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Antes de que se conociera el nuevo salario mínimo decretado por el Gobierno, el Banco de la República lanzó una advertencia sobre los riesgos que podría implicar un ajuste que supere ampliamente la inflación y la productividad, en un contexto en el que las presiones inflacionarias aún no han sido completamente controladas.

De acuerdo con el más reciente informe del equipo técnico del Emisor, el producto interno bruto (PIB) del país crecería 2,9 % en 2025, impulsado principalmente por el fortalecimiento de la demanda interna, el dinamismo del consumo de los hogares y el aumento del gasto público. Sin embargo, este mayor ritmo de actividad económica también ha venido acompañado de un repunte inflacionario que preocupa a la autoridad monetaria.

La inflación, que había mostrado una senda descendente durante 2024, interrumpió esa tendencia en el primer semestre de 2025 y volvió a acelerarse en la segunda mitad del año, al pasar de 4,8 % en junio a 5,5 % en octubre. Según el Banco de la República, uno de los factores que explica este comportamiento es el creciente proceso de indexación de precios, alimentado por expectativas inflacionarias más altas y por incrementos del salario mínimo que en los últimos años han superado de manera significativa la inflación observada.

El informe señala que estos aumentos elevan la referencia nominal que utiliza el mercado para ajustar precios, especialmente en bienes y servicios intensivos en mano de obra, lo que termina trasladándose al costo de vida de los hogares. Esta dinámica ha contribuido a la rigidez de la inflación básica —que excluye alimentos y regulados—, la cual se mantiene cerca del 4,8 %, por encima de la meta del 3 % fijada por el Emisor.

“Esta situación podría acentuarse si el incremento del salario mínimo en 2026 vuelve a ser sustancialmente superior a la inflación observada más la productividad. Tampoco se descarta un eventual surgimiento de presiones cambiarias asociadas a cambios en el comportamiento de los flujos de capital de portafolio, que durante la mayor parte del año han sido favorables para el país”, explicaron

A este escenario se suma el comportamiento de otros componentes clave de la canasta familiar. La inflación de alimentos se duplicó entre diciembre de 2024 y octubre de 2025, mientras que los precios de los bienes regulados, como energía y gas, siguen registrando niveles elevados. Para el Banco de la República, estas presiones combinadas reflejan tanto choques de oferta como un exceso de demanda interna.

En este contexto, la Junta Directiva advirtió que no se han dado las condiciones necesarias para continuar con una reducción sostenida de las tasas de interés. Durante 2025 solo se realizó un recorte marginal de la tasa de política, que se mantiene en terreno contractivo precisamente para contener las presiones inflacionarias. Un incremento del salario mínimo en 2026 “sustancialmente superior” a la inflación más la productividad podría agravar este panorama, prolongando la necesidad de una política monetaria restrictiva.

El Banco también alertó que este tipo de decisiones podría limitar la recuperación plena del crédito, afectar la inversión y generar nuevos riesgos macroeconómicos, incluyendo presiones cambiarias y mayores costos fiscales, en una economía altamente indexada al salario mínimo.

Aunque el mercado laboral ha mostrado una mejora significativa —con reducción del desempleo y mayor generación de empleo asalariado—, el Emisor subrayó que la sostenibilidad de estos avances depende de mantener un equilibrio entre crecimiento, inflación y productividad. En ese sentido, reiteró que la convergencia plena de la inflación hacia la meta del 3 % solo se alcanzaría hacia el segundo semestre de 2027.