El nuevo puente Pumarejo fue otro de los bellos regalos que recibió Barranquilla en el 2019, un año para enmarcar en la historia de nuestra ciudad porque se sumaron voluntades e inversiones del Distrito, del Departamento y de la Nación que cambiaron favorablemente la imagen de la ciudad y el destino de sus habitantes. Y todos los barranquilleros tenemos confianza plena en que durante los próximos cuatro años no solo Barranquilla sino el Atlántico seguirán por la senda correcta.

Cuando se analiza la magnitud del mencionado puente uno se transporta a países muy desarrollados, pero hay tres situaciones que lo afectan de manera negativa y que no podemos taparnos los ojos ante esa realidad porque es la única forma de enmendarla. La primera es comprensible, pero hay que regularla, y es que así como es cierto que este cruza el río para unir por tierra los departamentos del Atlántico y el Magdalena, la verdad monda y lironda es que este puente cruza el Magdalena para unir La Chinita con Palermo, dos sectores muy deprimidos que han encontrado un nuevo sitio de paseo, de reunión y de rebusque. Para muchos de sus habitantes el Pumarejo es “su malecón” inmediato, y algo similar sucede con algunos barranquilleros que llegan hasta este a parquear su carro y bajarse a pasearlo a pie, o a tomarse una selfie o un video, así afecte el tráfico. De alguna manera se deberá controlar esta situación no con agresividad sino con educación.

La segunda es la más cuestionada porque resulta imposible de comprender cómo ya terminado semejante puente aún no hay diseño alguno ni presupuesto para ampliar la tortuosa carreterita hasta Ciénaga para convertirla en la autopista que se merecen y necesitan con urgencia extrema los barranquilleros, atlanticenses, costeños y conductores colombianos en general. El tan cacareado como innecesario viaducto ha sido la excusa perfecta para engañarnos por décadas.

Y la tercera, más fácil de enmendar que las dos primeras es la carencia de una iluminación ornamental impactante para que se destaque la estructura atirantada durante las noches, y se ofrezca un espectáculo multicolor único a los viajeros que llegan o se van, y a miles de habitantes de la ciudad con apartamentos desde los que se aprecia el puente. Difícil comprender cual pudo ser la razón para negarle al Pumarejo la iluminación ornamental que este se merece ya que su costo es mínimo comparado con el valor total de esa colosal obra.

No mencionaré ningún puente del exterior, que hay cantidades, para no entrar en comparaciones lejanas, pero sí invito a mis amables lectores a buscar en Google acerca de las bellísimas iluminaciones de puentes atirantados aquí en Colombia, como el Viaducto de la Novena en Bucaramanga, el puente Gilberto Echeverry Mejía en Medellín, o el Viaducto César Gaviria Trujillo en Pereira-Dos Quebradas, para que aprecien qué bellísimo espectáculo multicolor ofrecen estos en esas ciudades. Entonces ¿Por qué no aquí?

Considero que nuestras autoridades, congresistas, gremios, academia y medios de comunicación deberían gestionar esa iluminación ornamental y paisajística ante la entidad competente, y si no lo hacen o no logran nada, que organicemos los barranquilleros un movimiento cívico respetuoso, pero decididos a lograrla. ¡El Pumarejo debe ser bellamente iluminado!

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