Rincón Juniorista | EL HERALDO

El Heraldo
Willer Ditta posa para EL HERALDO junto a su madre, Nuelvis Elena Pérez. Jesús Rico
Rincón Juniorista

El duro camino de Willer Ditta para llegar a Junior

El defensa central de 20 años, que se ha ganado con méritos la titular, estuvo a punto de tirar la toalla varias veces y resignar sus sueños en el fútbol.

No titubea en la cancha ni ante el periodista. Willer Emilio Ditta Pérez le habla a EL HERALDO sobre su pasado, presente y futuro con la misma seguridad que lució en Santa Fe, Argentina, en el partido en que Junior empató 1-1 ante Colón y avanzó a los cuartos de final de la Copa Sudamericana, el pasado jueves: “Llegué a Barranquilla con muchísima hambre, yo vengo de abajo, sé lo que es que mi mamá tenga que salir a prestar plata, que le toque cocinar en casa ajena. En mi mente está muy claro que no me puedo conformar con esto, que apenas es el comienzo, que se vienen cosas muy grandes”.

Hay firmeza y convicción en esas palabras. Willer admite y recalca que no ha ganado nada. Entiende que solo vive el génesis de todo lo que aspira, y lo toma con humildad para que no se le salga de las manos y se vuelva un apocalipsis.  

De todas formas, las lágrimas le ganan a Nuelvis Elena Pérez Aguilar por estos días. La madre del defensa central rojiblanco de 20 años de edad, no puede contener el llanto cada vez que mira fijamente a su hijo. “Desde el sábado que llegué de Argentina está así. Si le preguntas algo, va a llorar seguro”, afirma el zaguero riéndose. 

Las gotas que recorren las mejillas de doña Nuelvis son reflejo de satisfacción, orgullo y felicidad después de muchas luchas, de enormes sacrificios, de días sombríos, de un camino largo y duro que condujo a ella y a Willer hacia un presente sin tanta angustia, más esperanzador, iluminado y optimista.

Detrás del momento estelar que vive actualmente en Junior, hay varios episodios que por poco frustran los sueños deportivos de este promisorio jugador que nació en Bogotá el 23 de enero de 1998. 

Doña Nuelvis, natural de La Jagua de Ibirico (Cesar), dio a luz a Willer en la capital de la República, porque allá trabajaba su esposo, Willer Emilio Ditta Hernández, oriundo de Chiriguaná, Cesar. Cinco años permaneció en el frío bogotano. A don Willer lo trasladaron a Barranquilla y aquí, en las calles del barrio La Unión, el pequeño de la familia comenzó a darle patadas al balón.  

Era delantero

Poco a poco le fue agarrando el gusto al balompié y le pidió a su papá que lo metiera en una escuela de fútbol. Acudió a una cercana en la que “el técnico iba un día sí y tres no”, lo cual lo aburrió rápidamente.

Un amigo de la cuadra lo invitó a jugar en el equipo Real Madrid de La Magdalena, dirigido por el entrenador que todos conocen como Perea y ahí rápidamente se convirtió en el máximo artillero. Metía goles de todas las formas y colores. 

“Si no iba a entrenar me llamaban, me iban a buscar, me rogaban. Siempre metía goles. Yo era categoría 98, pero me ponían en todas, hasta en la de los 95, y en todas anotaba”, recuerda sonriente.

En medio del descubrimiento y desarrollo de su talento futbolístico, se presenta la separación de sus padres, una situación que golpea su ánimo y le cambia totalmente la vida. A los 12 años de edad dejó Barranquilla y se fue a vivir en la tierra de su madre.

En La Jagua de Ibirico sus expectativas deportivas cambiaron ostensiblemente. No había tanta competencia, no vislumbraba manera de ascender en lo que ya se le había convertido en un anhelo, ser futbolista profesional.

En la Escuela Unión Jagüera, dirigida por ‘Toño’ Torres, encontró un refugio recomendado por un primo. Jugaba en el torneo del pueblo, en los intercursos y en los intercolegiados, pero se sentía invisible, mucho más después de una frustrante prueba con la selección de Cesar, en Valledupar.

“El examen era solo un partido. Me acuerdo que llegué todo corronchito con unos guayos Maracaná y una medias que me quedaban a mitad de las canillas. Los otros muchachos ya tenían tiempo de estar en el fútbol. Ganamos 7-1 y metí un gol. Pablo Zuleta, que era el técnico, me felicitó, pero me dijo que podría tener cupo en otra oportunidad, en ese momento no. Eso me desanimó mucho más”.

Al regresar a La Jagua de Ibirico, ya había disminuido su pasión por la pelota. No quería entrenar. “Es que a veces solo llegaba un compañero y yo, el resto del equipo no. Me ponía a jugar con los mayores a las gaseosas a las afueras del estadio”. Estaba a punto de tirar del todo la toalla cuando el técnico de la categoría sub-17 del Valledupar FC, Ever García, apareció en su vida y lo invitó a la capital cesarense a practicar con su equipo.

García supo de la existencia de Ditta a través de Pablo Zuleta, quien lo volvió a ver jugar en Bosconia, en unos Juegos Intercolegiados, y ratificó que tenía buenas condiciones.

Nuelvis y Willer en la sala de su casa en Barranquilla. Jesús Rico

“Eso me motivó de nuevo, quería jugar, pero no había plata para los pasajes”, cuenta Ditta. No pudo cumplirle la cita a García. Sin embargo, el técnico fue comprensivo y le mantuvo las puertas abiertas.

