Cuando usted ingresa a un restaurante, bar o cualquier establecimiento con la intención de acceder a un servicio, su calidad de cliente lo faculta para reclamar y hacer cumplir una serie de derechos. La autorización del pago de la propina, en señal de agradecimiento por la atención y la disposición de quien llevó el pedido hasta su mesa, es uno de estos.
Lo acostumbrado –aunque no constituye una obligación- es que la gratificación sea del 10% sobre el valor total de la factura. En cuanto al manejo del dinero obtenido por la voluntad de los consumidores, son los propietarios y administradores del lugar quienes definen cómo se repartirán los recursos. Al ser consultados por EL HERALDO, algunos de ellos afirman que se trata de una decisión 'concertada' con los empleados.
Cada uno, desde su perspectiva, matiza el escenario como lo considera adecuado. El administrador del restaurante La Casa de Doris, Orlando González, indica que la propina es algo opcional para el cliente y que no se le puede imponer al momento de entregarle su cuenta. 'En ningún momento podemos facturar obligatoriamente propinas a los clientes porque iríamos en contra de lo establecido comercial y legalmente. Al pasar cuentas a los clientes, se les pregunta si está dispuesto a pagar el valor de la propina', apunta.
Si el pago se realiza con tarjeta de crédito, la persona puede reclamar la constancia que entrega el datafono para tener la certeza de que se le está cobrando lo que autorizó. Así lo señala el copropietario del negocio que funciona en el barrio Boston de Barranquilla.
Respecto a la partición de la gratificación económica, González aclara que en su establecimiento no aplica el mecanismo de propina grupal. 'Lo que hacemos es dar la libertad para que el mesero que atienda a un comensal reciba directamente el dinero porque no es un costo adicional que debamos cobrar. Se trata de una opción del cliente para reconocer el servicio de los meseros', dice el administrador.
Para él, es fundamental ofrecer un trato justo y digno a sus empleados, por lo que asegura que la relación con ellos es 'supremamente humana'. En ese lugar, comenta que los daños materiales pueden ocurrir en cualquier momento y que se trata de algo fortuito, motivo por el que serían 'incapaces de descontarles' por una acción involuntaria.
'Hemos tenido daños en sillas, elementos de vidrio, pero es preferible perder eso a castigar a un empleado porque sabemos que son personas que están ganando por su trabajo y no se les debe hacer ningún descuento', precisa González.
No solo para meseros
En el norte de la ciudad funciona desde hace ocho meses Magdalena Restaurante. Alejandro Díaz, propietario del establecimiento, coincide en destacar que la propina es un acto voluntario del cliente y que el deber de sus empleados es indagar si el comensal está dispuesto a incluir el servicio en la factura.
Detalla que si accede a pagar una contribución, esta es repartida 'en partes iguales' entre todos los empleados del restaurante. Es decir, el reconocimiento no es exclusivo para los meseros, sino que también participan los cocineros, la cajera, el barman y los encargados de lavar la loza. Se trata de una 'gratificación integral' para los diez empleados que hay en Magdalena.
Por su parte, la propietaria del Restaurante Mailia, María Emilia Fadul, señala que las propinas se han manejado igual en los diez años que lleva funcionando su negocio. Al igual que en otros lugares, el aporte es del 10% sobre el costo total de la factura. 'Es dinero que no se usa en el restaurante sino por el servicio que ofrecen los trabajadores', agrega.
Al igual que en el restaurante anterior, la dueña del negocio ubicado en el norte de la ciudad afirma que el dinero reunido por ese concepto se distribuye al día siguiente, después de haber liquidado las cuentas, entre todos los empleados.
'Incluimos la propina en la factura cuando el cliente lo autoriza, pues es voluntaria. Hay gente que es muy generosa con los meseros, les dan un ‘bigote’ (contribución adicional que el cliente entrega directamente al mesero) y eso no se toca. Si el consumidor decide regalarle $20.000 o $30.000 de más al mesero, eso es suyo', aclara Fadul.
Pese a ello, la propietaria de Mailia admite que descuenta a sus empleados el 20% de la propina recibida para 'pagar lo que dañan' ocasionalmente. Fadul se refiere a la ruptura de copas, así como a la pérdida de servilletas de tela y cubiertos. Sobre ese detalle, apunta que mensualmente hace inventario porque, en ocasiones, el dinero restado a sus colaboradores 'no alcanza' para solventar los perjuicios generados por ellos. Enfatiza en que no se trata de un castigo, sino que lo hace para que sean 'más cuidadosos'.
