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I escena

Sus canciones no son para dedicarlas a la novia o dar una serenata, pero en la música comenzaron entonando villancicos. Eran apenas unos niños entrando en la adolescencia. Estudiantes del colegio de San José. Habitantes del edificio Las Acacias en el barrio Boston, carrera 45 con calle 69, en Barranquilla.

José Ramón Márceles, o ‘Moncho’ en la escena rockera. Omar Sánchez, guitarrista de tupida barba blanca. Llaves, amigos, alcahuetas de notas, risas, humo y rumba. León Bruno es su matrimonio del que también hacen parte Álvaro José Barboza en la batería y Antonio Sánchez, bajista que hoy no los acompaña de cuerpo presente pero sí con su energía.

En fin, Moncho y Omar, la base bajo la que se construyó su proyecto que maldice a la musa de una de sus canciones más recordadas –Marianne lluvia… beso… toda verso… mi mentira mi lamentable error- comenzaron cantando Tutaina para una empresa en Navidad que les obsequió una batería y una guitarra.

'Así nacimos, con esos instrumentos que recibimos en Navidad y que después terminamos usando para crear estas canciones, esta poesía cantada, que es lo que a mí me gusta decir'.

'Poesía cantada' en la voz de Moncho, protesta para otros, prosa de la contracultura, discurso musicalizado que en Barranquilla se dio a conocer en bares y festivales como el Festival Rock Caribe que ganaron en un ya lejano 1999.

'Hay muchísimos barranquilleros que se identifican con un rock propio y vienen de esa época. Somos una ciudad que tiene una expresión auténtica de rock que hay que atesorar porque significa para nosotros algo que es concreto, tangible y que nos hace unirnos como sociedad. Eso es lo que es León Bruno', agrega Moncho con la voz grave que lo identifica.

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II escena (el nombre)

Quizás la historia de su origen ya se ha contado pero vale la pena recordarla.

Después de tocar solo para la familia, los vecinos y los amigos, llegó el momento de darle nombre a la banda. Tamaña responsabilidad.

Recuerda Omar que comenzaron a buscarlo en la tabla periódica. Pasaron dos meses pero nada, la exploración química no daba soluciones.

Finalmente se dieron cuenta que el nombre lo tenían en su propio edificio, ese en el que vivieron 25 años y del que solo se despegaron cuando se fueron a vivir a Bogotá en el 2000.

Ramón Marceles, abuelo de Moncho que también vivía en Las Acacias, en su adolescencia escribió poesía y el seudónimo que utilizaba era León Bruno. La propuesta vino del nieto, que aunque a la fecha no ha leído nada de él, heredó la genética y se apropió del León. 'Nunca' le 'contó por qué lo usaba'.

'León era fuerte como el rock que hacíamos, lo rudo que queríamos ser en nuestro sonido. Y Bruno por lo inédito, lo oscuro, nadie nos estaba escuchando, tampoco pretendíamos que lo hicieran, era disfrutar de nuestra adolescencia y la música', describe Omar.

III escena (Humo y cerveza)

Su último toque en la ciudad fue en 2017. Ahora, en la noche de ese sábado en un bar frente al Parque Washington, su público agotó las localidades en preventa.

Era como en los viejos tiempos. Se permitía fumar, era 'zona de humo y no libre humo' como diría un gordo de gorra y colita de caballo que cuidaba la entrada.

Las camisetas negras de los 90 ya no eran mayoría.

Tampoco las botas punta redonda ni las manillas de taches de metal. Ahora las camisas a cuadros, el sobrepeso, la calvicie y los años, el inexorable paso de los años dominaba el ambiente.

La alegría si era la misma, la cerveza, ya no solo Águila sino de diferentes partes del mundo, hasta de Japón, sin exagerar. También había gente joven, fanáticos del León que tomaban su celular cual micrófono y cantaban a todo timbal. Emocionados y desafinados.

