Cero y van cinco. Barranquilla nuevamente roció de triunfo a la Selección Colombia. Los dirigidos por José Pékerman acaban de conseguir la segunda clasificación consecutiva a un Mundial y la quinta de la historia jugando en el estadio Metropolitano Roberto Meléndez.
El principal escenario futbolero de este país volvió a empujar al combinado patrio en su ruta hacia una cita mundialista, como ya lo había hecho rumbo a Italia-1990, Estados Unidos-1994, Francia-1998 y Brasil 2014.
Colombia aterrizará en Rusia-2018 después de una ardua lucha en la que la gente de la capital del Atlántico fue vital para llenar de entusiasmo, vigor y energía a los integrantes del representativo nacional.
No era solo la fiesta que se vivía en el estadio cada vez que jugaba Colombia, es la fiebre amarilla que se propaga en toda la ciudad en los días previos al juego. Los hoteles, los restaurantes y las esquinas de ‘la Arenosa’ se ponen en modo Selección.
Es un ambiente sin igual que marca diferencia a la hora de poner sobre la mesa la continuidad de la sede. 'Lo que se vive en Barranquilla no se vive en ningún lado del país', se les escucha decir a muchos periodistas del interior del país.
Acá se siente calor climático y el humano. Se hace sentir al visitante que se encuentra en un patio ajeno y difícil por la alta temperatura y la presión de la hinchada.
Desde que a Francisco Maturana se le ocurrió proponer a Barranquilla como sede antes del Mundial de Italia 1990, la Selección Colombia ha encontrado en curramba su hogar, su dulce hogar. El ‘Metro’, con el aliento de los fanáticos, ha sido un fortín en el que cuesta bastante llevarse puntos.
Maturana ganó parte del clasificatorio con destino italiano al elegir a la Puerta de Oro. Con el apoyo de dos inolvidables líderes de opinión como los finados Fabio Poveda Márquez y Édgar Perea Arias, quien venía solicitando la sede desde que comenzó la construcción del Roberto Meléndez, ‘Pacho’ comenzó a escribir las gloriosas páginas de Barranquilla como casa del equipo tricolor.
Maturana, ‘Bolillo’ Gómez y Pékerman encontraron en territorio barranquillero la fertilidad para sembrar la ilusión de llegar a la máxima fiesta del balompié mundial.
'¡Sí sí, Colombia! ¡Sí sí, Caribe!'. '...fiesta, ay ven a la fiesta colombiana… Que todo el mundo lo sepa que en Barranquilla nadie nos gana, fiesta, ay ven a la fiesta colombiana…'.
Con ese par de canciones como banda sonora, una compuesta por Francisco Zumaqué y otra por el Grupo Raíces, Barranquilla ha acogido a la Selección y la ha impulsado una vez más hacia el éxito.
En la eliminatoria con miras a Rusia-2018 se lograron 15 puntos de 27 posibles, producto de cuatro victorias (2-0 a Perú, 3-1 a Ecuador, 2-0 a Venezuela y 1-0 a Bolivia), tres empates (2-2 ante Uruguay, 0-0 ante Chile y 1-1 ante Brasil) y dos derrotas (1-0 ante Argentina y 2-1 ante Paraguay).
Los juegos en el ‘Metro’ siempre se desarrollaron en medio de un ambiente sano y de paz. Ningún hecho de violencia que lamentar entre los propios colombianos ni con los visitantes.
Toda la logística necesaria para la preparación de los partidos estuvo al alcance del equipo nacional. Un buen sitio de concentración y buenos escenarios para realizar las prácticas se dispusieron para Pékerman y sus muchachos.
Tal vez el único punto gris de la localía fue el estado de la cancha en algunos partidos.
Se atendieron los requerimientos del cuerpo técnico en ese sentido y se hizo una alta inversión para mejorar el terreno de juego, pero en los últimos partidos la firma Equiver no pudo presentarla tan bien como cuando se estrenó el nuevo césped.
Colombia perdió ante Paraguay en su último choque de local en el clasificatorio, pero se fue a Perú cargada del entusiasmo y la alegría carnavalera de los barranquilleros, que le organizaron una despedida optimista, llena de esperanza y baile. Porque en Barranquilla se baila así como se pudo ver en ese adiós y como lo hicieron los jugadores del combinado patrio en sus festejos.
