“Empecé a ahorrar de los mil pesos que me daban de merienda y mi mamá hizo el esfuerzo, no sé bien a quién le prestó, pero se consiguió la plata y me dijo: te vas para Valledupar”.

Transcurrido un mes, Willer Ditta comenzó a romperla en la Liga y García le pidió que se fuera a vivir a Valledupar. Allá se hospedaba en casas de familia de compañeros del equipo o de amigos del timonel.

De la mano de García, abandonó el puesto de delantero para convertirse en volante ‘6’. El entrenador le explicó que su talla le servía para jugar en ese puesto y que debía acomodarse. No le agradó mucho la idea, pero rápidamente se adaptó y le terminó gustando. Lo que no compartió ni cinco fue un posterior cambio a la posición en la que está brillando ahora en Junior.

Prescott, técnico de una selección Cesar en la que se destacaban otros jugadores como Jesús Marimón (Mouscron de Bélgica) y Juan Camilo Becerra (Teruel de España), le dijo que de volante no lo podía usar.  

“Yo no lo tomé nada bien, armé pataleta y le dije: no voy a jugar de defensa central, me da pena, pero no”.

No obstante, Ditta acató la decisión, comenzó a jugar de central, brilló con el combinado cesarense, que terminó dirigido por Pablo Zuleta, y hasta recibió el llamado a un microciclo de la selección Colombia sub-15. 

“Solo tenía tres meses como zaguero, pero tenía conceptos claros, en los partidos era cuchilla. Además, como jugué de delantero, sabía con el balón”.

Rumbo a Junior

La experiencia en Selección le significó el ascenso al equipo principal del Valledupar FC, pero las circunstancias difíciles y la falta de acción lo fueron desanimando nuevamente.  

“Ya me estaba aburriendo, los recursos no eran muchos, lo que mandaba mi papá era para mí, mi mamá se quedaba corta, todo era apretado y difícil. Conté con la bendición de Ever García, que siempre estuvo conmigo, siempre estaba ahí para los pasajes y cualquier cosa. En un tiempo me iba a pie o en bicicleta para el entrenamiento, 45 minutos caminando, y con tremendo sol, que no es lo mismo. Recuerdo que un compañero y yo también nos regresábamos a pie para comprarnos un pan aliñado y como dos litros de gaseosa (risas)”.

En diciembre de 2015, después de graduarse como bachiller en Valledupar, la paciencia de doña Nuelvis con el fútbol se agotó: “Me agarró y me dijo: tú te vas conmigo para La Jagua, tú aquí no estás haciendo nada”.

Regresó al pueblo y varias personas comenzaron a pintarle pajaritos en el aire, que iba para Millonarios, que para Cortuluá, que pitos y flautas. Tres meses transcurrieron, Willer Ditta seguía sin equipo y sin tener claro qué sería de su vida hasta que Pablo Zuleta volvió a entrar en escena. El técnico se enteró de su inactividad y le recomendó llamar a Francisco Sánchez, gerente del Barranquilla FC, equipo que en algún momento pasado había mostrado interés en sus servicios.

Ditta llegó a Barranquilla y se instaló en la casa hogar que el equipo tenía en la 21, donde recibía alimentación y un auxilio económico que le daba respiro a su madre. En diciembre de 2016, luego de jugar con el equipo sub-20 con la dirección técnica de Fernel Díaz y Richard Garcés, firmó su primer contrato con el plantel de la Primera B.

“Yo no lo podía creer, ¡tenía mi primer sueldo!”.

En el Barranquilla FC comenzó a mostrar sus cualidades y Alexis Mendoza le puso el ojo para ascenderlo a Junior en el primer semestre de este año. Hizo la pretemporada con los rojiblancos y parecía que se quedaba, pero finalmente lo enviaron de nuevo a la B.

“Había muchos centrales, fueron claros conmigo y me dijeron que las oportunidades serían mínimas, que siguiera sumando experiencia. Eso fue un baldado de agua fría, pero al regresar a la B Roberto Peñaloza me puso de capitán y eso me animó mucho”.

A mitad de año, Julio Comesaña lo subió de nuevo, lo mantuvo y lo tiene como titular junto a Rafael Pérez. Después de comerse las verdes, espera disfrutar las maduras junto a su madre. 

“Mi mamá es la que siempre hizo el esfuerzo, por ella y por Dios es que ahora estoy acá en Junior, ella está demasiada orgullosa, gracias al Barranquilla FC me la pude traer hace más de un año, todos la llaman y la felicitan, lo ha manejado muy bien, ella de fútbol sabe poco, pero sabe que debe estar tranquila”, comenta Ditta, que espera escribir las mejores páginas de su historia de ahora en adelante

“Debo mantener los pies sobre la tierra, tengo claro que no he ganado nada, no estoy conforme con esto, sé que tengo muchísimo más por dar, estoy en un 50% apenas, tengo la seguridad de que ahora que siga jugando, voy a dar el doble, me falta mucho por aprender”.

 

Facebook
Twitter
Messenger
Whatsapp
Convierta a El Heraldo en su fuente de noticias
X
COMO REPORTAR A WASAPEA
1. Agrega a tu celular el número de Wasapea a EL HERALDO: +57 310 438 3838
2. Envía tus reportes, denuncias y opiniones a través de textos, fotografías y videos. Recuerda grabar y fotografiar los hechos horizontalmente.
3. EL HERALDO se encargará de hacer seguimiento a la información para luego publicarla en nuestros sitio web.
4. Recuerda que puedes enviarnos un video selfie relatándonos la situación.