'Proteger el servicio'. Con el objetivo de 'blindar' las propinas y lograr que estas queden en manos del personal de servicio de bares, restaurantes y establecimientos comerciales, el representante a la Cámara Efraín Torres (Partido de la U) radicó un proyecto de ley la semana anterior. La meta es que en el segundo semestre del próximo año haya surtido los trámites requeridos y entre en vigor.
En entrevista con EL HERALDO, el congresista barranquillero —elegido por Cundinamarca— señaló que hace tres años cursó la misma iniciativa, pero solo pasó tres de los cuatro debates necesarios para convertirse en ley. En ese momento, el cronograma legislativo caducó y no se pudo concretar la proposición de Torres, quien siente que esta vez cuenta con un respaldo 'mayoritario'.
Lo que pretende, con base en lo expuesto por el legislador, es que las propinas sigan siendo voluntarias y evitar que se les quite algún porcentaje para usarlo en reposición de vajillas, mantelería y 'hasta pagar el mismo sueldo' de los empleados. 'Por protección a los empleados, no quiero denunciar los restaurantes que tienden a hacer ese tipo de prácticas. Sin embargo, recibimos quejas porque algunos establecimientos estarían usando el dinero de propinas para otros fines', alertó.
Torres consideró que si a los empleados a cargo del servicio de estos establecimientos se les respetara lo que perciben por propinas, podrían recibir hasta $100.000 mensuales más de los que obtienen en la actualidad.
'Eso es lo que queremos corregir, a través de una vigilancia de la Superintendencia de Industria y Comercio y del Ministerio de Trabajo. Si se encuentran dueños de restaurantes y bares quitando dinero de las propinas a los empleados, la meta es que tengan sanciones duras por parte de la Superintendencia de Industria y Comercio, multas de hasta $1.300 millones', explicó el representante a la Cámara.
En caso de reincidencia —y si el proyecto es aprobado— la sanción conllevaría un cierre definitivo del establecimiento. En ese sentido, Torres precisó que la meta es que el Ministerio del Trabajo mantenga una postura vigilante y pueda imponer multas de hasta $3.400 millones.
'En un buen día recibo en propinas hasta $80.000'
De sus 27 años de edad, Astrid López ha dedicado los dos últimos al oficio de mesera. Sus jornadas en Pollos Arana de la 43 empiezan a las 10:00 de la mañana, hora en la que limpia las primeras mesas y cubiertos, baja los vasos y luego se encarga de mantener organizadas las tres áreas del restaurante: salón, altillo y terraza.
Por lo regular, el servicio arranca noventa minutos después de su llegada. Sin embargo, cuenta que el mayor ajetreo se vive entre las 12:00 del mediodía y las 2:30 de la tarde, siendo los martes, jueves y domingos los días en los que, según ella, llega el mayor número de clientes al sitio. En todo caso, los días sorpresivos no están descartados.
En cuanto a sus ingresos, deja claro que el sueldo y las propinas no están ligados. Estas últimas, además, son directamente para los meseros, pues el restaurante no aplica la política de partición igualitaria del reconocimiento económico que los clientes hacen voluntariamente. De hecho, en la factura no incluyen ese concepto a menos que el consumidor lo apruebe.
Astrid comenta que en uno de esos días favorables puede percibir hasta $80.000 en propinas. En su opinión, los factores clave para generar empatía con el consumidor son la educación y una atención de calidad. 'Al cliente hay que recibirlo con una sonrisa y hacerlo sentir a gusto', cuenta haciendo gala del afable semblante con el que atiende a los comensales.
Esa armonía sugiere conservarla hasta con los clientes más complicados. Entre sus anécdotas, recuerda que hace un año atendió a un adolescente que, tras pedirle un churrasco a tres cuartos de cocción, consideró que no estaba como lo deseaba. Afirma que el joven asumió una actitud grosera, pero ella fue consciente de que debía manejar la situación sin perder la calma. 'Para resolver una situación de la mejor forma, es necesario mantenerse siempre sereno', puntualiza Astrid.


