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Un solidario como pocos. Así fue recordado por sus amigos el célebre Édgar García Ochoa, ‘Flash’, quien fue despedido en la tarde del martes en el cementerio Universal tras su fallecimiento a los 80 años.

Y es que en la casa de Édgar García Ochoa siempre había gente esperando. No era una oficina, pero funcionaba como tal: una salita de espera, una lista mental y la costumbre de recibir uno a uno, como si cada visita fuera una consulta médica. ‘Flash’, como lo apodaron por la rapidez con que escribía sus columnas, era así: un periodista que convertía las conversaciones en historias y las historias en puentes.

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“Era un referente para cualquier periodista, para cualquier estudiante de comunicación social. Aprendías solo de escucharlo, sin que te dijera ‘quita esta coma o pon esta coma’”, recuerda su amigo y pupilo Eurys Charris, quien lo trató por más de treinta años.

No terminó sus estudios. A los 13 años, como él mismo decía, ingresó a “la universidad de la vida”. Esa formación autodidacta —heredada de su padre— le dio una gramática pulida y un oído entrenado para las historias. Las contaba sin artificios, basadas en hechos reales, sin inventar Macondos. Por eso sus crónicas conectaban: porque lo que narraba había ocurrido.

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Un don solidario

Eurys aún recuerda una de las muchas escenas que lo marcaron. Un día, en medio de una charla, García Ochoa pidió una señal a Lourdes, su esposa fallecida: “Si estás aquí y me cuidas, mándame una señal de todo lo que hemos hecho”. Dos días después, llegaron a cortarle el agua. El operario, al escuchar su nombre, se echó a llorar: “Usted me salvó la vida, me mandó a operar del corazón cuando tenía seis años”. Se hicieron amigos. Ese día, el agua no se cortó y la risa compartida quedó como parte del archivo de anécdotas que solo ‘Flash’ acumulaba.

Su círculo de amistades era tan amplio como diverso: Santos, el Enmascarado de Plata; Juan Carlos Coronel, a quien impulsó en sus inicios; el torero César Rincón; y, sobre todo, Julio Iglesias, que cada vez que llegaba a Colombia lo llamaba para encontrarse. El cantante le agradecía haber ayudado a lanzar a Enrique Iglesias, un episodio que el periodista contaba con gusto.

García Ochoa fue mucho más que un columnista cultural. Según su amiga y colega Sibelys Fontalvo, era también un gestor social que usaba su influencia para causas concretas: organizó matrimonios masivos para parejas sin recursos, gestionó cirugías para niños enfermos, donó bibliotecas a cárceles. “Era un instrumento de Dios, porque a través del periodismo salvó vidas”, dice Fontalvo, con quien compartió tertulias por más de tres décadas.

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Su apodo, ‘Flash’, nació en las redacciones. Comenzó en El Universal de Cartagena y luego pasó a EL HERALDO, donde sus textos veloces y punzantes ganaron seguidores. También inventó sus “flashazos”: frases cortas y chispeantes, que dejaban a los lectores con ganas de saber más.

Proyectos pendientes

En estos días previos a su muerte, su historia estaba a punto de saltar al cine. La productora española ‘Rapsodia’, dirigida por Lidia Arrocha, planeaba una película inspirada en su vida y en su libro Antes que se me olvide. El viaje a Alicante estaba previsto para finales de noviembre, donde discutiría derechos de autor y casting.

Para su primo Marcos García Díaz, lo esencial ahora es mostrar lo que hizo por los demás: “Era muy desprendido de lo material, siempre dispuesto a ayudar. La mejor manera de honrarlo es recordarles a las nuevas generaciones que sí se puede hacer un periodismo con sentido humano”.