'Los cines de barrio eran algo único'. Con una sonrisa que le ilumina el rostro, Colombia Fernández, recuerda vívidamente cuando en compañía de su hermano iba al Virrey, un cine en el barrio San Felipe.
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Esa alegría se da por rememorar esas épocas doradas de la Barranquilla de antaño, en la que los cines a cielo abierto eran el punto de comunión de los barranquilleros que atestaban estos lugares para disfrutar del séptimo arte.
En antiguas sillas de hierro, con madera, todos ubicados a la misma altura, Colombia recuerda cómo uno a uno iban llegando para ver las más recientes producciones mexicanas 'esas eran las más caras', dice.
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Y es que aunque hoy ir a cine sea sinónimo de llegar a un centro comercial donde se encuentran las salas, el barranquillero de décadas pasadas supo gozar de un tesoro que el tiempo enterró por completo.
Barranquilla era una ciudad de cines y teatros. En la época más moza de La Arenosa, los amantes del cine tuvieron más de 66 salas a disposición para disfrutar de los clásicos nacientes de la joven industria hollywoodense, los mexicanos que siempre han estado ahí y en menor medida los filmes europeos.
Y aunque muchas veces al recordar esa época de la ciudad se piensa en los teatros más comunes como el Metro, Cinerama 84, Capri, Rex, ABC 1 y 2, Cine Centro y más, la realidad es que hay muchos otros que siguen en el corazón y la memoria de la ciudad.
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De hecho, esta casa editorial que está próxima a cumplir 90 años de existencia fue uno de los grandes aliados para que la cultura de ir a las salas de cine tanto en los barrios como en los teatros creciera gracias a la difusión de las carteleras que presentaban las salas de exhibición.
Nombres como el Alameda, Atlántico, Ayacucho, Bolivia, Buenos Aires, Caldas, Chiquinquirá, Delicias o El Dorado, eran algunos de estos espacios ubicados en sectores populares.
Algunos cines del recuerdo
La historia de la exhibición de cine en la ciudad comenzó casi que a la par con Francia, lugar en el que se originó todo, el salón Fraternidad, construido por la sociedad Fortuna, recibió en 1897 el primer cinematógrafo, que cautivó a toda la ciudadanía barranquillera.
A partir de ahí la ciudad abrazó como propio al invento de los hermanos Auguste y Louis Lumière y en la década de los años 30 empezó ese auge de los cines de barrio, pues como explica María Fernanda Morales, directora de la Cinemateca del Caribe 'los cines en Barranquilla empezaron siendo cines de barrio' y Barranquilla 'era la ciudad de la Costa que seguramente más teatros tenía'.
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Uno de esos que se abrió al público, según recoge el historiador barranquillero José Nieto Ibáñez en su libro Nostálgicos Recuerdos del Cine en Barranquilla, fue el Cine Modelo, el cual era a cielo abierto.
'Este cine de barrio no fue inaugurado de manera oficial. Tan solo abrió sus puertas la noche del sábado 7 de octubre. Y así, de manera inesperada, la gente se enteró de que un nuevo salón cinematográfico haría las noches más animadas y llevaderas, a los habitantes del barrio del mismo nombre', precisa el historiador en su libro.
Otro de los que estuvo entre los más visitados por los barranquilleros, especialmente quienes vivían en proximidades a la Calle 45 con carrera 35, era el famoso Teatro Granada, que de acuerdo con Nieto Ibáñez 'era el único cine de barrio con techo'.
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De acuerdo con el investigador y docente Óscar Arias Díaz estos espacios 'aprovechaban la brisa barranquillera' y aunque directamente él no gozó de estos espacios en su búsqueda de conocer el pasado cinéfilo de la ciudad, escuchaba los relatos de su padre y amigos 'quienes eran capaces de treparse en un árbol para poder ver algún título de José Alfredo Jiménez, Cantinflas o Jhon Wayne. En una ciudad donde los espacios culturales son reducidos puedo imaginar que antes podría llegar a ser una aventura contra el tedio, el ir a algún teatro o cine de barrio'.
