'¡Ahí viene Jesucristo, ahí viene Jesucristo, mírenlo!', gritan los muchachos y se arma el revuelo en el vecindario.
No es Jesús de Nazaret, el hijo del Hombre; vuelto a resucitar; es Jesús, de Río Viejo, sur de Bolívar, predicador y vendedor de gafas.
Anda en túnicas a la usanza bíblica del Hijo de Dios.
No es blanco, ojos azules y cabello castaño. Este Cristo vendedor es moreno, de barba desordenada y mal cuidada; cabello negro ondulado y que a leguas se nota que no ha tenido lavado cercano con champú.
En una esquina caliente del corregimiento Pasacaballos, un poblado de afrodescendientes, a orillas del Canal del Dique y a 15 minutos de Cartagena.
Freddy Pimienta, de 56 años, sabe que la cosa es a Dios rogando y con las gafas vendiendo.
'El Evangelio lo conocí en Barranquilla y nosotros los del pueblo israelita, a diferencias de otras congregaciones, sabemos que los apóstoles trabajamos, que no vivimos solo de los diezmos. Porque hasta el mismísimo papá de Jesucristo trabajaba la carpintería', cuenta, sin dejar de mostrar una sonrisa después de cada frase.
Pimienta lleva 12 años practicando la Palabra de Dios. Pertenece a la hermandad ‘Israel, Congregación de Jehová’ y siempre viste con túnicas como vistió Jesús.
Ayer, en la prédica con la hermandad Israel, en El Pozón.
En el barrio marginal de El Pozón, en la periferia de Cartagena, tiene una iglesia donde predica. 'Hacemos al pie de la letra lo que Dios ha ordenado', cuenta.
Ora en la noches y en las mañanas recorre Pasacaballos con sus sandalias que lo protegen de las arenas y sardineles calientes. Vende gafas a cinco mil pesos; también correas a diez y estuches para celulares.
El único día que no sale a vender es el sábado, porque es reservado a su Señor. Dice que el mundo descansa los domingos, pero que Dios mandó el sábado.
No sabe nada de sus hijos. Tiene tres hijos, que son mayores, de los que no sabe mucho, y 20 feligreses en su iglesia de El Pozón.
'Dios ordenó que vistiéramos en santa túnica, como lo hizo su hijo amado. Tengo ocho y me las da la congregación. El calor ya no me molesta porque me acostumbré', cuenta.
Sus mejores clientes son los conductores de buses públicos que vienen y van de Pasacaballos a Cartagena.
En un maletín lleva la Biblia, que saca y en cualquier esquina lee aprovechando la clientela de las gafas.
'Bueno, pilas, que viene El Salvador, a salvar esta vaina', relata que gritan, en son de broma, algunos conductores de buses cuando lo ven.
Él les vende gafas, a cinco mil pesos y la bendición, gratis, para que nada les pase.
'Yo sé que es difícil encontrar un pastor trabajando, pero los hay, como yo', es su filosofía.
En sus faenas diarias por Pasacaballos suele ganarse unos ochenta mil pesos, que sirven para mantenerse y seguir con su trabajo religioso.
Israel escenifica no sólo a Jesús de Nazaret en las reverberantes calles de Pasacaballos, sino al rebusque callejero del pastor que sabe que no sólo del diezmo vive el hombre.