'La mejor forma de que la brujería no te toque es no creer en ella'

Amuletos, mantras y oraciones hoy parecen ser parte indisoluble de la vida humana, sobre todo de aquel colombiano que ante los desafíos de la vida, parece biológicamente predispuesto a buscar amparo en lo divino para sentirse más seguro.

Y parece que es así. El mestizaje de colonos, pueblos indígenas y esclavos africanos, dejó en el territorio nacional una diversidad no solo racial, sino espiritual. Así lo demuestra el antropólogo y escritor Esteban Cruz Niño a través de su obra El libro negro de la brujería en Colombia, en la que documenta diez casos de brujería en el país, que muestran como desde todos los estratos y rincones del país, hay una fuerte tendencia para conectarse a lo más sórdido.

Este texto es uno de los más buscados en estos momentos por los amantes de la literatura, la investigación y lo paranormal, y en varias librerías se ha agotado.

El misticismo, la magia y la cultura popular son los secretos mágicos de este libro cuya sola portada impacta a quien lo tenga entre sus manos por su fondo negro y algunos huesos que bordean las 308 páginas.

Más allá de ser un libro de fórmulas mágicas, Esteban Cruz Niño expone una poderosa investigación en la que se evidencia la forma en la que la brujería se mezcla con los círculos de poder, las relaciones y la cotidianidad de cientos de colombianos que ven en estas prácticas un antídoto para lidiar con sus problemas.

Además de compartir experiencias de famosos actores y retratar los perfiles de brujos y brujas solo conocidos en los sectores populares, en esta obra se muestra una Colombia que cree en el poder curativo de los muertos y en la maldad de los vivos.

'Este libro es como destaparle el alma a Colombia' dice convencido Cruz Niño en entrevista con EL HERALDO.

El recorrido que hace por las entrañas del país es apasionante. Se adentra a los laberintos del antiguo Bronx, en pleno centro de Bogotá, y presenta detalles de cómo los brujos se hallaban ‘reyes’ e intocables en medio del hampa, la delincuencia y la tristeza de muchas vidas apagadas.

Y es que a ellos no solo llegaban jefes criminales rogando por protección, sino también la élite más exclusiva del país, que buscaba en poderosos brebajes una opción para curar enfermedades para los que la ciencia aún no daba remedio.

Estas pesquisas logran también desentrañar graves crímenes, como el tráfico ilegal de órganos y de cadáveres, que acontecían tanto en los pueblos como en la capital del país y que eran prácticamente ignorados por las autoridades.

Actrices, narcotraficantes y reconocidas figuras de la política colombiana tienen un papel en esta obra, demostrando cómo la brujería no conoce de estratos, y se vive tanto en las casuchas del centro de Bogotá, como hasta en la misma Casa de Nariño.

'Colombia es un país muy diverso, somos muchos países en uno, es lo que nos hace de alguna manera únicos y en cada región de Colombia hay un tipo diferente de magia. En Ráquira (Boyacá) es impresionante cuando alguien llega a una finca y logra que le obedezca, y le da de comer un tipo de greda hasta que lo acaba. Es tremendo' dice el autor.

¿Cree que Colombia es un país predispuesto a creer en la brujería? Se le pregunta a Esteban Cruz, que reconoce que su afición por estos temas nació a partir de la literatura de Germán Castro Caycedo.

A este se le vivía apareciendo lo sobrenatural mientras investigaba la realidad colombiana, tanto así que decidió escribir La Bruja, para contar la historia de Amanda Londoño, una profesional que hacía trabajos para líderes políticos y narcotraficantes.

En el libro hay reportes de trabajos de brujería para el presidente Guillermo León Valencia en 1962, en adelante, hasta finales de los años 80. Luego, durante la investigación para Operación Pablo Escobar, Castro Caycedo vio cómo Escobar se convertía en un santo popular, lo que le encargó investigar a Cruz, relato que hace parte de su libro El libro negro de la brujería en Colombia.

Muchos de estos rituales de magia negra siguen siendo practicados por varios capos, muestra de ello fue lo revelado por las autoridades tras captura de alias Otoniel, cabecilla del Clan del Golfo.

'Al narcotraficante le gustaba acudir a brujería, rezos y ritos especiales como método para ‘protegerse’ de ser capturado por las autoridades', dijo el director de la Policía Nacional, general Jorge Luis Vargas, en diciembre del año pasado, y agregó que una de sus excentricidades era acudir a un brujo para que le hiciera rezos especiales.

Existe la hipótesis de que bandas que delinquen en Barranquilla y su área metropolitana atraídos por este tipo de magia y el ocultismo también encomiendan sus actos criminales a seres del más allá.

Sin embargo, la brujería en el país no es homogénea, y así lo hace saber Cruz Niño. 'La brujería en el Pacífico no es la misma que en la región de la Depresión Momposina. Es diferente la del Llano con los Santanderes. Cada cultura ha desarrollado sus creencias y ritos, la brujería se desarrolla de distintas formas'.

Uno de los grandes interrogantes sobre este mundo de brujerías y ritos, es si en realidad existe una diferencia entre la magia buena y la mala.

Mientras que los sectores ultracristianos señalan que toda práctica de adivinación mística es brujería y nociva para la espiritualidad, Esteban Cruz insiste que no es así, y que no hay semejanzas entre ellas.

'La magia negra es retorcida, es de la que utiliza incluso cuerpos humanos para hacer maldades. El brujo negro está en todas partes, está en todos los pueblos, en Barranquilla, en Soledad en Santa Marta, sí existen. Pero la magia blanca es aquella que intenta detener toda esa maldad, que actúa como una barrera de protección' explica.

No obstante, esas son sus apreciaciones luego de recorrer Colombia desde los ojos de las leyendas, el misticismo y las creencias de los pueblos grandes y pequeños. Porque por irónico que parezca, Esteban Cruz no cree en estos hechos.

'La creencia transforma el mundo, y luego de este viaje entendí que la mejor forma de que la brujería no te toque, es no creer en ella', puntualiza.