Calle Topacio con Paraíso. Desde la madrugada del domingo, en la intersección destaca un diamante trazado a pulso con blanquísima cal, que 'calza' medias rojas. Pareciera que el equipo profesional de Boston –o su ‘alter ego’ en chequita– jugara de local, pero no. Se trata de una licencia que se permitió Zamir Bolaño, coordinador del Campeonato Mundial de Chequita del Barrio Abajo: 'Yo soy aficionado al béisbol desde pelao y mi corazón siempre ha estado con los Medias Rojas'. Habla como si le hicieran cosquillas, feliz, orgulloso y pleno por las risas compartidas con vecinos y visitantes.
En el juego de la chequita, en el que, como se verá, la imaginación es tan importante como la estrategia, los techos marcan el fuera del estadio que precede al home run. Los traperos y las escobas se transforman en bates. Se reciclan las chequitas de gaseosa y cerveza en la tienda del cachaco. Se tocan las puertas de la cuadra entera para armar equipo. Las tertulias de esquina se tornan público. Todo lo que esté pasando alrededor, queda contenido en ese estadio improvisado, que acoge un deporte callejero que homenajea al béisbol, pero en el que prevalece la mamadera de gallo y la integración de vecinos. 'Y, claro, se pelea a muerte por ostentar los nombres de equipos y jugadores famosos de las grandes ligas', comenta José Antonio Pepe Martínez, jugador veterano del barrio Modelo, adoptado y reconocido en Montecristo y Barrio Abajo como 'Coldeportes', 'por su versatilidad en todas las disciplinas deportivas'.
Son las 12:30 del día. A pleno sol, y sobre concreto ardiendo, se disputa la jornada final del campeonato. En cuartos de final, Piratas se impone ante Orioles, cuatro carreras por tres. Retumban, enfrentadas en diagonal, las ofertas musicales de dos tiendas sin nombre, que ofician de barra familiar -yogures, gelatinas, helados, papas fritas, gaseosa y cerveza- Completan las esquinas, un expendio de loterías y 'apuntada de bolita' y la pescadería 'La bendición de Dios'.
'El campeonato mundial de chequita ha reavivado un deporte tradicional, tan barato y tan fresco que se juega lo mismo en jean que en pantaloneta, con o sin zapatos', dice el reportero del barrio, Álex Andión, que transmitió en directo casi todo el torneo desde su página de Facebook ‘Barrio Abajo, arte, cultura y folclor'.
Durante años, este juego callejero reunió a niños, jóvenes y adultos alrededor del deporte, generando sentido de pertenencia y solidaridad, dinámicas que el entretenimiento virtual ha ido condenado a la nostalgia. 'El bendito maldito internet y el bendito maldito celular han desplazado a los juegos de antes en los que uno hacía amigos', pregona Johan Ariza, umpire oficial y miembro de la Fundación Barrio Abajo del Río.
Avanza el partido, las graderías –los pretiles– están abarrotadas. El público concentrado, con los ojos bien abiertos para que la chequita no se pierda. 'Este es un juego pa’ vivos –sentencia Bolaño, 37 años, operario en Tecnoglass y artista popular, reconocido por sus tableros de parqués ilustrados– 'La checa sale muy rápido y es muy pequeña, a veces se pierde, se confunde y ahí surge la esencia del juego, que es la discusión', comenta con risa burlona este cuarentón ‘mata años’, que a juzgar por su altura bien podría ser pívot de baloncesto. Entre sus múltiples funciones, también es umpire.
Un oriol se acaba de ‘volar’ el turno al bate de su compañero. Los Piratas se dan cuenta, pero aguardan en silencio que el usurpador haga un swing para cantar jactanciosos la norma que concede el out automático. Y se desata la polémica. Con las piernas flexionadas, con el sudor resbalando por mejillas y cienes, Bolaño se lleva las manos a la cabeza. El encuentro se ha paralizado. En el calor de la discusión opinan jugadores, árbitros, fanáticos y hasta transeúntes desprevenidos. El pitcher de los Piratas, el Rafita Pérez, rabia y se desgañita. Bolaño respira y, agitando pausadamente los brazos con las palmas hacia abajo, invita a la calma. Desde el pretil de la tienda, el locutor improvisado destaca a Rafita como el pitcher estrella del torneo, mientras ofrece sancochos y pasteles y anuncia el espectáculo que precederá la final: La reina del carnaval de Barrio Abajo bailará una cumbia. Tras uno o dos minutos de algarabía y, luego de revisar el reglamento pactado y debidamente expuesto en la tienda, los reclamos se confunden con risas y aplausos.
Aceptado el out automático, abre el quinto inning, el definitivo. Rafita vuelve a ponerse en posición, más envalentonado que antes y los Piratas pasan a la final. Sale un sancocho, se abre un pastel, suena 'el tá, taqui tá' de la champeta. La bullaranga despertó a las mecedoras que ahora se balancean en las aceras. Y la transmisión en directo que Álex Andión hace por su página de Facebook, desata nostalgias barriobajeras en Bucaramanga, New Jersey, Bogotá y Madrid.
Tras la sorpresiva derrota de los Bravos ante los Atléticos en cuartos de final y la caída de Atléticos ante los favoritos de Montecristo, White Sox, la cita final es un reñido clásico entre Piratas y White Sox. Rafa Pérez enfoca el pitcheo en ‘encestar’ la chequita en el triángulo rojo. Así entran seis outs automáticos y Piratas se impone por una carrera para coronarse campeón de la serie mundial de chequita.
'Esto no es una competencia, no es un negocio, no es para fines políticos, es para el goce y la integración de la gente del barrio. Se van juntando las ayudas de todos, los dos trofeos y las medallas fueron un aporte de la residencia Carpe Diem y el man de la pizza de la esquina –Tropical Pizza– nos regaló dos bonos de treinta mil pesos para los ganadores, porque él quería jugar, así que también armó su equipo. Don Elio Pava, que tiene su negocio de reparaciones aquí en la cuadra, me dio 45 mil pesos y me dijo: para patrocinar algún equipo… y así vamos juntando…', recuerda Bolaño.
Así, juntando, por una vez, Dodgers, Astros, Yankees, Piratas, White Sox, Medias Rojas, Gigantes, Orioles, Bravos, Atléticos, Cubs, Royals, jugaron una serie mundial en Barranquilla, a ritmo de salsa y champeta y con dos elementos que normalmente son carnaza de recicladores y contenedores de basura: Palos de escoba y checas de gaseosa y cerveza.
*Por Carolina Ethel - Especial para EL HERALDO


