He visto la cara macabra de la deshumanización. Los cimientos de la vida se han dinamitado.

Las manos criminales que conducen el poder, llenas de arrogancia, de odio y de soberbia, se han movilizado de manera inclemente una vez más, aniquilando el derecho a existir, la posibilidad de respirar, de tener un sueño, de sonreír o simplemente, de nacer.

Esta reflexión es cobijo para todas las almas inocentes. Todas, sin distinción, ni caracterización alguna. Las que han sido separadas de sus cuerpos prematuramente y las que mueren vivas en medio del dolor y la impotencia.

Han sido días crudos, devastadores ante los ojos del mundo, han sido años asoladores cargados de destrucción y encapsulados en el silencio, sin lente y sin parlante.

La dolorosa situación del conflicto Israel – Palestina no se puede remitir solo al pasado 7 de octubre con el reprochable y criminal ataque del grupo militante Hamás que cobró la vida de cientos de inocentes y desencadenó la brutal, desproporcionada y catastrófica respuesta del estado de Israel contra del pueblo Palestino.

Para abordar este doloroso capítulo de la humanidad, necesitaríamos un espacio mucho más amplio, por demás necesario, para poder así hacer contexto histórico y promover información mejor fundamentada.

No podemos olvidar que fue al final del siglo XIX donde el auge colonial contemporáneo del momento, avivó el nacionalismo y el imperialismo. Allí, se manifestó el mecanismo de colonización por asentamiento, el cual, solo trae con sigo discriminación, racismo, desplazamiento, desalojos, desmembramientos de poblaciones, subyugación y violencia, eventos que muy difícilmente pueden ocultarse en el marco de referencia de este conflicto y de esta sangrienta historia que hoy desencadena en un hecho escalofriante y desmedido:

¿A quién le cabe en la cabeza que 2 millones de personas podrían desalojar “su territorio” en 24 horas? Territorio por demás ocupado y destruido, hecho de escombros y de ruinas en el que claramente, no había ni rutas, ni destino, sólo una sentencia de muerte a Palestinos inocentes.

El mundo se ha olvidado de un pequeño detalle: Hamás NO ES el pueblo Palestino.

Así mismo, querer libre a Palestina NO significa ser antisemita. Querer que los palestinos tengan igualdad de derechos, NO significa ser anti-Israel. Querer que los palestinos sean tratados como humanos, NO significa ser pro-Hamás.

Decir yo soy palestino, NO significa ser terrorista.

Y ser judío y querer una Palestina libre, no significa ser traidor.

Yo también tengo sangre Palestina, mi dolor hoy, lo lleva la energía de mi ADN, pero así mismo, grandes compañeros de mi vida, con quienes he compartido instantes maravillosos e inolvidables, son judíos, y he podido ver por estos días en sus ojos el mismo hastío que habita en el reflejo de los míos, el que produce un mundo dominado por el rostro de la muerte.