La Cueva volvió a ser sede de literatura. En la tarde de este martes Humberto De la Calle presentó su más reciente obra en este emblemático lugar de la ciudad.
Compuesto por relatos breves, Muertes y muertecitas convierte a la muerte en protagonista desde distintos ángulos, con una prosa que mezcla ironía, sensibilidad y una mirada profundamente humana sobre lo absurdo y lo finito.
“Son cuentos con muertes inverosímiles, pero también profundamente reales —admite el autor—. Hay una búsqueda por entender cómo lo cotidiano puede volverse trágico o cómico, cómo lo efímero se impone a la solemnidad”, destacó De la Calle.
El jurista, que se reconoce como “un desplazado de la violencia liberal” en su infancia, rememoró el episodio en que su familia fue obligada a salir de Manzanares, Caldas, por amenazas políticas. “Nos salvó un joven profesor conservador que nos escoltó hasta Petaqueros. Años después, ese mismo hombre fue mi profesor de Derecho Penal. Como un Moisés que me rescató de las aguas”, relató.

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Su acercamiento a la literatura fue tempranero, casi forzado por una torpeza deportiva que lo relegó al mundo de los libros. “Yo era tan malo para el fútbol que me regalaban al equipo contrario. Así que me refugié en la lectura. Mi madre, educadora, nos leía novelas españolas en voz alta después del rosario”, recordó. De esos años nacieron sus primeros cuentos, escritos con apenas 12 o 13 años, aunque asegura que por fortuna no sobrevivieron: “Uno se llamaba El loco del palo y otro El peso del meridiano, que era algo kafkiano. Pero mejor que se hayan perdido”.
Durante décadas, el oficio literario quedó en pausa. “Escribir memoriales jurídicos mata cualquier pasión narrativa”, confesó. Solo más recientemente, liberado de los compromisos públicos y venciendo el “respeto humano” inculcado por su madre —una mezcla de pudor y miedo al juicio ajeno—, se animó a publicar ficción. Su primera novela, La inverosímil muerte de Hércules Pretorius, inspirada en un episodio del conflicto armado, fue el inicio de esta nueva etapa como escritor.
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Con Muertes y muertecitas, De la Calle reafirma esa transición. No desde el olvido de su vida pública, sino desde la madurez de quien ha vivido muchas vidas. “Escribir ahora es un acto de desvergüenza, pero también de libertad”, dijo entre risas, destacando que sus cuentos están atravesados por las coincidencias, lo insólito y la muerte como espejo de la vida.

El evento, organizado por la Fundación La Cueva, hace parte de su agenda cultural permanente y tendrá lugar en el espacio que fuera punto de encuentro del Grupo de Barranquilla. Un sitio cargado de historia literaria que hoy recibe a De la Calle como autor en pleno ejercicio, dispuesto a conversar, recordar y reírse de la muerte —y de sí mismo— con inteligencia y humanidad.