En Colombia, pocas palabras son tan representativas de la vida cotidiana como “tinto”. El término, que se utiliza para pedir una taza de café negro, ha trascendido lo coloquial y hoy cuenta con el respaldo de la Real Academia Española (RAE), que lo incluye dentro de sus definiciones oficiales.
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Aunque su uso está plenamente arraigado en el país, el origen del vocablo ha sido motivo de debate. Una de las explicaciones más difundidas lo vincula al latín tinctus, que significa “teñido” o “coloreado”, en alusión al tono oscuro del café.
Otra teoría señala una posible influencia del vino tinto, cuya intensidad cromática habría servido como referencia para bautizar la bebida.
También existe la hipótesis de que la expresión surgió hacia mediados del siglo XX, cuando algunas máquinas de café preparaban infusiones más suaves, descritas en su momento como “agua entintada”. Con el paso del tiempo, la frase se redujo a “tinto”.
En las zonas rurales cafeteras, donde el café se hervía en pailas con abundante agua, la palabra se popularizó hasta convertirse en parte del vocabulario urbano.
¿Se dice tinto o café?
La RAE ha dejado claro que la denominación es válida en el español. A través de su cuenta oficial en la red social X, la institución precisó que, según la forma de servirlo, el café puede llamarse negro, puro, solo o tinto. Incluso aceptó variantes diminutivas como cafecito, cafetito y cafelito. En el caso colombiano, el “tintico” se interpreta además como una muestra de cordialidad.
El uso del término es generalizado en todo el territorio nacional. En Bogotá, pedir un tinto es la manera habitual de solicitar café negro en restaurantes, cafeterías o a vendedores ambulantes. En el Eje Cafetero, la palabra se integra al día a día de campesinos y citadinos, mientras que en regiones como el Caribe o los Llanos es común escuchar el afectuoso “tintico”.