También estaba el Cine Hogar, que se llamó así 'precisamente por su ambiente hogareño, ya que era regentado en el hogar de unas señoras italianas sobre la carrera 49 No. 70-63', recopila Nieto Ibáñez.
Asimismo, el Cine Olaya que se encontraba en el corazón de este popular barrio, fue inaugurado el jueves 9 de noviembre de 1950 y su apertura fue anunciada en los diarios locales de la época.
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Otro cine de barrio importante, más que todo por el sector en el que se ubicaba era el Cine Boston que duró unos años y luego, en ese mismo sitio, se inauguró el Buenos Aires, llamado así por el nombre de la calle en que se encontraba, que en la actualidad es la 58.
Uno que llamó la atención siempre fue ‘San Roke’, pues sí, se escribía con K debido a que, según relata José Nieto Ibáñez en su libro, los curas de la iglesia cercana consideraron vulgar que un teatro fuese llamado como el santo.
Los teatros Variedades y Nuevo vinieron a incrementar el número de cines de barrio que ya poseía la ciudad. El primero de ellos se ubicaba en el barrio Modelo, y el segundo en el barrio San Felipe.
Asimismo, barrios como Las Palmas, El Bosque, Carrizal y más, tuvieron sus propios espacios de disfrute cinematográfico.
Anécdotas cinéfilas
Las nuevas tecnologías han dejado, en mayor medida, atrás a los rollos de cinta de película para proyectarlas en las salas. Hoy lo más común es que un cine que vaya a presentar un filme utilice lo que se conoce como DCP (Digital Cinema Package) o una copia digital.
Sin embargo, décadas atrás cuando el auge de los cines en Barranquilla era tal, no se tenían esas posibilidades por lo que, según recuerda Colombia Fernández, 'los cines compartían una misma película. Partían el rollo en tres pedazos y se llevaban de un cine al otro mientras se iba proyectando, de tal forma que cuando terminaba una parte la llevaban a otro cine y así sucesivamente'.
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Por supuesto, a veces el trasporte era una complicación y se demoraba la siguiente parte del rollo de la película, algo que a los asistentes sacaba de casillas. 'Eso daba risa. Cuando eran días pesados se tardaba en venir el otro carrete de la mitad de la película, por lo que los espectadores lanzaban todo tipo de objetos a los que estaban en las primeras filas, ahí se formaba el ‘rifi rafe’', recuerda Colombia entre risas.
Por su parte, Evelin De la Hoz recordó que 'cuando llovía se acababa todo, pero no devolvían la plata, sino que al día siguiente repetían la misma película'.
'Como no había televisión, no había nada, no existía ese avance que hay ahora. Eso era como una novedad. Los cines eran como algo de distracción y uno iba con la familia, iban los novios, iban los jóvenes y los amigos'.
Siguiendo el legado
Hoy aunque no existan más esos cines de barrio que llenaron de películas los sectores más populares de la ciudad. Barranquilla sigue teniendo ese amor por el cine y hay iniciativas que de una u otra forma continúan ese legado.
Una de estas es el Festival Internacional de Cortometrajes Cine a la Calle que, emulando un poco ese gusto de ver cine fuera de una sala convencional como las actuales, lleva los cortos a proyecciones a cielo abierto.
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Ya son 23 ediciones que han ido llevando el cine a las calles y aunque han estado en riesgo de desaparecer, para Jorge Ferreira, gerente de la Fundación Cine a la Calle: 'La comunidad es lo más importante para nosotros' y es que de esa manera acercan la cultura al barranquillero de a pie'.
Óscar Arias Díaz, también doctor en Comunicación, comentó a esta casa editorial: 'Cabe resaltar festivales como Cine a la Calle que se toman los barrios de la ciudad para acercar al público a nuevas propuestas de distintos lugares del mundo, el cine foro de la Biblioteca de La Aduana, entre otros espacios que resisten el paso del tiempo y sobreviven para llevar el cine a lo más importante, la gente'.