Otros movían los brazos como si estuvieran alentando al Junior en el Metropolitano. Otros comían alitas de pollo con papas fritas.

'Y me invitó a su alcoba… Y posó mi mano entre sus piernas… Sentí que temblaba… Y ya nunca más dejé de verla'.

Y como en la estrofa de esa canción, El tatuaje de la redención, el público no pudo quitar la mirada del León Bruno que decía: aquí estoy y aquí me quedo con mi rock barranquillero.

Chao, El Selenita, Marianne...la euforia se desató hasta que el último acorde sonó de la guitarra naranja Epiphone de Moncho, la Gibson de Omar, el redoblante de Álvaro y el bajo Fender del bajista invitado, Sebastián Gamarra.

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IV escena (En Conidec)

Un día antes, lejos de las calles amplias y limpias del barrio Alto Prado. En el sector de Conidec del barrio Ciudadela 20 de Julio, León Bruno se presentó ante otro público, ese que no tiene muchas oportunidades o al menos no se le revelan con facilidad.

De la mano de la oficina de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Barranquilla, Moncho, Álvaro y Omar llegaron por segunda vez en esa semana para ‘parchar’ con los jóvenes y decirles que sí es posible vivir de las artes, de la música.

'Previamente habíamos estado dialogando sobre cómo acercarnos a la barriada, al bordillo. Nosotros vivimos en un espacio sociocultural cómodo, pero nos preocupa lo que acontece con los niños y jóvenes de estos barrios vulnerables de la ciudad', cuenta Álvaro.

'Nos preocupa esa parte de la sociedad que es uno mismo también, no puede dejarse como si fuera un órgano aparte, al final si ese órgano se pudre afecta todo el organismo. No se trata de que seamos más buenos que otros, es algo de sentido común, de tratar de razonar y de tratar de ocuparnos entre todos. El interés común tiene su importancia política, no estoy diciendo que se tenga que dejar de lado el interés particular o que haya que anularlo, pero ese interés particular no sirve de nada si lo común está podrido. Al final nos movemos en la misma sociedad', argumenta Moncho.

{"titulo":"Maluma y JLo estrenan tráiler de su película ‘Cásate conmigo’","enlace":"https://www.elheraldo.co/entretenimiento/maluma-y-jlo-estrenan-trailer-de-su-pelicula-casate-conmigo-866359"}

V escena (Lo nuevo)

En el segundo piso de un edificio en el norte de Barranquilla estaban reunidos en un estudio de grabación.

Allí preparan Tetrapharmakon, su cuarta producción que esperan lanzar en 2022 y con la que celebrarán 25 años de sonoridad.

Grandes Éxitos (2003), Volumen dos (2010) y Fumística (2017) anteceden el álbum que arman en su terruño.

Ahora los acompaña el ingeniero de sonido y de grabación Uriel Dorfman.

Dorfman, para ubicar a los que no lo conocen, ha trabajado con algunas de las figuras más importantes en la historia del rock argentino como Gustavo Cerati, Charly García, Vicentico o Andrés Calamaro por mencionar sólo cuatro ‘monstruos’.

'Creo que será el mejor trabajo de la agrupación. Estamos en un momento de madurez artística y personal. Sabemos que somos una banda no convencional que ha estado lejos de la industria comercial, pero tenemos muchos seguidores en varias ciudades de Colombia. Le hemos apostado a que el resultado musical sea el mejor', señala Álvaro.

'El tiempo que pasó fumé misticismo…Me peleé con mis ideas hasta sacramentar mis vicios', dice el inicio de Apología, nueva canción que estará en el álbum y que tocaron frente al público en ese reencuentro de sábado por la noche.

El 'método creativo' que traen desde el barrio sigue intacto, los poemas, la prosa, la constante creación que la lejanía no cortó gracias al WhatsApp y la ‘coletera’. Básicamente son los mismos niños del edificio Las Acacias en la selva de León Bruno.