario. Manejábamos un presupuesto muy bajo porque no era prioritario', resalta.
Sin embargo, este barranquillero de 67 años de edad destaca otras oportunidades que brinda el ‘arte de fistiana’ más allá de los cinturones, preseas y trofeos.
'Lo primordial es la parte humana, Dios me ha permitido ayudar a muchas personas humildes a través del boxeo', apunta.
EL GOLPE MÁS DURO. Pero no todo ha sido color de rosa. En su época como promotor de boxeadores profesionales, Torres sufrió un duro golpe: la muerte del peleador barranquillero Jimmy García, su representado, el 19 de mayo de 1995, 13 días después de padecer en el ring con los guantes de su oponente, el mexicano Gabriel Ruelas, en Las Vegas, Nevada, Estados Unidos, en combate por el título mundial superpluma del Concejo Mundial de Boxeo (CMB).
'Fue un accidente porque ningún boxeador quiere hacerle daño a otro. Me afectó bastante emocionalmente porque Jimmy no solo era mi boxeador, era mi compadre, le había bautizado una hija, teníamos una excelente relación. Yo me retiré por un año, pero el tiempo se encargó de curar las heridas, y volví'.
Existen otras situaciones menos trascendentales que el dirigente reprocha del ambiente boxístico.
'Hay mucha ingratitud. Muchos boxeadores, por la escasa formación académica que reciben, cuando triunfan, les meten cosas en la cabeza y los hacen pensar diferente, hacen que no sean agradecidos con la persona que les dio la mano cuando no tenían nada, te los ponen en contra. Mucha cizaña. Le dicen: ‘acaso él (el dirigente) era el que recibía los golpes’. Eso sí, hay empresarios aprovechados que los roban y no les pagan como es debido'.
EL HEREDERO. Torres Roca fue presidente de la Federación Colombiana de Boxeo de 2005 a 2017, durante tres períodos (12 años), lo máximo que se permite. Y viene siendo presidente de la Liga de Boxeo del Atlántico.
Su lugar en la Fedebox fue ocupado por su hijo, Alberto Torres, quien le está siguiendo los pasos con buenos resultados deportivos también.
'Empezó joven y ha ganado medallas mundiales y en muchos juegos. Me ha superado en todo, solo le falta ganar medallas olímpicas, solo eso. Ha tenido una carrera extraordinaria', dice Julio orgulloso de su heredero boxístico.





















