Con una gran sonrisa, sostiene una caja decorada con dibujos para colorear, que contiene varias donas. Chispas de colores y dulce de leche complementan su propuesta.
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Lleva una chaqueta de chef blanca, un gorro de cocina adornado con personajes animados y el delantal de Sabor Barranquilla, lo que a muchos les causa curiosidad. ¿Qué hace una niña a tan corta edad en la feria gastronómica más importante del Caribe?
Su nombre es Liz Vanessa Sierra, y a sus 10 años es, probablemente, la repostera más joven del Atlántico. Hoy, su talento y dedicación la han llevado a participar en más de 50 eventos gastronómicos como ‘Quilla emprende’ y ‘Encanto Bazar’.
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Esta pasión por la cocina, especialmente por la elaboración de cupcakes, se manifiesta desde temprana edad, cuando transformaba sus meriendas en pequeños manjares. “Me encanta hacer postres para llevarlos al colegio y desde allí no quise dejar de hacer”.
Estudiante del colegio Distrital María Cano, Liz creció con una curiosidad innata por este arte culinario. Este gusto fue canalizado gracias a su institución, donde la incentivaron a explorar su creatividad a través del emprendimiento. Fue allí donde, después de reflexionar sobre lo que más le apasionaba, decidió que los cupcakes serían su carta de presentación.
“Gracias a la ayuda de muchas profesoras pude ir perfeccionando mis técnicas y además de cupckes, empecé a hacer brownies, donas y todos me dicen que les gustan, y creo que esta es la parte más linda de la cocina”.
Un reto delicioso
Su talento no pasó desapercibido y rápidamente fue invitada a participar en otros eventos a nivel nacional. En esta ocasión, ya tiene su lugar en la Cumbre Internacional del Emprendimiento Infantil y Juvenil que se realizará en Chía, Cundinamarca, el próximo mes.
Sin embargo, para poder asistir, Liz se enfrentó a un desafío: la falta de patrocinio. Lejos de desanimarse, esta emprendedora decidió lanzar un reto personal: vender sus productos para financiar su viaje.
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“Estas cajitas las hice para reunir el dinero. Tienen donas, brownies, cupcakes, incluye crayones porque contiene dibujos para que los niños puedan colorear. Además tiene nutella y arequipe para que acompañen el postre”.
Con ayuda de sus padres, al regresar del colegio, Liz se dedicaba a llenar estas cajitas llenas de sueños. Ha logrado hacer más de 50 y espera lograr vender cada una de ellas. “Quiero poder conocer a más emprendedores en esa cumbre y aprender de ellos para aumentar los conocimientos que ya tengo”.

La vena educativa
Liz tiene en sus venas un legado familiar de servicio, trabajo social y amor por la comunidad, encarnado en la figura de su abuelo, Carmelo Gutiérrez Padilla.
Hace 10 años, el Atlántico perdió a uno de sus líderes más comprometidos. Carmelo Gutiérrez Padilla, un líder social y comunal respetado y querido, fue asesinado en un acto que conmocionó a la comunidad.
Hoy, una década después de su partida, su nieta Liz sigue llevando en su corazón y en su labor el legado de su abuelo, quien también se desempeñó como profesor de Biología y Química.
“Mi hija siempre ha tenido la vena de la docencia, del servicio, como lo hacía mi papá y estoy tan orgullosa de eso”, dijo Liz Gutiérrez, madre de la niña.
Liz ha heredado de su abuelo ese profundo compromiso con la comunidad, lo que se refleja en su deseo de enseñar repostería y compartir sus conocimientos con otros.
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Este espíritu de servicio ha llevado a la pequeña y a su familia a emprender una nueva iniciativa: trabajar con mujeres campesinas de Sibarco (Baranoa), un proyecto que busca apoyar la economía local a través de la producción de ingredientes para sus productos de repostería.
“Estamos trabajando con mujeres campesinas de Sibarco para apoyar la economía local, para hacer una labor social. Estoy segura de que este es el camino que seguirá guiando a mi hija durante toda su vida”.
Su gran sueño
A pesar de su corta edad, Liz tiene una visión clara de su futuro. Sueña con fundar un colegio donde los niños y adolescentes puedan aprender el arte de la repostería, una pasión que ha fortalecido su relación con su mamá, quien la acompaña en cada paso de su camino.
“La repostería me ha hecho más cercana a mi mamá. Entonces quiero que otros niños también sientan lo mismo y en un futuro fundar una escuela para enseñar todos mis conocimientos en repostería”.
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Liz ya ha tenido la oportunidad de compartir su conocimiento, enseñando repostería a niños con síndrome de Down en la Cruz Roja, una experiencia que atesora como la mejor de su corta, pero prometedora carrera.
“Fue muy hermoso y en estos lugares enseñando es donde me he dado cuenta que me quiero dedicar a esto. Los niños somos grandes genios y yo quiero ser una grande de la repostería”.





















